ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: CóMO REDEFINIR LA ESTRATEGIA OFICIAL LUEGO DEL FALLO ADVERSO DE LA OMC

El diseño de la política comercial

Las economías desarrolladas se han, justamente, desarrollado en base a férreas políticas de protección de su infraestructura productiva. Los especialistas analizan alternativas para mantener las barreras sin ser sancionados por el regulador global.

Producción: Javier Lewkowicz

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Ejemplo de las potencias

Por Ariel Schale *

Vamos a los números. En los últimos doce años (2003-2014) Argentina le compró al mundo productos por 578 mil millones de dólares. La serie de importaciones del Indec que se inicia a partir del año 1910 muestra que, si sumamos las compras realizadas por nuestro país hasta el año 2002, alcanzamos una cifra cercana a los 388 mil millones de dólares. Es decir, en el último siglo, nuestro país importó sólo el 70 por ciento de lo que importamos en los últimos doce años. Asimismo, si consideramos que en el año 2003 las importaciones de Argentina alcanzaron los 13.850 millones de dólares y lo comparamos con los 74 mil millones de dólares registrados al 2011 (record de la serie), se observa que Argentina multiplicó cinco veces sus compras externas en ese lapso. Los datos demuestran que, en el marco del comercio internacional y sopesando las participaciones relativas, el comportamiento importador de nuestro país en los últimos doce años ha sido extraordinario: los números acompañan esta afirmación de cualquier forma en que se los diseccione.

Ahora bien, esto no ha ocurrido a pesar de la administración del comercio que el Gobierno ha llevado adelante en estos años, sino gracias a ello. En efecto, la política comercial (entre otra batería de políticas públicas) ha permitido reconstruir un tejido productivo que derivó en un notable crecimiento del mercado interno, constituido por consumidores con trabajo (los únicos consumidores sustentables) que han requerido de mayor consumo de productos nacionales y, a la vista está, de mayor cantidad de productos importados.

El reciente fallo adverso de la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre la política comercial argentina, que paradójicamente se inicia en 2012 luego de que Argentina haya alcanzado el record de sus compras al mundo, habla mal de la OMC. Este fallo devela que, detrás de su misión discursiva de promocionar el comercio, en la OMC se anida y prima el interés político-comercial de las economías desarrolladas, centrado en la apertura de los potenciales mercados destino para sus producciones. Se afirma la ceguera de esta posición, pues si se desmantelaran los instrumentos de nuestra política comercial, Argentina volvería a ser rápidamente, vía destrucción de industrias y de puestos de trabajo, un país comprador de 10 mil millones de dólares en lugar de los 50 mil millones de dólares promedio registrado en el período de referencia.

Las economías desarrolladas se han, justamente, desarrollado en base a férreas políticas de protección de su infraestructura productiva. Han aplicado, aplican y aplicarán instrumentos de resguardo comercial para sus industrias. Lo hicieron antes de la existencia de la OMC con políticas arancelarias y lo hacen hoy con una intensa utilización de medidas tradicionales de defensa comercial y por medio de la aplicación de novedosas barreras no arancelarias que restringen el acceso a sus mercados. Predican la libertad de comercio (para ganar mercados), pero son los campeones del proteccionismo (para resguardar el propio). Pareciera contradictorio pero, en realidad, es una fórmula muy consistente. Estrategia, por cierto, que cuenta con la funcionalidad de la OMC de manera central.

Volvamos a los números. Según datos de la OMC, en la actualidad el comercio internacional se despliega en el marco de más de 34 mil medidas no arancelarias. Estados Unidos se ubica en primer lugar con 4289 medidas no arancelarias en vigencia, Holanda con 2196, China con 2127, Brasil con 1832 medidas y le siguen Francia, Alemania, Italia, Suecia, Bélgica, España, Reino Unido, Canadá, Corea, Japón, los cuales operan con un set de barreras no arancelarias que van desde 1200 a 1700 medidas de restricciones al comercio. Argentina recién aparece, muy relegada, en el puesto 42 de esta tabla liderada por las principales potencias exportadoras de productos industriales.

Así están las cosas y no hay que quejarse por ello. Existe la obligación de comprender el entorno donde se opera para decidir correctamente por dónde seguir. Argentina tiene derecho a ser un país industrial y –es más– debe serlo. Este sendero requiere de una política comercial activa y desplegada en su doble dimensión. Por un lado, aprovechar la oportunidad para fortalecer en calidad (de concepción y aplicación) los instrumentos de defensa comercial, esto es: los sistemas de licenciamiento, antidumping, salvaguardias, medidas compensatorias, el fomento de acuerdos entre sectores privados, medidas sanitarias y fitosanitarias, procedimientos aduaneros y de control fiscal. Por otro lado, es necesario seguir potenciando la promoción de nuestras exportaciones agroalimentarias y del sector manufacturero con contenido de valor agregado sin descuidar la enorme oportunidad que nos brinda la plataforma del sector de servicios, el cual empieza a ocupar un rol relevante en el marco de las negociaciones económicas internacionales.

