EL MUNDO

Cuatro días de despedidas, llanto, reflexión y compromiso

Cincuenta y cinco presidentes le rindieron honores de Estado, entre ellos líderes de diferente signo político como Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera, Rafael Correa, Raúl Castro y, desde más lejos, el iraní Mahmud Ahmadinejad.

 Por Mercedes López San Miguel

Desde Caracas

Nadie que haya presenciado los funerales de Estado en la capilla ardiente de la Academia Militar puede decir que Hugo Chávez era un líder aislado o que “no tenía una imagen favorable en Latinoamérica”, como tituló ayer el diario opositor El Universal. Cincuenta y cinco presidentes le rindieron honores de Estado, entre ellos, líderes de diferente signo político como Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera, Rafael Correa, Raúl Castro y, desde más lejos, el iraní Mahmud Ahmadinejad, al que se lo vio secarse algunas lágrimas y besar el féretro. Hasta el rey Juan Carlos envió a su heredero a la Corona a rendirle un solemne tributo.

Nadie que haya visto llegar a Caracas a la presidenta Cristina Fernández, su par uruguayo José Mujica y su mujer Lucía Topolansky, embargados de emoción e impulso, puede decir que sus colegas más cercanos no le pusieron el corazón. Dijo la mandataria argentina: “En esta ocasión, lo mío no es protocolar. No vine a despedir a un presidente sino a un compañero y un amigo”. Durante el velatorio, Mujica se abrazó con fuerza al ataúd y en ese momento no era más que un hombre mayor acongojado.

En las palabras de Correa se plasmó el sentimiento de muchos de sus pares. “Venezuela ha perdido a su presidente. América latina, a un líder histórico. Nosotros, a un queridísimo amigo, a un hermano.” En opinión del ex mandatario brasileño Lula da Silva, quien vivía con soltura su amistad con el líder bolivariano: “No basta un siglo para producir un hombre de las cualidades de Chávez”. Lula y Dilma también vinieron a Caracas a despedirse.

Pasó por delante del féretro Nidia Díaz, la ex comandante de la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y ahora diputada salvadoreña, el viernes, Día Mundial de la Mujer. Y rescató la política del gobierno de Chávez en favor de la igualdad. “Con la Misión Milagro se ayudó a tratamientos de la vista a los pacientes, siendo que un 70 por ciento eran mujeres. Chávez siempre tenía un enfoque de género –dijo Díaz–. En las políticas públicas y en el trabajo de base social son las mujeres las protagonistas.”

Nadie excepto Obama habrá entendido por qué el orador invitado, el reverendo norteamericana Jesse Jackson, usó las mismas dos palabras que usan las embajadas de Estados Unidos para referirse a países con los que mantienen relaciones tensas: transición ordenada. “La transición tiene que ser ordenada; contamos con una gran nación; es lo correcto políticamente.” Claro que el referente en la defensa de los derechos de los afroamericanos también deseó, a través de su fe, que entre Washington y Caracas se tendieran puentes. “Esperamos que podamos avanzar en paz y mejorar los puentes.”

Se sabe la relación de complicidad y el mutuo cariño que se tenían Fidel Castro y Hugo Chávez. Vale recordar una anécdota que contó el líder venezolano una vez en su programa, que tanto ilustra ese vínculo. “Lo que me dijo Fidel un día por teléfono:

–Chávez, ¿dónde estás tú ahora?

–No, salí a caminar por ahí.

–Ah, bueno, andas por ahí.

Y me dijo para despedirse:

–Bueno, yo también ando por aquí y es que tú y yo, Chávez, no somos presidentes, sino somos dos tipos que andamos por ahí.”

Nadie, excepto una madre, puede estar en la piel de lo que sintió Elena Frías de Chávez. La madre del presidente no cesaba de llorar durante el funeral. Con frecuencia se colocaba sobre el rostro un pañuelo blanco con el que secaba sus lágrimas. La tristeza de Frías pareció aún más profunda cuando Maduro colocó sobre el féretro la espada de Simón Bolívar.

Dijeron que el cuerpo de Chávez va a ser embalsamado, colocado en una urna de cristal y llevado al Museo Histórico Militar, en el popular barrio 23 de Enero, como recordatorio del 4 de febrero de 1992, cuando el grupo de paracaidistas entre los que estaba Chávez tuvo que rendirse ante el frustrado golpe contra Carlos Andrés Pérez.

Escribió Chávez desde la cárcel. “Aviones rasantes/centellas enemigas/miles de ojos miran inocentes/niños enjaulados en latas y cartones/ a las faldas de la colina...”

Nadie que haya recorrido los kilómetros y kilómetros de fila de personas que fueron a despedirse de su presidente durante los últimos cuatro días y que pasaron hasta 24 horas de espera puede negar que se trata de un fenómeno de masas e histórico como pocos. Hasta hubo quien pasó dos veces a ver el féretro. Era el caso de una mujer de nombre Zulay Pérez. “Nunca será suficiente el esfuerzo que pueda hacer para venir acá. El nos abrió los ojos y hasta descuidó su salud por el amor que le tenía a Venezuela.”

Desde el primer día del velatorio quedaba claro que si no lo prolongaban muchísima gente no podría darle el último adiós y se frustrarían por la impotencia. Las vallas casi no podían contener el aluvión rojo y algunos guardias las sostenían haciendo un gran esfuerzo.

Por el Paseo de los Próceres, donde se encuentran en lo alto los enormes monumentos de héroes de la patria como Simón Bolívar, resonaron con fuerza bocinas, canciones de Alí Primera y audios con la voz de Chávez cantando o contando un relato. A lo largo de las filas, frases como “lo amo demasiado”, “se me quedó aquí en el pecho”, “siento un vacío muy grande” se mezclaban con sollozos y cánticos y aplausos. El cineasta Carlos Azpurúa lloró como un niño viendo por la pantalla grande los honores que se le rendían al mandatario y cantó el segundo himno venezolano, “Alma llanera”: “Yo nací en esa ribera del Arauca vibrador/soy hermano de la espuma/de las garzas, de las rosas y del sol.”

En medio de tantas expresiones de dolor, el diario El Universal especulaba con que el cuerpo de Chávez comenzó a ser preparando para ser embalsamado antes de que lo anunciara Nicolás Maduro, el jueves. Y el otro diario opositor de mayor circulación, El Nacional, decía –citando a O Estado de São Paulo– que Dilma Rousseff habría comentado que Chávez debió haberse tratado en Brasil. Una crítica velada que el periódico hizo a Cuba, país que el líder venezolano eligió desde el comienzo para darle batalla a su enfermedad y que es reconocido mundialmente por su sistema de salud.

Nadie que no sea venezolano puede sentir lo que hoy vivencian millones.

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La bandera venezolana flamea en la entrada de la Academia Militar de Caracas, donde descansan los restos de Chávez.
 
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