ECONOMíA › SIN PLANTEAR UNA RUPTURA CON EL SISTEMA FINANCIERO INTERNACIONAL, LA REGION AJUSTA Y COORDINA SUS ARMAS DE DEFENSA

Para enfrentar la crisis mundial con mirada propia

El Consejo de Economía de la Unasur eludió las diferencias ideológicas y avanzó en los acuerdos técnicos.

 Por Raúl Dellatorre

Los ministros de los países miembro de la Unión de Naciones Suramericanas, en la foto conjunta.
Imagen: EFE.

El Consejo Suramericano de Economía y Finanzas culminó su primera reunión en Buenos Aires cargado de compromisos. Poner en práctica las políticas e instrumentos allí debatidos será ahora el gran desa-fío. Gobiernos de distintas vertientes políticas compartieron un documento que, si bien no avanza en condenas explícitas al modelo imperante en la economía mundial y a sus conductores, se adentra por primera vez en plantear la intención, al menos, de dejar de lado los instrumentos de financiación del comercio y el desarrollo controlados desde el Norte, para buscar la elaboración de armas propias. La Unasur, una vez más, dio un paso en lo político que excede todo lo hecho por cualquier otro organismo regional en el pasado. En el caso del plan de acción contra la crisis, además, deberá demostrar que tiene capacidad de llevarlo a la práctica superando la instancia declamativa. Y ello superando no sólo las contradicciones que presentan las miradas diversas entre distintos países de la región, sino también las que existen al interior de algunos de los países participantes, como se pudo ver en Buenos Aires en ciertas contradicciones entre las posturas en los días previos de los más altos mandatarios, y lo que durante el encuentro sostuvieron sus representantes.

¿Qué fue lo que cambió en tan pocos años como para que doce gobiernos de la región, desde Juan Manuel Santos y Sebastián Piñera, a Hugo Chávez y Evo Morales, puedan tener sentados a una misma mesa a sus ministros y autoridades monetarias para discutir un plan de acción común? Fundamentalmente, fue el efecto demostrativo que resulta hoy la crisis en los países centrales. Las políticas de mercado abierto a los capitales financieros demostró su falibilidad. Y hoy, gobiernos como el de Piñera, ubicados en el andarivel de derecha del espectro ideológico regional, recurren a medidas de resguardo restringiendo el ingreso de fondos especulativos a su país.

La otra lección, que repetían participantes de diferentes nacionalidades en los pasillos del hotel donde se realizó el encuentro, es que la región en conjunto es la que puede ser víctima de las esquirlas si no se preserva debidamente. En tal sentido, el ejemplo de Brasil es el más elocuente. “Ya no se maneja como BRIC sino como una nación más en el marco de la región”, señalaba a este diario Jorge Marchini, economista e investigador que participó junto a varias delegaciones visitantes en el análisis y reformulación de documentos. Brasil, en todo caso, terminó comprendiendo que no hay una contradicción en perfilarse frente al mundo como potencia emergente, pelear un lugar en ese plano, pero al mismo tiempo reconocerse como parte –importante, además– de una región con diversas particularidades frente a la crisis. Entre otras, que es la que mejor desempeño tuvo económicamente en estos años de desequilibrios y pérdidas de liderazgos, pero a la vez es la que podría quedar más expuesta a una invasión de capitales especulativos.

Venezuela y Ecuador podrían arrogarse el mérito de ser los países que más batallaron, de ser los precursores, en la apertura de un debate sobre una nueva arquitectura financiera para la región. La amplia propuesta apuntaba a cambiar toda la lógica del movimiento de los capitales financieros en el mundo. De una relación centro-periferia en la cual los capitales oriundos del primero venían a la segunda para obtener altas tasas de rentabilidad y el rescate de la inversión en corto tiempo, la propuesta era pasar a mecanismos autónomos en los que los países de la región generaran sus propios recursos, los circularizaran entre sí o, en el caso de salir a buscarlos en el mercado mundial, se reservaran el derecho de orientar su colocación. El debate de los nuevos instrumentos que surge de la declaración del Consejo Suramericano va aproximadamente en esa orientación, aunque con un alcance por ahora mucho más limitado. En principio, no es una nueva arquitectura financiera lo que se plantea, sino una respuesta coyuntural a la crisis.

