EL MUNDO › INCIDENTES EN GRECIA DURANTE EL SEPELIO DEL JOVEN EJECUTADO

Ardió el funeral de Alexis

Después del entierro, manifestantes tiraron piedras a la policía y se armó una batahola. En diferentes zonas de Atenas, Salónica, Patrás, Ioanina o la isla de Rodas estallaron nuevos brotes de violencia. Cierran al tránsito el centro de Atenas.

 Por M. A. Sánchez-Vallejo *

Desde Atenas

Una multitud silenciosa despidió a primera hora de la tarde de ayer los restos mortales de Alexis, como todos lo llamaban. El joven Alexandros Grigoropulos, de 16 años, que resultó muerto el pasado sábado por el disparo de un policía, recibió sepultura en el cementerio de Palios Faliros, localidad vecina a Atenas donde, como todos preveían, se produjeron violentos disturbios tras el sepelio. No fue el único lugar del país: en diferentes zonas de Atenas, Salónica, Patrás, Ioanina o la isla de Rodas estallaron nuevos brotes de una violencia próxima al estado de guerra. El centro de Atenas permaneció ayer cerrado al tráfico, como anticipo de lo que hoy puede suceder durante la jornada de huelga general convocada por los sindicatos.

A la ceremonia fúnebre de Alexis, seguida por cientos de personas, no se permitió el acceso a las cámaras. De hecho, las televisiones locales sólo pudieron ofrecer dos planos fijos, tomados desde el exterior del camposanto, del séquito y del momento de la inhumación. Pasadas las cuatro de la tarde, el ataúd blanco con los restos de Alexis desapareció del plano. Las imágenes siguientes, minutos después, fueron ya de disturbios y enfrentamientos. A los de Palios Faliros se sumaron los choques entre policías y jóvenes encapuchados en Nea Smirni, otra localidad del cinturón metropolitano de Atenas.

La muerte de Alexis, a quien los manifestantes aseguran dedicar sus acciones –así lo afirman pintadas callejeras como “Estos días son de Alexis”–, marca un antes y un después en un país que no había conocido jamás tal grado de violencia. En la plaza Síntagma, el kilómetro cero de Atenas, se hizo de noche prematuramente en torno a las 2 de la tarde. El humo negro de plásticos quemados se mezclaba con los botes de humo disparados por los antidisturbios. La furia desatada recordaba en cierto modo la primera Intifada: un combate de David contra Goliat, de piedras contra gases lacrimógenos. Pero la desproporción en el recurso a la fuerza no es monopolio de ninguno de los bandos. Dos televisiones locales, los canales privados Alpha y Mega, denunciaron ayer con imágenes el uso de pistolas por parte de la policía en dos ocasiones: la primera, el domingo, en Salónica; la otra, ayer a mediodía, en Síntagma. Algunos manifestantes, por su parte, no se conformaron con arrojar piedras, también usaron vallas, palos o papeleras. Y los más radicales, cócteles molotov.

De las dos manifestaciones convocadas en la mañana de ayer en la capital, la primera, organizada por el Partido Comunista de Grecia –KKE, en sus siglas en griego–, congregó alrededor de 2000 personas entre estudiantes, docentes y sindicalistas del sector de la enseñanza. No faltaban algunos niños, dado que los colegios e institutos cerraron ayer sus puertas por orden del Ministerio de Educación. La marcha, que transcurrió entre la plaza Omonia y Monastiraki, a los pies de la Acrópolis, se desarrolló sin incidentes gracias a un modélico servicio de orden. La otra concentración, mayoritariamente estudiantil, fue la que terminó en violencia ante el Parlamento, en Síntagma. Entre 12 y 15 manifestantes resultaron heridos por traumatismos.

A media tarde, los disturbios se habían generalizado hasta alcanzar zonas hasta entonces inmunes a la violencia. Era la hora de los encapuchados, armados con palos y bates de béisbol, u ocultos bajo cascos de motorista. “Saludamos y damos la bienvenida a los jóvenes que no se cubren la cara”, era la consigna más repetida entre los profesores y los estudiantes que participaron en la primera marcha de la mañana. Porque con la irrupción de los encapuchados se dispara el vandalismo. Dos palabras se repiten sobremanera estos días en los medios de comunicación y en las calles: hooligans y vándalos. Otra frase favorita es “Atenas parece Irak”.

A juzgar por los destrozos causados, por el sonido de cristales rotos y el olor a plástico quemado, la comparación no parece exagerada. O por los edificios eviscerados, que parecen haber sido bombardeados. Desde anoche, los propietarios de algunos comercios del centro duermen dentro de su establecimiento para evitar los saqueos. Otros pretenden contener la furia aniquiladora a base de planchas de metal y rejas dobles, pero los esfuerzos parecen vanos. Sólo había que ver la montaña de ordenadores quemados, achicharrados, a las puertas de una sucursal del Banco Nacional de Grecia para constatar que ni las rejas ni la seguridad más sofisticada, pueden impedir el desastre.

En el plano político, muy a la zaga de la calle, el Partido Socialista Panhelénico –Pasok, en sus siglas en griego–, en la oposición, reclamó la convocatoria de elecciones anticipadas. Su líder, Yorgos Papandreu, se reunió por la mañana con el primer ministro, Kostas Karamanlis, que previamente había realizado consultas a los líderes de su partido, Nea Dimokratía –Nueva Democracia, ND–. El gabinete pidió a través de un portavoz “el apoyo de todas las fuerzas políticas y del conjunto de la sociedad, en especial de los padres y de los hijos” para enfrentar la crisis. El ministro de Interior, Prókopis Pavlópulu, en la picota por la actuación policial que costó la vida de Alexis, se limitó a comentar que “debemos aprender de lo sucedido”. Por la mañana se especulaba con la posibilidad de que el primer ministro decretase el estado de excepción en el país, pero por la tarde, en el transcurso de una comparecencia que tuvo lugar a las 8 de la tarde –la primera desde el inicio de las revueltas–, Karamanlis se limitó a pedir que terminaran las manifestaciones.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Manifestantes desafían a la policía frente al Parlamento de Atenas tras el entierro de Alexis.
Imagen: AFP
 
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