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“El momento es ahora: lo hacemos o no lo hacemos”

El titular de PDVSA, quinta exportadora de crudo del mundo, apuesta a cambiar las reglas del mercado, como lo hizo con el rol de su empresa. Y espera tener a Argentina como socio.

 Por Raúl Dellatorre

Cuando Hugo Chávez logró conjurar el golpe en su contra, en abril de 2002, convocó a Alí Rodríguez para hacerse cargo de PDVSA, uno de los bastiones del golpismo. El ex abogado y militante de la guerrilla venezolana le impuso un giro de 180 grados a la política de la mayor exportadora de crudo del continente y la quinta en el mundo, y ahora busca contagiar ese cambio de reglas a todo el negocio petrolero global. Vino a la Argentina no sólo para abrir las oficinas de PDVSA en Buenos Aires, sino en busca de un socio para su propósito: el Estado argentino. De esto y de varias cosas más conversó con Página/12.
–Aparentemente, no habría razones para que los precios del petróleo hubieran tenido esta escalada en los últimos meses, ya arrancando desde un valor bastante alto. ¿A qué lo atribuye?
–Primero, consideremos que el aumento es muy relativo. A precios de la década del 70, el valor actual estaría por debajo de los 10 dólares el barril. Ahora, en la coyuntura, es cierto, hay factores extraeconómicos que están pesando en el aumento del precio, como el alto grado de especulación en el mercado de futuros. Fíjese que uno de los precios de referencia es el del crudo WTI, cuya producción no debe llegar a los 600 mil barriles diarios, contra una producción global de 84 millones de barriles (menos del uno por ciento). No debería tener peso en la cotización mundial. Sin embargo, como cotiza en Nueva York, en el principal mercado de operaciones, el Nymex, orienta el precio. Y lo que ha habido es un vuelco de las inversiones especulativas provenientes de las “high tech” (empresas tecnológicas), producto de la caída de algunos negocios importantes en ese rubro, a la búsqueda de una oportunidad en el petróleo.
–¿Cómo hace un país como Argentina, que produce petróleo pero que les compra a las productoras privadas a precio internacional, para no quedar atrapado en esa trampa especulativa?
–Argentina tiene todas las probabilidades para resolver el problema. Si bien las reservas probadas no son tan altas, hay formaciones que no han sido tocadas. Argentina puede tener una participación significativa en el mercado petrolero. En eso creemos todos y vamos a estar trabajando con Enarsa, una vez que esté constituida. Con las condiciones que posee, Argentina no debería estar obligada a hacer sacrificios para abastecerse de energía.
–Venezuela tiene una fuerte empresa petrolera estatal que controla el mercado interno y es la quinta exportadora del mundo. Argentina tiene todo su mercado energético desregulado y privatizó todas sus empresasenergética. ¿Qué tipo de estrategia en común se pueden dar bajo estas condiciones?
–No te lo podría adelantar ahorita. Enarsa todavía no está constituida. Pero seguramente los negocios conjuntos empezarán por la distribución (comercialización de combustibles). Se verá más adelante qué otros negocios pueden desarrollarse. Creo que hay un horizonte muy promisorio para ambos países. Un proyecto como Petrosur, en el que esperemos ver integrados a Brasil y Bolivia, tiene un potencial enorme, teniendo en cuenta que América latina es un mercado de 540 millones de habitantes, mucho más que el mercado estadounidense. Y el momento es ahora: lo hacemos o no lo hacemos. Seguimos el mismo camino que nos ha conducido a un recurrente fracaso o vamos por un sendero de cooperación. Y esto lo tiene que hacer el Estado, no lo pueden hacer los sectores privados.
–Pareciera que procesos de integración como el Mercosur precisamente han chocado con frustraciones porque más que integrar proyectos nacionales se buscó proteger a las empresas privadas de uno y de otro lado, que seguían compitiendo entre sí.
–Es la historia económica del mundo: la competencia conduce al monopolio, al desplazamiento de un competidor por otro.
–¿Y para esto no es necesario que exista una presencia fuerte de empresas estatales en cada país?
–Es lo mejor que puede suceder, porque no es un problema puramente económico. Es un problema, antes que nada, político. De construcción política. Y por lo tanto, tiene que tratarse como asunto de Estado.
–Hace dos años cambió la conducción de PDVSA y cambiaron las reglas de juego en el sector petrolero venezolano. ¿Cómo se llevan hoy con el capital privado?