Entre aquellos propósitos de máxima –que incluían además del Banco del Sur, un Fondo del Sur y hasta una moneda común– y esta discusión instrumental –coordinación en el uso de reservas, reemplazo del dólar por monedas locales en el comercio intrarregional– hay una distancia importante. El desafío para Ecuador y Venezuela es no desa-lentarse por la parcialidad del debate y no caer en las exposiciones meramente declamativas sobre la crisis y la responsabilidad de los países centrales. “Es un tema en el cual no va a haber acuerdo general y va a provocar distanciamientos; los países que vienen de la experiencia del ALBA (alianza bolivariana que lidera Venezuela) deberían tener participación más activa en la discusión de los documentos técnicos, ahí harían valer sus argumentos y orientarían el uso de los instrumentos hacia posiciones más cuestionadoras del sistema financiero mundial”, propuso un integrante de los equipos técnicos argentinos que intervino en las reuniones de elaboración.

De hecho, el planteo de Venezuela y Ecuador, entre otros, caracterizando la actual etapa como “una crisis mundial del capitalismo”, que pretendía ser incluida como tal en el documento final, generó un cruce con países como Colombia, que defendían el criterio de la descripción del momento como “una crisis financiera”. “Fue uno de los pocos momentos de discusión en los que pudo naufragar el consenso”, comentó otro testigo presencial.

Ocurrió en Buenos Aires y va a seguir ocurriendo. No le será fácil al Consejo de Economía de la Unasur encontrar consensos en base a definiciones conceptuales fuertes, por más que la crisis arrecie. No sólo porque las diferencias ideológicas existen, sino que además muchas veces los funcionarios que participan (ministros, presidentes de bancos centrales) provienen de filas ligadas al neoliberalismo, renuentes a reconocer el pragmatismo de sus propios jefes de Estado. Pasa con Uruguay, pero también con Colombia y Perú, por caso. “El ministro de Economía de Mujica no parece del Frente Amplio”, señaló puertas afuera de la sala de reuniones, pero para que todos lo oyeran, uno de los alfiles de Néstor Kirchner en la construcción de la Unasur. Otros comentaron la resistencia de los representantes colombianos a acceder a discutir el uso de las reservas internacionales como respaldo a países con dificultades, aduciendo que “es resorte del Parlamento, no una facultad nuestra”; cuando había sido el propio presidente Santos el que había promovido este encuentro con ese tema como eje central de la búsqueda de herramientas comunes. Otro ejemplo notorio fue la representación de Perú, que en algunos pasajes pareció rechazar las críticas al modelo neoliberal. Cuando se les recordó que el flamante presidente Ollanta Humala había cuestionado públicamente ese modelo, marcaron distancia señalando que “el presidente es muy pragmático y ésta es una discusión técnica”.

Dejando de lado el debate político, serán ahora los grupos de trabajo técnico los que deban darles forma a las propuestas. No será sencillo, los mecanismos de compensación con monedas locales para el comercio intrarregional quizá pueda ir avanzando pausadamente y la creación de un fondo de respaldo más amplio que el actual FLAT podría ir madurando tal vez lentamente. El Banco del Sur quizá sea llevado a una instancia de rediseño, y el uso de las reservas internacionales, por ahora, sigue encontrando muchas resistencias. Pero la discusión está abierta y, por encima de los interrogantes y las dudas, hay un par de certezas que ya todos comparten: la crisis es prolongada y amenazante, y la necesidad de crear instrumentos de defensa es urgente.

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