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Los empresarios de IDEA hacen equilibrio frente al Gobierno

Ni amigos ni enemigos, ni obsecuentes ni prescindentes. El nucleamiento empresario que reúne a las compañías más grandes del país se esfuerza por encontrar su lugar ante el poder político. La nueva conducción apunta a recuperar un perfil académico.

 Por Cledis Candelaresi

El Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina, cuyas reuniones anuales fueron hasta hace poco escenario para difundir mensajes de funcionarios y hombres de empresa, intenta un discreto reposicionamiento ante el poder político. “Ni amigos ni enemigos” sería la consigna de esa entidad patronal, que aspira a recuperar el perfil de nucleamiento académico, lejos de las controversias con el Gobierno que en los últimos años se generaron desde los coloquios de IDEA. Aunque la intención es no caer en la obsecuencia, la estrategia de este grupo patronal libera aún más el terreno para la gestión de Néstor Kirchner, a la que prácticamente no hay gremio empresario que enfrente públicamente.

Una prueba de esto es lo que ocurrió el jueves pasado en el precoloquio de Rosario, la primera de una serie de reuniones anuales. Aunque el afán de los periodistas produjo entre los asistentes declaraciones sobre un álgido tema de coyuntura como la crisis energética, el temario de exposiciones se ciñó a la competitividad de la agroindustria, sin opiniones concretas sobre medida alguna.

Hace dos años, los presidentes de IDEA y del coloquio, Alfredo Coto y Enrique Pescarmona, respectivamente, provocaron desde la misma tribuna las iras del Presidente al opinar que los ajustes de salarios resultaban inflacionarios, justo cuando se intentaba vía decreto forzar algunas recomposiciones y mientras los mercantiles intentaban cerrar un acuerdo paritario. Cinco meses después, en el coloquio de Mar del Plata, algunos pronósticos empresarios sobre la inflación anual inspiraron otra arremetida presidencial, básicamente contra el dueño de la cadena de supermercados, a quien acusó de operar en negro. La conmoción fue tal que los centenares de ejecutivos y dueños de empresas asistentes al cónclave de tres días, desde el segundo se llamaron inmediatamente a un silencio difícil en una reunión que siempre tiene gran cobertura mediática.

Roberto Lavagna, en su condición de ministro de Economía, fue el único de la gestión de gobierno que aceptó ir a esos encuentros, en los que defendió la política de congelamiento de las tarifas públicas. Kirchner, al igual que el titular de Planificación, Julio De Vido, nunca aceptó el convite, diferenciándose nítidamente de sus antecesores, Fernando de la Rúa y, básicamente, Carlos Menem. Pero lo que las autoridades de IDEA de ese momento sufrieron como un desaire, hoy lo consideran un hecho absolutamente natural y lógico, que vuelve las cosas a su lugar.

Según recuerda su actual titular y hombre de Microsoft, Gustavo Ripoll, IDEA hace cincuenta años que existe y hasta 1989 ningún presidente había asistido a las reuniones sin que eso fuera interpretado como algo extraño. La intención es recuperar esa normalidad, poniendo de relieve lo que el joven ejecutivo subrayó al cierre de la reunión de Rosario: que IDEA es una entidad de capacitación, en la que en el último año tomaron cursos de formación 5500 directivos.

La actual conducción del Instituto también niega que su núcleo de asociados represente el establishment económico, a pesar de que entre ellos figuren también las firmas más grandes del país en todos los rubros. Ese status, sugieren, le correspondería a la Asociación de Empresarios de la Argentina (AEA), el núcleo patronal que preside Luis Pagani, de Arcor, y que surgió en los albores de la presidencia de Eduardo Duhalde para “orientar” al gobierno en el medio de la crisis. La realidad es que, desde entonces, la Asociación nunca salió al ruedo con ninguna posición provocadora y sus comunicados suelen ser elípticos y de moderado tono académico.

IDEA tampoco quiere cultivar un perfil gremial. Al decir de sus directivos, eso les corresponde a entidades como la Asociación de Bancos de la Argentina o la Unión Industrial Argentina, esta última muy emparentada con las políticas oficiales y poco proclive a formular cualquier crítica. Por eso, los actuales conductores del Instituto buscan dejar en claro que lo que pueda expresar alguno de su socios, sea ejecutivo o dueño, es siempre una opinión particular y no una acción de lobby coordinado. “Si algún asociado alguna vez usó la Institución para provecho propio, fue una cuestión suya. Pero es imposible consensuar criterios respecto de qué hay que decir entre socios que tienen intereses bien diferentes”, asegura Ripoll, quien promete nuevos aires en el Instituto cincuentenario.

En función de esta remozada estrategia, la agenda para armar los debates públicos ya no acusaría el ánimo de congraciarse con el Gobierno como las que se diseñaron en los últimos años, en las que se incluyeron, novedosamente, temas sociales como pobreza y distribución del ingreso. La intención, incluso, es no ignorar otras cuestiones urticantes, como la falta de transparencia en algunos renglones de la gestión pública. Por eso ya hay contactos con especialistas de la Universidad de Yale para que vengan a exponer en la reunión anual de noviembre sobre mecanismos para controlar la corrupción. Cuando el temario esté cerrado, los hombres de IDEA aseguran que invitarán a las máximas autoridades del Gobierno a participar del encuentro anual, que tendrá lugar a días de las elecciones presidenciales de octubre.

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Enrique Pescarmona fue el último presidente del Coloquio de IDEA, sin críticas al Gobierno.
 
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