EL MUNDO › EL 2012 SERá RECORDADO POR LA CRISIS ECONóMICA

La Italia de la zozobra

Los italianos están tratando de recuperarse de los muchos impuestos y recortes inventados por el gobierno del primer ministro dimisionario Mario Monti. Crece la expectativa por las elecciones parlamentarias de febrero.

 Por Elena Llorente

Desde Roma

El 2012 ha sido para Italia el año de las sorpresas y de los sustos, a nivel político y económico, y será recordado como uno de los más difíciles desde la posguerra. Algunas han sido sólo “sorpresas”, así, entre comillas, y otras han despertado estupor realmente y podrían ser una señal de un cambio en la composición del panorama político italiano. De los sustos, ni qué decir, porque los italianos todavía están tratando de recuperarse de los muchos impuestos y recortes inventados por el gobierno del primer ministro dimisionario Mario Monti de acuerdo con sus colegas europeos. Y los efectos de esta política económica seguirán pesando en el presupuesto de las familias durante el 2013 y más. Por eso, muchos esperan ver qué tipo de respuesta dará el electorado en las próximas elecciones parlamentarias del 24 y 25 de febrero.

Si se habla de “sorpresas”, algunas no han sido más que reiteraciones sin vergüenza, como el retorno a la política de uno de los personajes públicos con más procesos –en acto y concluidos– en su contra: Silvio Berlusconi. Ahora que se ha transformado casi en un “oriental”, con una cirugía estética que le aplastó los ojos, y que tiene una novia 49 años más joven que él, Berlusconi promete guerra a Monti, al que acusa de haber hundido todavía más al país. Y promete crear una comisión parlamentaria de investigación sobre el actual gobierno. Si gana, claro...

Otras “sorpresas” estaban cantadas desde hace días, como la posible presencia en el próximo gobierno constitucional de Monti. Il Professore, como lo llaman, que no puede ser candidato en las elecciones porque es ya senador vitalicio, puede en cambio ser elegido después por el Parlamento como primer ministro o simplemente ser un ministro designado por el futuro premier.

Estupor ha causado en cambio que Monti se haya erigido en el líder de un movimiento de centristas, de empresarios –que se ofrecen a financiar su campaña electoral– y de católicos, que cuenta con el visto bueno del Vaticano, dato no menor en un país donde el 98 por ciento de los votantes son católicos aunque poco practicantes. L’Osservatore Romano, el diario vaticano, además, le dedicó una elogiosa editorial. Estupor ha causado también el aval con que contaría Monti, según encuestas que le asignan entre el 15 y el 20 por ciento del electorado, más que al Pueblo de la Libertad (PDL) de Berlusconi. El mayoritario sigue siendo el Partido Democrático (centroizquierda), con el 25 por ciento.

De ser ciertas estas previsiones, el panorama político italiano habría cambiado radicalmente después de tres años de crisis económica. Ya no estaría repartido esencialmente entre dos formaciones mayoritarias de marcado signo opuesto como lo fue desde la posguerra –comunistas y democristianos entonces, centroderecha y centroizquierda hasta ahora–- sino que el centro adquiriría vuelo propio, no ya como partido minoritario en alianzas que no controlaba.

Por lo visto los cristiano-democráticos de la Unión de Centro, los de la derecha y ex aliados de Berlusconi de Futuro y Libertad, la formación Italia Futura, de Luca Cordero di Montezemolo, actual dirigente de la Ferrari, que apoyan a Monti, han entendido que su guía les garantizará votos. Aceptaron el programa de reformas que Il Professore propuso y ahora se disponen a presentar, bajo del nombre de Agenda Monti para Italia, una lista única para el Senado y listas separadas para la Cámara de Diputados. Pero Monti al parecer tendrá la última palabra en cuanto a los candidatos. Ha designado un supervisor, Enrico Bondi, con una larga trayectoria en la restructuración de empresas como Parmalat, para que controle el curriculum de los candidatos y sus antecedentes judiciales.

El PDL y el PD, aunque muy opuestos en sus modos de pensar, están preocupados porque la Agenda Monti promete robarles unos cuantos votos. El PDL por ahora sólo despotrica contra el premier y con eso pretende ganarse a los sectores medios, descontentos con los aumentos de impuestos, de tasas sanitarias, y de la edad jubilatoria, entre muchas cosas.

El PD y sus aliados, los socialistas y los de Izquierda, Ecología y Libertad, de Nichi Vendola, insisten en dos aspectos que consideran no cumplidos por el gobierno Monti: creación de empleos y mayor justicia social. Y como táctica para estas elecciones han elegido, entre otras cosas, postular grandes personajes, como uno de los más famosos jueces antimafia del país, Piero Grasso, que dice que revolucionará el área de la Justicia. Otros aliados del PD han optado por crear un nuevo partido, el Centro Democrático, que pretende captar los centristas cercanos al centroizquierda.

Monti se hizo cargo del gobierno hace 13 meses, a pedido del presidente de la República, Giorgio Napolitano, y con el acuerdo del PDL, que entonces gobernaba, y del PD, en la oposición. Pocos podían entender por qué Berlusconi aceptó el “gobierno técnico” como se lo llamó desde el principio. Es que la economía italiana y su credibilidad internacional se estaban viniendo a pique. De Berlusconi, en efecto, se conocía en el mundo más sobre sus fiestas del bunga bunga que sobre sus planes económicos. Los gobiernos europeos no lo tomaban en serio. Retomar la credibilidad –que afectaba a las propias empresas de Berlusconi como se verificó entonces–- y en consecuencia mantener el delicado equilibrio de los mercados, fue la consigna. Y claramente Berlusconi no podía hacerlo. Tampoco el líder del PD, Pierluigi Bersani, que por venir del comunismo no les habría gustado a los dichosos mercados. El hombre elegido fue Monti, economista, rector de la prestigiosa Universidad Bocconi de Milán, comisario europeo en algún momento, lo que le dio trascendencia internacional. Berlusconi bajó la cabeza y Bersani también y se comprometieron a no boicotear las medidas tomadas por el primer ministro hasta que Italia saliera del pozo.

Después de 13 meses, a decir verdad, con una desocupación que supera el 11 por ciento, una desocupación juvenil cercana al 36 por ciento y un PIB negativo desde el año pasado, del pozo no se ha salido. Los optimistas esperan que durante el 2013 haya síntomas de recuperación.

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Un hombre en estado de desesperación se prende fuego a lo bonzo a la luz del día en Roma.
 
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