ECONOMíA › OPINION

La frase de Kicillof

 Por Horacio González

Comienzo esta pequeña reflexión sobre una frase, recordando el modo en que lo hacía Antonio Gramsci: entresacando pequeñas partículas, filamentos sucintos extraídos de textos mayores, para poder así trazar grandes panoramas históricos. Por ejemplo, frases que unen a Hegel con Marx, “poner la dialéctica sobre sus pies”, o a Marx con Balzac, “la lotería como opio de los pueblos”. Todos sabemos que una frase, involuntaria o no, puede encerrar, en su breve pero abismal potencialidad, una verdadera definición del ciclo dramático de una época.

Es lo que ocurrió con la que pronunció Kicillof, como un panfleto que se suelta en el torbellino del momento, y que obedece a un impromptus que lo liga a la comprimida temporalidad del momento. Frase microscópica que parecería intrascendente. Sin embargo, no. Decir, o lanzar, o volantear tal frase –se sabe cuál es: “los mismos que hacen años decían que el peso valía un dólar, son los que dicen que hoy debería valer 13 pesos”–, tiene un grávido peso. El peso de definir un momento especial de la vida nacional. Resume como noción específica las luchas, correlaciones de fuerzas, proyectos de transformación y obstáculos, desvíos, movimientos subterráneos e ideologías implícitas de todo un período, en cuanto a la relación entre economía y política.

Esta relación, decía Gramsci –para citar otra vez a este pensador ya marginal a nuestra época– es de índole catártica. Es decir, pasa de la economía a la política en medio de convulsiones, luchas exasperadas, calambres esparcidos por doquier y, especialmente, a través de la capacidad de situar pequeños corpúsculos (una instantánea frase) en los grandes panoramas del problemático horizonte político de estos días. Este corpúsculo, como si se pudiera aislar con una pequeña pinza de cirugía textual, enclaustra una explicación, un programa, un llamado. Los mismos que ayer decían una cosa que les convenía, hoy les conviene decir la contraria. Pero “son los mismos”. Esto también debe ser reflexionado. Los “mismos” existen, pero cambian sus lenguajes y posiciones, ver por todos lados imposturas porque son los primeros en saber la materia de la que ellas tratan.

También pueden ser recortados a través de un ejemplar aislado, “gerente de la Shell”, pongamos por caso, pero es para que el pensamiento concreto y singular se convierta en una determinación más generalizadora. El pensamiento debe ir, de ida y vuelta, del personaje concreto y de la frase concisa a las voluminosas estructuras de la situación y a los nuevos llamados de actividad colectiva, desprendidos los pululantes anecdotarios que operan como folletín chismoso de la época, follaje trivial que impide una cosmovisión efectiva. ¿Ella está en los grandes programas, en explícitos análisis concretos? Sí, pero si vacilásemos en percibirlos, lo que quizás es la nota de la hora –de preocupada expectativa–, aquí tenemos la expresión de un pequeño retazo de temporalidad, el momento súbito y de apariencia improvisada en que se arroja una frase.

Frase acotada que provee un síntoma de inteligibilidad investida de poder catártico: las políticas que afligieron al país hace más de una década tienen su lujo y su jactancia en decir ahora lo contrario a lo que antes sostenían, con la displicencia del que sabe que una incoherencia tan específica puede ser evidencia de que los poderes conservadores tradicionales pueden volver a confiar en que su explícita discrepancia entre ayer y hoy significa que siguen estando, y que se proponen estar sin que importe el despropósito discursivo. Es más, que se proponen estar porque pueden convertir un despropósito en sentido común.

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