* Director ejecutivo Fundación Pro Tejer.


Aportes para un debate

Por Sergio A. Woyecheszen *

A rgentina está cerrando un período histórico, con fuerte crecimiento del consumo y la inversión, estimulados ambos –de forma directa e indirecta– por una política fiscal expansiva que incluyó mayor cobertura previsional, política social, crecimiento de la masa salarial e inversión pública. Este crecimiento ha contribuido tanto en la generación de empleo como en la recuperación de los ingresos reales, claves para las mejoras en materia distributiva y la reducción de la pobreza. No obstante esto, dadas las tensiones propias de estos procesos en economías como la argentina, el gran desafío por delante es profundizar muchos de estos cambios, orientándolos hacia una estrategia de desarrollo. Esto supone, entre otras cosas, sostener la reducción de las brechas de productividad entre sectores y empresas, acelerar la agregación de valor y revertir, en determinados rubros de mayor contenido tecnológico, el balance deficitario entre exportaciones e importaciones.

Una de las áreas claves de cara a este objetivo general es la política comercial externa, parte activa de una inserción internacional virtuosa, en un mundo cada vez más complejo, globalizado y multipolar. El punto de partida es sostener y profundizar los procesos de integración del Mercosur, Unasur y Aladi, entre otros, como base para lograr un intercambio comercial con el resto del mundo acorde a las necesidades de nuestro desarrollo, con mayor balance en términos de integración nacional y contenido tecnológico.

Desde lo programático, ello requiere, en primer lugar, de una administración del comercio que no sólo evite la competencia desleal en el mercado interno, sino que amplíe al mismo tiempo las oportunidades para la sustitución de importaciones, no solo del presente sino también las del futuro, clave para la creación y desarrollo de miles de pequeñas y medianas empresas.

Al mismo tiempo, deberán sostenerse y ampliarse los distintos instrumentos existentes en la actualidad para promover el crecimiento de las ventas de bienes y servicios al exterior, por medio tanto de incentivos como de la asistencia para la apertura de mercados, a través de un apoyo integral para la exportación, misiones comerciales, ferias y exposiciones, entre otras.

Asociado a esto se encuentra también la promoción de las inversiones extranjeras directas en nuestro país, con compromisos claros en materia de integración nacional, innovación, ciencia y tecnología y empleo.

Avanzar en este sentido es clave. Sin ello el sostenimiento de una demanda efectiva pujante, necesario para traccionar el aumento de la inversión y la productividad, termina por sufrir una fuga creciente hacia bienes importados, presionando sobre el balance de pagos y las reservas y forzando –eventualmente– la devaluación de la moneda nacional, con consecuencias directas e indirectas en materia inflacionaria (que lejos está de ser un fenómeno monetario).

Desarrollo para Argentina supone, de esta forma, atender un doble desafío que por un lado logre sostener un régimen macroeconómico orientado a mayor demanda, liderado por empleo y salario, y por otro acelere el cambio estructural y la transformación productiva, de cara a reducir la heterogeneidad estructural y atenuar paulatinamente la presión de la escasez de dólares (restricción externa).

Y la planificación de este proceso, a nivel regional y sectorial, ha sido la razón de ser de la Fundación DAR desde sus inicios, a finales de 2013. Hemos terminado la primera etapa de los lineamientos para el desarrollo económico en la cual se identificaron:

- Los eslabones débiles o ausentes de cada cadena de valor, delineando regímenes específicos de promoción, condicionados y flexibles a resultados previamente pautados (agregación de valor en origen, reinversión de utilidades, exportación, nacionalización de partes y piezas y la generación de empleo).

- Las prioridades en materia de capacitación según sector de actividad, incluyendo oficios, uso y manejo de nuevas tecnologías y calidad.

- Las pautas para ampliar las capacidades e incorporación del conocimiento, tecnología y diseño a lo largo de cada una de las 13 cadenas de valor analizadas (36 sectores), balanceando al mismo tiempo las relaciones de poder hacia dentro de cada una,

- Las necesidades en la asistencia para la implementación de normas técnicas y de calidad. Para ello resulta clave el desarrollo y fortalecimiento de laboratorios para realizar certificaciones, controles y homologación de piezas, partes y máquinas, así como fortalecer los ya existentes.

* Economista. Subsecretario de Industria, Comercio y Minería de la provincia de Buenos Aires. Coordinador del área de Desarrollo económico y productivo. Fundación DAR.

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Imagen: Joaquín Salguero
 
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