EL MUNDO › OPINION

Comencemos por la verdad

 Por Marcelo Birmajer

En su columna titulada “Los palestinos deben sufrir”, publicada en Página/12 el 26 de enero de 2009, Ruben Dri afirma:

“La historia, en este sentido, no miente. En 1948, las potencias victoriosas de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y Gran Bretaña, comienzan a dar forma al sueño sionista, transportando a Palestina a judíos que habían sufrido la persecución genocida del régimen nazi. Los habitantes nativos, los palestinos, fueron expulsados y masacrados por los recién venidos, que contaban con el apoyo de la maquinaria bélica de Estados Unidos”.

Por supuesto que la historia no miente, el que está faltando a la verdad es Ruben Dri. En el año 1939, Gran Bretaña, al mando del Mandato sobre Palestina, decretó el Libro Blanco que limitaba a unos pocos miles la cantidad de judíos admitidos en ese territorio. A lo largo de la Segunda Guerra Mundial, mientras los nazis aniquilaban a los judíos, los ingleses les impedían entrar al único sitio en donde hubieran podido pelear por sus vidas: o los mataban en los barcos ilegales, o los encarcelaban en campos de concentración –no de exterminio– en Chipre. De ahí que el principal líder de la población judía de Palestina, David Ben Gurion, expresara: “Combatiremos contra los nazis como si no existiera el Libro Blanco, y combatiremos el Libro Blanco como si no existiera la Segunda Guerra”. El 29 de noviembre de 1947, cuando se votó a favor o en contra de la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, cuando los sobrevivientes de la Shoá necesitaban su último refugio, Gran Bretaña se abstuvo. La primera potencia en votar a favor de la creación de Israel fue la Unión Soviética, con un discurso verdaderamente sionista de su canciller, Andrei Gromyko.

Todos los grupos judíos: el Palmaj, La Haganá, el Irgún, el Stern, combatieron contra los ingleses, hasta el mismo día de la declaración de Independencia. Y cuando el día de la declaración de la Independencia seis Estados árabes invadieron el recién creado Estado de Israel, la posición oficial inglesa, y sus remanentes militares en Palestina, se volcaron mucho más a favor de los árabes que hacia los judíos.

La segunda mentira de este párrafo:

“Los habitantes nativos, los palestinos, fueron expulsados y masacrados por los recién venidos, que contaban con el apoyo de la maquinaria bélica de Estados Unidos”.

Estados Unidos no sólo no vendió ni un fusil a Israel en el ’48, sino que impuso un veto a la venta de armas a este país. Las únicas armas que lograron recibir de otra nación los judíos de Israel, en esa guerra en la que murió el uno por ciento de la población judía del recién nacido Estado, fue de Checoslovaquia, por orden de Stalin. Y no fue “una maquinaria bélica”, sino los más rudimentarios armamentos de auto-defensa.

“La Unión Soviética no puede sino expresar su sorpresa ante la posición adoptada por los estados árabes en la cuestión palestina y particularmente ante el hecho de que esos estados, o algunos de ellos al menos, hayan llegado a enviar sus tropas a Palestina.” Andrei Gromyko, delegado de la URSS ante la ONU, 21 de mayo de 1948.

“No conocemos un solo caso en que las fuerzas armadas de Israel hayan invadido el territorio de otro Estado”, Andrei Gromyko, ante la ONU, 28 de mayo de 1948.

Estados Unidos votó con mucha renuencia a favor de la partición en el ‘47, y no movió un dedo para colaborar con el recién nacido Estado, más allá del reconocimiento que, como cualquier conocedor superficial de la historia respectiva sabe, sólo se logró luego de arduas discusiones dentro del Departamento de Estado, con la férrea oposición, entre otros, del general Marshall (el arquitecto político y económico de la Europa de posguerra).

La cita con la que Dri comienza su columna, “Persigo a mis enemigos, acabo con ellos y no vuelvo hasta haberlos acabado; los derribo y ya no pueden levantarse, caen y quedan bajo mis pies [...] Me obedecen pueblos desconocidos. Hijos de extranjeros me vienen a alabar, son todo oídos y me obedecen. Los hijos de extranjeros desfallecen y abandonan temblorosos sus refugios” (Cántico del rey David; 2 Sam 22, 38-39; 45-46).

Miles de años anterior al conflicto, no es un error histórico sino un despliegue de malicia conceptual. Dri llama, correctamente, nativos a los árabes de Palestina; pero “recién venidos” a los judíos. Pongámonos de acuerdo con cómo manejaremos los tiempos: si un cántico del rey David, oriundo de Jerusalén, vale como cita en este conflicto, entonces los judíos eran en 1948 igualmente nativos de Palestina, descendientes directos del rey David, como Dri sugiere. Pero si preferimos aportar ideas para la paz entre los pueblos, entonces dejemos por un momento a un lado las citas violentas del Corán y de la Torá, y busquemos, en cambio, aquellos párrafos que puedan acercarnos en vez de enardecernos. Seguramente, con un poco de buena fe, podemos lograrlo. Comenzando por la verdad.

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