EL MUNDO › LOS CANDIDATOS MEXICANOS ASISTIERON A LA MISA OFICIADA POR EL PAPA EN SU úLTIMO DíA DE VISITA

Un rezo mediático con Ratzinger

Al pontífice le contaron que avanza en el Legislativo una reforma constitucional que permitiría a los curas operar radio y televisión; también ser candidatos a puestos de elección popular.

 Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

Política, religión y crimen organizado. Si esto hubiera ocurrido en Brasil, sería una gran telenovela, pero en México los culebrones no se ocupan de nada que tenga el menor atisbo de realidad. En lugar de eso, la noticia controlada: la visita de Joseph Ratzinger convertida en la exacerbación de la doble moral, la mediatización del fanatismo y la disputa por la influencia sobre una masa católica tan grande que es la segunda nación con más seguidores en el mundo. Las emisoras televisivas elevadas a púlpito distorsionan la memoria histórica de las guerras por el laicismo libradas en este país en los siglos XIX y XX y sepultan en la generalidad de la conmiseración cristiana a los casi 60 mil muertos por la violencia y la corrupción solapada o promovida por el gobierno conservador de Felipe Calderón.

En pleno proceso electoral para elegir nuevo presidente de la República el próximo 1º de julio, los candidatos punteros Enrique Peña Nieto (PRI) y Josefina Vázquez Mota (del oficialista PAN) se dan fraternalmente la paz y acuden a la misa oficiada por Ratzinger, mientras el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, se olvida por un día de su eterna referencia histórica: Benito Juárez, benemérito de las Américas, el mayor liberal de nuestra historia, quien hizo de México un Estado laico al separar para siempre al gobierno y a la Iglesia Católica. O eso creíamos, porque el jefe del Estado Vaticano es recibido el viernes con la noticia del avance legislativo de una reforma constitucional que permitiría a los curas operar radio y televisión, dar instrucción religiosa en escuelas públicas, ser candidatos a puestos de elección popular y oficiar ceremonias religiosas en espacios públicos sin previa autorización gubernamental.

El reino en la tierra de los canales televisivos da cuenta de la contrarreforma y su cobertura de la misa del domingo llega a la abyección, en sintonía con el despliegue de recursos públicos derrochados en cobijarse bajo el manto de una fe que cada vez les alcanza menos.

Felipe Calderón convertido en el primer acólito de la nación. Así como hace seis años se apoyó en el Ejército para simular legitimidad en el cargo de presidente, hoy, casi 60 mil muertos después de declarar la guerra al narcotráfico, acude a la religión como acto de campaña de su partido. Calderón juega a los dados con la democracia y viste de blanco a los hijos de Juan Camilo Mouriño y de Francisco Blake Mora, sus dos secretarios de Gobernación muertos en accidentes aéreos, para que liberen palomas blancas desde un balcón, el sábado. Calderón convierte la reunión de jefes de Estado en acto de contrición y planta frente al Papa a víctimas de la violencia, sólo las ocho que él eligió, provocando la vergüenza vaticana que primero niega que el acto haya ocurrido y luego lo minimiza como un simple “saludo”. Calderón se forma el primero para recibir la comunión durante la misa televisada, el domingo, a la que acuden los tres candidatos presidenciales.

Ratzinger no se dio por enterado de la narcotregua que desde días antes de su llegada a México anunciaron Los Caballeros Templarios (un desprendimiento del cartel de La Familia Michoacana), en mantas colocadas en media docena de ciudades del estado de Guanajuato en las que anuncia una “narcotregua” y se desliga por anticipado de posibles actos de violencia. Por las dudas, hay 17 mil elementos para la seguridad papal. Como sea, la narcotregua parece haber funcionado. Los relativamente pocos muertos durante la estancia de Ratzinger dan un respiro a la psicosis nuestra de cada día, aunque no faltan los que caen en la tentación de seguir jalando del gatillo. Hay quien bromea y pide que Ratzinger se quede otro tiempito entre nosotros, los pecadores.

En su papel de papa, Benedicto XVI lamenta la violencia y expresa su deseo de que el país la supere, pero deja esa tarea a su Dios y a la virgen de Guadalupe, a quienes pide su intercesión. Eso se lo agradecemos hasta los que somos ateos extremos, habida cuenta de la incapacidad gubernamental en éste y casi cualquier otro tema por los que el Papa, lamentablemente, parece que no va a orar.

Da para un rosario:

Por las miles de víctimas mexicanas de la pederastia clerical, ignoradas durante décadas por la Iglesia Católica, particularmente aquellos ultrajados por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, protegido por Karol Wojtila, el anterior Papa, y a quienes Ratzinger se negó a recibir... Por los adolescentes que optan por asesinar su futuro contratándose como sicarios... Por la muerte impune de 46 niños y el calvario de las heridas a otros 76 en la guardería ABC en Sonora, hace ya casi tres años, por las que se responsabilizó a 19 funcionarios estatales y federales, pero sólo una persona ha sido juzgada... Por los más de tres mil desaparecidos en los últimos cinco años (hay quien dice que son 10 mil...). Por los cientos de miles de desplazados por la violencia (son 150 mil nada más en Ciudad Juárez) que huyen incluso al extranjero... Por los “daños colaterales”, como miserablemente les llama el gobierno derechista a los miles de muertos en fuego cruzado y en ejecuciones sumarias a manos de las fuerzas armadas o de pandillas criminales... Por los 50 millones de pobres que cada día están más cerca de no tener ya nada que perder...

Rueguen por ellos y por nosotros.

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El papa Benedicto XVI lamentó la violencia y expresó su deseo de que México la supere.
Imagen: EFE
 
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