–Los capitales siempre van donde consiguen mejor rentabilidad. Hoy las petroleras hacen cola para ingresar a Venezuela. Otras vienen operando con importantes inversiones. En este momento, Chevron Texaco está cerrando un contrato muy importante de exploración y producción. Cuando se formuló la nueva ley de hidrocarburos, aprovechamos los muchos años de experiencia acumulada por PDVSA para saber cuánto puede soportar pagar una empresa para explotar un recurso que es de la Nación. Y llegamos a la conclusión de que la inversión podía tener muy buenos resultados pagando un 30 por ciento de regalías y un 50 por ciento de impuesto a la renta en el caso del petróleo, y 20 de regalía y 34 de impuesto en el caso del gas. Más adelante, incluso, pensamos que esta relación puede mejorar para el propietario del recurso, la Nación, en la medida en que las nuevas tecnologías bajen los costos. El propietario del recurso debe tener derechos sobre los beneficios de esas mejoras.
–Este tipo de vinculación con el sector privado difiere bastante de lo que uno suele escuchar como exigencia al Estado de parte de las empresas petroleras en Argentina...
–¿Sabes cuál es el problema que está planteado en las relaciones del negocio petrolero? Tenemos un gran escenario internacional (desplaza el índice sobre el sillón de cuero, como si dibujara sobre una mesa de arena). En ese escenario participan varios actores protagónicos. Uno de estos actores son las naciones, los dueños del recurso. Los yacimientos que están, por ejemplo, en Argentina son propiedad del pueblo argentino. El Estado es el administrador del recurso, y es así en todo el mundo, incluso en Estados Unidos, con la relativa salvedad de que el propietario superficial tiene derechos también sobre el subsuelo. Pero aun así, es el Estado quien regula, quien controla. Durante muchos años, las “Siete Hermanas” (grandes petroleras multinacionales) regularon la producción a nivel mundial para manejar los precios. Pero luego esta regulación pasó a manos de los estados, en representación de sus naciones. Y esas nacionestienen derecho a una remuneración justa por el uso de sus recursos, que además son agotables. Otro actor son los consumidores. Y cuando hablamos de grandes consumidores, hablamos de las grandes potencias industrializadas, cuyo consumo per cápita es infinitamente mayor que el resto. Y los consumidores también tienen un legítimo derecho, el acceso a la energía. Y para posibilitar ese acceso el precio tiene que ser razonable. Ahí hay fuertes intereses confrontados. Y ese es un problema que sólo puede tener solución política. El otro actor es la empresa privada. Si tú vienes a mi país para extraer petróleo, debes pagar una remuneración justa, en especies (producto) o efectivo, según lo determine el Estado. Y asociarte al Estado, que tiene un mínimo de participación del 51 por ciento.
–La descripción del escenario es plausible. Ahora, la interrelación entre los actores no sé si se compadece con las condiciones impuestas por los sectores dominantes.
–Déjame decirte otra cosa: el problema del petróleo no es de izquierda o derecha. Es un problema nacional (subraya y enfatiza la última palabra). Y esto es lo que explica por qué en una institución como la OPEP participan distintos sistemas políticos, como el reino de Arabia Saudita y la República Bolivariana de Venezuela, o Nigeria, Libia, Argelia, Indonesia. Si se comparan los regímenes políticos, las diferencias son tremendas, pero coinciden en la defensa de un interés común en su carácter de propietarios de un recurso nacional.
–Algunos le dirían que hoy hablar de interés nacional es anacrónico frente al avance de la globalización...
–Ese es el discurso neoliberal. Pero anda tú a decirle a Estados Unidos que renuncie a sus intereses nacionales. Estados Unidos interviene en Irak con el discurso de que está defendiendo la seguridad nacional, la soberanía de Estados Unidos. Dile a Alemania, a Francia, a Inglaterra o a Japón que se olviden de su interés nacional. No hay país que agite tanto la bandera del patriotismo como Estados Unidos. Entonces, ¿por qué nosotros nos tenemos que olvidar, cuando tenemos mil veces más razones que las grandes potencias para defender nuestro interés nacional?

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Alí Rodríguez, presidente de Petróleos de Venezuela, PDVSA. Pieza clave de Hugo Chávez.
“La cuestión petrolera es, antes que nada, política. Debe tratarse como asunto de Estado.”
 
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