EL MUNDO › EN EL REINO UNIDO UNA MAYORíA RECHAZA LA OFERTA POLíTICA DOMINANTE

Austeridad y desencanto

El sondeo de opinión que publicó The Guardian alerta sobre una peligrosa desconexión entre los votantes y la democracia que está favoreciendo a la extrema derecha xenofóbica del UKIP, que se perfila como la tercera fuerza política británica.

 Por Marcelo Justo

Desde Londres

La encuesta es un contundente mensaje de fin de año. El sondeo, que buscaba analizar el aumento de británicos que no votan, halló que la inmensa mayoría comprendía la importancia de la política en la vida cotidiana, pero estaban “furiosos” con los políticos porque “no cumplían lo que prometían”, “sólo quieren beneficiarse ellos mismos”, “no dicen lo que piensan” o “dicen todos lo mismo”. El desencanto entre los jóvenes es aún mayor: casi el 80 por ciento rechaza la oferta política dominante.

A cinco meses de las elecciones al Parlamento europeo y a 16 meses de las elecciones generales, el sondeo publicado por el matutino The Guardian alerta sobre una peligrosa desconexión entre los votantes y la democracia, que está favoreciendo a la extrema derecha xenofóbica del UKIP, que está perfilándose como la tercera fuerza política del Reino Unido.

El desencanto es patente al comparar la participación del electorado en la victoria del laborista Harold Wilson en los ’60 con la situación medio siglo más tarde. Un 75 por ciento de los británicos fue a las urnas en 1964 con una participación homogénea de todas las edades. En 2010, los mayores de 65 años mantuvieron una alta participación (76 por ciento), mientras que entre los jóvenes de 18 a 24 años sólo un 46 por ciento se molestó en votar.

Otra manera de medir el desencanto. Desde los ’60 hasta la elección del laborista Tony Blair en 1997 la participación era superior al 70 por ciento. Desde esa fecha hasta hoy ha estado por debajo de ese porcentaje: en 2001 fue del 60 por ciento.

El mensaje fue reforzado durante 2013 por figuras públicas como el ex futbolista del Liverpool y la selección inglesa, Michael Owen (autor de aquel memorable gol contra Argentina en el dos a dos del Mundial de Francia en 1998), quien reconoció públicamente que no había votado jamás en su vida, y el cómico Russel Brand, de 38 años, quien dijo que los políticos eran “todos lo mismo” y que el problema era que no “cambiaban nada”.

Según los politólogos, una de las razones de este fenómeno es que desde el triunfo de Blair en 1997 los partidos buscan ocupar el mismo espacio moderado y centrista. “Si los políticos no se apasionan por su mensaje, ¿cómo van a transmitir algo? Cuando los partidos se hicieron centristas, mucha gente abandonó la política. Cuando empezó el Nuevo Laborismo de Blair, los trabajadores se desconectaron del laborismo”, señaló al The Guardian la politóloga Maria Grasso, de la Universidad de Sheffield.

El fenómeno se vuelve alarmante entre los jóvenes de la era de Twitter y Facebook. La diputada más joven de la Cámara de los Comunes, la conservadora Chloe Smith, de 27 años, reconoció los riesgos que conlleva para la democracia. “Es un problema existencial para el futuro. Tenemos que demostrarles a los jóvenes para qué es la política, por qué la votación importa”, señaló Smith a The Guardian.

El programa de Austeridad de la Coalición Conservadora-liberal demócrata ha golpeado mucho más fuerte a los jóvenes que a los adultos. Mientras que los jubilados han logrado mantener el pasaje gratis en colectivo y otras exenciones, los menores de 25 años son objeto de continuos cortes de los beneficios sociales por desempleo.

En medio de este panorama desalentador, el año se cierra con algunas señales de cambio. El “centrismo” político sirvió hasta el estallido de 2008 porque la sociedad entera estaba “haciendo la plancha”: mientras el crédito fluyera, las mayorías estaban más o menos satisfechas. En el Reino Unido de la Austeridad y los cortes, no ha habido manera de disfrazar la caída del salario real por la disparidad entre un virtual congelamiento de los sueldos y un aumento de la inflación. Este nuevo panorama quedó claro cuando a fines de septiembre el líder de la oposición, el laborista Ed Miliband, prometió congelar las tarifas de electricidad y gas y concitó tal apoyo popular que su mensaje sobre el deterioro del nivel de vida pasó a dominar el debate público.

Entre los menores de 25 años también ha habido señales de cambio desde 2008, como la movilización de los estudiantes en 2010 y 2011 contra la triplicación de las tasas universitarias. Esta movilización ha continuado hasta la fecha con ocupaciones de universidades y conflictos ignorados por la prensa, pero recogidas por las redes sociales. Uno de los pocos medios que cubrió las protestas, The Guardian, recogió un claro mensaje de uno de los estudiantes. “Están tratando de privatizar la educación y convertir a los estudiantes en consumidores. Es el thatcherismo en la universidad”, indicó el estudiante.

Está claro que el consenso conservador que siguió a la caída del Muro de Berlín, dominado por el endiosamiento del sector privado y el consumismo, empieza a ser cuestionado. Un sondeo reciente mostró que la mayoría de los británicos está a favor de una renacionalización de los trenes, el gas y la electricidad. El gran problema es que nadie se ha atrevido a cultivar esta corriente de opinión con un discurso claro. Habrá que ver si el notable éxito que tuvo Ed Miliband con su modesta propuesta de congelamiento tarifario abre las puertas a una alternativa que permita una reconexión del electorado con la democracia.

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El programa de ajuste que implementó el gobierno de Cameron golpeó más fuerte a los jóvenes.
 
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