EL MUNDO › LA UE PROMETE MáS SANCIONES CONTRA RUSIA Y OBAMA LANZA UN ULTIMáTUM A PUTIN PARA QUE DESACTIVE A LAS MILICIAS

Un Día D marcado por amenazas y recelos

Hoy, las potencias europeas y EE.UU. recordarán los 70 años del desembarco aliado en Normandía en plena polémica con Moscú por Ucrania. Paradójicamente, sin la intervención de la entonces Unión Soviética, el nazismo no hubiese caído.

 Por Eduardo Febbro

Página/12 En Francia

Es la primera vez que, desde que estalló la crisis en Ucrania, Putin (der.) tiene enfrente a todos sus pares occidentales.
Imagen: EFE.

Desde París

Normandía prepara su Día D para conmemorar los 70 años del desembarco aliado que marcó el principio del fin del régimen nazi. Las crisis geopolíticas contemporáneas hicieron que quienes desempeñaron un papel fundamental en ese momento histórico concurran a la celebración en un clima de antagonismo alimentado por las tensiones en Ucrania, es decir, la anexión de Crimea por parte de Rusia y las escaramuzas de las milicias prorrusas que actúan en el este del país. La historia da vueltas paradójicas: hace setenta años, sin la intervención de la entonces Unión Soviética, el nazismo jamás hubiese caído. Ahora, las potencias que se aunaron en aquella estrategia se miran con recelo y hasta se amenazan: la Unión Europea promete aplicar más sanciones contra Rusia, mientras que el presidente norteamericano, Barack Obama, lanzó un ultimátum. En una conferencia de prensa conjunta ofrecida en Bruselas con el primer ministro británico, David Cameron, Obama dio el plazo de un mes al presidente ruso Vladimir Putin para que desactive a las milicias pro rrusas, ponga fin al suministro de armamento a través de la frontera entre Rusia y Ucrania, y reconozca al recién electo presidente de esta república, Petro Poroshenko. Putin no reconoce la victoria de Poroshenko porque considera que surgió a partir de un golpe de Estado.

“Vamos a ver lo que hace el señor Putin en el curso de las próximas dos o tres semanas. Si aplica estas medidas, es probable que volvamos a construir la confianza entre Rusia, sus vecinos y Europa”, dijo Obama. Si así no ocurriera, el mandatario adelantó que se impondrían medidas más severas contra los sectores importantes de la economía rusa. Esas son las palabras; los hechos, en cambio, son una novelesca secuencia en busca de equilibrios y consensos. El almuerzo previsto este 6 de junio es uno de esos episodios. El presidente francés, François Hollande, invitó a almorzar en un castillo de la región de Calvados (Château de Bénouville) a los 19 jefes de Estado que asisten a la ceremonia del Día D. Habrá que encontrar una disposición original en la mesa en forma de U para que Barack Obama, la canciller alemana Angela Merkel, el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y Vladimir Putin se sientan cómodos. El momento es doblemente histórico: uno, por la influencia decisiva que tuvieron los rusos en la victoria de los aliados; dos, porque es la primera vez que, desde que estalló la crisis de Ucrania, Putin tiene enfrente a todos sus pares occidentales.

Pero el episodio que precede este megaencuentro en Normandía es aún más revelador de la “interactividad” y la interdependencia con que funciona el mundo de hoy. Hollande hizo malabares para conformar a todo el mundo. El mandatario francés fue el protagonista de una memorable velada que podría llamarse “la noche de la doble cena”. Anoche cenó con Obama en un restaurante parisino (Chiberta) y luego salió corriendo al Palacio presidencial del Elíseo, a donde también había invitado a cenar a Vladimir Putin. Esta doble cena refleja la complejidad de las relaciones internacionales y las propias ambigüedades de Europa. Todos apoyan el discurso de firmeza y las sanciones pasadas, presentes y futuras. Sin embargo, al mismo tiempo que cierran filas detrás de Obama, los europeos deben cuidar la retaguardia de los enormes intereses energéticos, económicos y financieros que están en juego con Rusia.

Washington, a su vez, no tiene las manos limpias en su relación con sus queridos aliados del Viejo Continente. Los ha espiado de manera ultrajante. El viaje del presidente norteamericano a Europa coincidió con la decisión de la Fiscalía Federal de Alemania de abrir una investigación sobre el espionaje que Estados Unidos orquestó a través de su brazo electrónico, la NSA la Agencia Nacional de Seguridad espionaje que llegó incluso hasta el teléfono de Merkel y afectó igualmente a decenas de dirigentes alemanes. A estos detalles mayores se le adjunta la venta de los barcos de guerra franceses Mistral que París le vendió a Rusia. Victoria Nuland, la secretaria de Estado norteamericana encargada de Europa, manifestó su “preocupación” por esa venta. Varios altos cargos norteamericanos reclamaron que se anulara. Y no es todo, porque no hay nadie que no arrastre alguna cuenta pendiente con su querido aliado. Además de la cuestión Ucrania, Moscú sigue dando asilo a Edward Snowden, el ex agente de la NSA que reveló la abrumadora máquina de espionaje planetario que la primera potencia mundial utiliza para violar la intimidad de millones de individuos en el mundo con la complicidad de transnacionales como Google, Yahoo! o Microsoft. A esas fracturas se le agrega la visión controvertida entre los países de Europa Oriental, que se sienten amenazados por Rusia y piden presencia militar, y los de Europa Occidental, en nada sensibles a esos temores sobre el supuesto despertar del nacionalismo ruso. Hoy habrá una celebración extraordinaria: 19 aliados ante la memoria, a la vez trágica y liberadora, del desembarco en Normandía, y al borde de otro episodio de la Guerra Fría por la polifonía de las crisis y los intereses que están en juego en el presente.

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