EL MUNDO › LA PRESENCIA DE SHIMON PERES EN PARIS PROVOCO UN REVUELO ENTRE ARABES E ISRAELIES

El Salón del Libro fue un campo de batalla

Países e intelectuales árabes boicotearon el evento cultural. Francia argumenta que la invitada era la literatura israelí.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

El gran acontecimiento cultural del año se tiñó con las tensiones de la política internacional. El conflicto en Medio Oriente, concretamente los antagonismos entre los países árabes e Israel, perturbó la realización del Salón del Libro de París, que se inauguró ayer en presencia del presidente israelí, Shimon Peres. Muchos países e intelectuales árabes boicotearon el Salón del Libro por varios motivos: sea para protestar contra la política israelí en los territorios palestinos, para poner en tela de juicio la existencia misma del Estado de Israel o porque juzgaron que consagrar esta gran manifestación cultural a un Estado como el israelí se aparentaba más con la propaganda hacia dicho Estado que con la promoción de la cultura.

Países como el Líbano, Arabia Saudita, Irán, Túnez, Marruecos y Yemen, así como la Unión de Escritores palestinos, editores argelinos, marroquíes o egipcios componen la vasta franja de quienes llamaron a un boicot del Salón del Libro. En medio de un delirio donde los argumentos de unos y otros suenan como misiles, los organizaciones del evento –el Sindicato Nacional del Libro– explican que “es la literatura israelí la que está invitada y no el Estado de Israel como tal”. Es lícito resaltar que Francia invitó efectivamente a los escritores israelíes, sea cual fuere su posición ideológica o su postura ante el derecho de los palestinos. Entre los autores más conocidos se encuentran muchas figuras de la izquierda israelí conocidas por las severas críticas contra las orientaciones políticas del Estado de Israel. Amos Oz, Avraham B. Yehoshua y David Grossman al igual que otras plumas de la joven literatura israelí –Eshkol Nevo, Etgar Keret y Ron Leshem– están entre los invitados más esperados.

La polémica que suscitó la presencia de Israel con el estatuto de invitado de honor en momentos en que se cumplen 60 años de la creación del Estado de Israel dejó en la sombra el propósito inicial enunciado por los organizadores: hacer conocer “una literatura dinámica, de una gran riqueza, a imagen y semejanza de una sociedad multicultural”.

Ayer, al inaugurar el Salón, Shimon Peres declaró que quienes “quieren quemar los libros, boicotear la sabiduría, impedir la reflexión, bloquear la reflexión se condenan a sí mismos a ser ciegos, a perder la libertad”. Según Peres, “los libros están hechos para despertar la reflexión, para que se unan las ideas”. En los últimos días, los llamados al boicot del Salón y las críticas contra el invitado de honor se hicieron masivas. Marruecos, Túnez y Argelia anunciaron que anulaban la reservación de sus stands oficiales, al tiempo que la Organización Educativa, Científica y Cultural Islámica (Isesco) exhortó a los 50 Estados-miembro a boicotear el Salón. Isesco considera que los honores que se le rinden a Israel no corresponden con las “atrocidades, la opresión, la miseria, el hambre y el cerco del pueblo palestino”.

Las reacciones más virulentas se produjeron en Egipto. Mohamed Salmawy, presidente de la Unión de Escritores Egipcios y de la Unión de Escritores árabes, fustigó la iniciativa francesa, críticas a las que se sumaron varios sindicatos egipcios oriundos de ramas tan dispares como la de los médicos o los ingenieros. Una delegación representando a los sindicatos y a los escritores y editores presentó una protesta oficial al embajador francés en Egipto, Philippe Coste. La nota dice: “Rendirle honores a Israel en el Salón del Libro de París con el apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores es un desafío al sentimiento de millones de palestinos que desde hace más de medio siglo soportan las peores ocupaciones”. El escritor egipcio Alaa al Aswani, autor del best-seller El edificio Yacubian, dijo que “invitar a un país culpable de crímenes contra la humanidad es una falta muy grave”. Sin embargo, el autor no se sumó al boicot y acudió al Salón del Libro pero adelantó que distribuiría fotos “de niños palestinos y libaneses víctimas de la política israelí”.

La polémica opuso no sólo a árabes e israelíes, sino que ganó el seno de cada trinchera. Así, otro famoso escritor egipcio, Gamal Ghitani, criticó el “infantilismo político” de quienes protestaron ante la Embajada de Francia. En Israel también el tema provocó divisiones. El escritor israelí Amos Oz estimó que quienes “llaman al boicot no se oponen a la política de Israel sino a su existencia”. Meïr Shalev observó que comprendería perfectamente si la gente denunciara un salón que se llevase a cabo durante “el aniversario de la Guerra de los Seis Días que condujo a la ocupación (de los territorios palestinos), pero escandalizarse por la celebración de los 60 años del Estado equivale a decir que se habría preferido que ese país no exista”.

En cambio, el poeta israelí Aaron Shabbtaï sí compartió la posición de los árabes y no aceptó la invitación. Para Shabbtaï, el salón del libro es una “ocasión de hacer propaganda, una ocasión en la cual Israel va a mostrarse como un Estado que tiene una cultura, poetas, pero escondiendo que en este mismo momento está cometiendo crímenes terribles”. Por lo pronto, con o sin polémica, quienes aún leen libros por lo que narran y por las hojas, de la existencia y de la estética que despejan podrán conocer autores de una gran fuerza y fineza. Entre las incontables obras que aparecen en Francia, el libro de David Grossman, En la piel de Gisela, política y creación literaria, brilla con su potencia de planeta raro y lúcido. Grossman, que perdió su hijo de 21 años durante la guerra del Líbano –2006, la última contra el Hezbolá–, aporta esta inquietante reflexión sobre el truncado proceso de paz israelo-palestino y la actitud de los dirigentes israelíes: “Han hecho tan poco para preservar esa rara posibilidad que nos dio la historia. Derrochar ese milagro es imperdonable”.

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El presidente israelí, Shimon Peres, estuvo en la inauguración del Salón del Libro de París.
Imagen: AFP
 
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