EL MUNDO › EL PRESIDENTE HOLLANDE HIZO DE FRANCIA EL PRIMER PAíS EUROPEO EN CONSIDERAR COMO INTERLOCUTORES A LOS REBELDES

París sólo reconoce a la oposición siria

En el plano interno, el socialista dio un paso atrás sobre la promesa del derecho de voto de los extranjeros. Otro asunto polémico es el otorgamiento de un crédito fiscal a las empresas por unos 20.000 millones de euros financiados con el aumento del IVA.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Apurado por la crisis, por la incertidumbre que suscitó el rumbo inesperado de su política económica, los malos sondeos de opinión y los ataques feroces de Alemania, el presidente francés, François Hollande, dio la primera conferencia de prensa de su mandato. La gran misa mediática apuntó a restaurar la palabra presidencial en un contexto de profundas dudas y cierta confusión derivados de las renuncias a varias promesas electorales y la ruta elegida, en muchos casos contraria al mensaje de la socialdemocracia. En este primer encuentro “cara a cara” (así lo definió Hollande), el jefe del Estado hizo de Francia el primer país europeo en reconocer a la oposición siria, agrupada en la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (Cnfors), como la representante legal del pueblo sirio. Hollande precisó que “Francia reconoce a la Coalición Nacional Siria como la única representante del pueblo sirio y, por consiguiente, como el futuro gobierno provisional de la Siria democrática que permita acabar con el régimen de Bashar al Assad”. El jefe del Estado siguió los pasos de su predecesor, Nicolas Sarkozy, quien, cuando estalló el conflicto en Libia, hizo de París el primer país del Viejo Continente que reconocía a la oposición libia como el interlocutor legítimo del pueblo libio.

Fuera de este capítulo, el mandatario francés protagonizó otro episodio contracorriente de las promesas electorales que puso sobre la mesa durante la campaña electoral para las elecciones presidenciales de abril y mayo pasado. Desandar lo prometido parece ser la imagen de marca que va acuñando el Ejecutivo. Hollande dio un paso atrás sobre la reiterada promesa del derecho de voto de los extranjeros. Este planteo figura entre los 60 compromisos asumidos por el hoy presidente cuando presentó su plataforma presidencial. Hollande descartó ayer la idea de recurrir a un referéndum para que se apruebe esta iniciativa y puso el destino del derecho de voto de los extranjeros en manos del Parlamento. Esta promesa ha sido un discurso constante de la izquierda desde que el difunto presidente socialista François Mitterrand ganó las elecciones en mayo de 1981, pero la palabra quedó en letra muerta. El hecho es que el Ejecutivo no cuenta en este momento con la mayoría necesaria para que el derecho de voto de los extranjeros en las elecciones locales sea una realidad. La reforma impone la modificación de la Constitución y la izquierda no suma la mayoría de diputados y senadores para aprobarla. Por consiguiente, sin el referéndum prometido y sin la mayoría en las cámaras, el histórico compromiso se volverá humo. La derecha francesa, agrupada en la sarkozista UMP, ya lanzó una campaña nacional contra esta reforma.

Hollande defendió con vehemencia las orientaciones que le dio a su mandato y negó la evidencia misma, es decir, el cambio de ruta de su política. Hollande defendió una agenda para “la reconquista del porvenir” y aseguró que sus decisiones se apoyaban en una meta, “la recuperación” económica”. “No preparo la suerte de la próxima elección, sino la suerte de la próxima generación”, puntualizó el presidente. El dirigente socialista rehusó los análisis que apuntan hacia un cambio neto de orientación política. Según el jefe del Estado, las decisiones que tomó son “conformes a mis compromisos, a mis principios y, sobre todo, a los intereses de Francia”. En el lenguaje de Hollande hay un antes y un después. Resulta atractivo ver el ejercicio verbal como estrategia para justificar las medidas. A años luz de su mensaje prepresidencial, Hollande dijo ayer que la alternancia política “cambia el poder pero no cambia la realidad”. Luego, ante las amenazas y proyecciones que ponen a Francia como la próxima víctima de la crisis, el presidente enfatizó: “El ocaso no es nuestro destino”. Según afirmó, bajo su influencia se logró otra “orientación de Europa”. Hollande tuvo también que justificar varias de las medidas adoptadas hasta ahora: uno, los 20 mil millones de euros en impuestos suplementarios y los 10 mil millones en economías presupuestarias. Hollande aclaró que ese “esfuerzo” estaba compensado por dos principios: “La justicia, porque se le pide a los más favorecidos que hagan el sacrificio esencial (los ricos pagarán más impuestos): y el empleo, ya que todos los dispositivos a favor de las pymes han sido preservados”.

De manera global, Hollande afirmó que “el 70 por ciento del esfuerzo le es exigido al 20 por ciento de nuestros conciudadanos”. El segundo caso controvertido de la intervención presidencial fue el otorgamiento de un crédito fiscal a las empresas por unos 20.000 millones de euros financiados con el aumento del IVA. Esta iniciativa que pone a toda la sociedad a pagar más gravámenes también se inscribió en total oposición a sus planteos preelectorales. El aumento general del IVA era, de hecho, una propuesta de la derecha que Hollande siempre rechazó.

El Ejecutivo aprobó la semana pasada un “pacto nacional por el crecimiento, la competitividad y el empleo” que engloba esa concesión fiscal para las empresas. Para el jefe del Estado, ese pacto apunta “a producir mejor y más en Francia”. Con todo, el anuncio de ese pacto implicó el reconocimiento, por parte del socialismo francés, de que el problema de la competitividad de las empresas no está en la no reinversión de los dividendos, sino en el elevado costo de la mano de obra y de las cotizaciones sociales que se desprenden del sistema de protección francés. El repetido reclamo empresarial encontró eco en los oídos socialistas. Hollande justificó ese paso y dijo que no se trataba “de un regalo” a las empresas sino de “una palanca”.

Seis meses después de haber llegado al poder al cabo de tres derrotas sucesivas en las elecciones presidenciales (1995, 2002, 2007), el mandatario socialista asumió un acto de pedagogía para explicar el cómo y el porqué de una política que apenas refleja el sueño que nació con la batalla presidencial. Los analistas locales suelen decir que, antes de llegar al sillón presidencial, Hollande no era consciente de la amplitud de la crisis que azota al Viejo Continente. El mandatario aseguró ayer que “más que una crisis estamos viviendo un cambio del mundo”. En todo caso, un sondeo realizado por la encuestadora Viavoice para el diario Libération explica los factores de la masiva impopularidad del mandatario del primer ministro. El aumento de los impuestos es el primer factor de la impopularidad (31 por ciento). Le siguen la crisis económica y social (27 por ciento) y la falta de soluciones que estén a la altura de la crisis (26 por ciento).

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Hollande defendió con vehemencia las orientaciones que le dio a su mandato y negó un cambio de ruta de su política.
 
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