EL MUNDO › A VELOCIDAD VERTIGINOSA CRECE EL NúMERO DE QUIENES SE DECLARAN ABIERTAMENTE DE ESA TENDENCIA

La derecha brasileña sale del closet y da pelea

En la Cámara de Diputados, la bancada que representa el gran negocio de las sectas evangélicas –los autonombrados obispos y pastores electrónicos– defiende iniciativas contrarias a todos los avances igualitarios y de inclusión social.

 Por Eric Nepomuceno

Página/12 En Brasil

Desde Río de Janeiro

En 1996, cuando el primer mandato de Fernando Henrique Cardoso todavía era moderadamente socialdemócrata, el secretario nacional de Intercambio, del Ministerio de Cultura, se reunió en Madrid con su par español. El gobierno derechista de José María Aznar, del Partido Popular, había debutado hacía poco. El secretario brasileño, que tenía buenos contactos con el gobierno anterior, del socialista Felipe González, quería conversar sobre acuerdos y proyectos bilaterales. El funcionario español aclaró a su interlocutor cuáles eran las directrices culturales de la izquierda, y luego mencionó las de la derecha. El brasileño quedó esperando por la secuencia, es decir, cuáles serían las líneas del nuevo gobierno español. Y sólo entonces se dio cuenta de que el funcionario del gobierno Aznar se reconocía claramente como de derecha.

La sorpresa del integrante del gobierno de Cardoso era comprensible: al fin y al cabo, en Brasil nadie, ni siquiera el más retrógrado de los partidos, se admitía como de derecha. Todos se decían de centro.

Pasado el tiempo, desde hace como tres o cuatro años, y en velocidad vertiginosa, crece en Brasil el espacio ocupado, especialmente en los medios de comunicación, por los que se declaran abiertamente de derecha. Toda la furiosa campaña contra el PT en primer lugar, Lula da Silva en segundo y luego Dilma Rousseff encuentra fuerte eco en el Congreso, especialmente en la Cámara de Diputados, donde la bancada que representa al gran negocio de las sectas evangélicas –los autonombrados obispos y pastores electrónicos– defiende iniciativas contrarias a todos los avances igualitarios y de inclusión social. Buen ejemplo de eso es el proyecto de ley, defendido por el presidente de Diputados, el evangélico Eduardo Cunha, que propone, como respuesta al Día del Orgullo Gay, se decrete el Día del Orgullo Heterosexual. Sería apenas cómico, si no fuese el reflejo de una amplia serie de otros proyectos que van de la prohibición de clases de orientación sexual en las escuelas públicas al combate abierto de lo que llaman “dictadura de las minorías”, en referencia tanto a afrodescendientes como a indígenas, al reconocimiento de derechos de las parejas homoafectivas y a todo lo que suene como contrario “a la moral y a las buenas costumbres”.

En los medios de comunicación, periodistas de trayectoria más bien discretas hasta hace un par de años ganaron espacio consolidado. El otrora respetable semanario Veja, de la editorial Abril, abriga a un grueso puñado de columnistas que se dedican, de manera extremadamente agresiva, a demonizar no sólo al gobierno, al PT y a Lula, sino a todo lo que les parezca izquierdista. Su principal estrella es Reynaldo Azevedo, cuyo texto bien estructurado no ahorra expresiones que, más que agresivas, suelen ser directamente groseras. Además del sitio de Veja en Internet, Azevedo es también columnista del diario Folha de Sao Paulo y participa de programas de la radio Joven Pan, de San Pablo.

El caso de esa radio, a su vez, sirve de redondo ejemplo del avance desmesurado de la derecha. Hasta hace poco, la emisora agonizaba por falta de audiencia. Fue cuando su sagaz propietario decidió abrir espacio a una programación exclusivamente dedicada a bombardear con cualquier tipo de argumento –lo que incluye denuncias infundadas e informaciones claramente manipuladas– al PT, a Dilma, a Lula y a la izquierda en general. Resultado: la moribunda emisora pasó a integrar la lista de las más oídas en San Pablo. Esa tónica –inventar denuncias, crear falsas verdades, acusar sin ningún pudor– es la principal característica de la nueva derecha. Son varias las estrellas de esa nueva ola en las redes sociales. Pocas, sin embargo, tienen público tan amplio como Olavo Carvalho, que se autotitula “filósofo” (jamás concluyó un curso académico de filosofía). En el mercado editorial, los libros escritos por Carvalho y sus pares suelen superar la marca de los cien mil ejemplares, para la alegría de los editores.

El epicentro de esa derecha que asume su verdadero rostro está en las clases medias de San Pablo, la mayor y más rica ciudad brasileña. Pero otros grandes centros urbanos, como Curitiba, Belo Horizonte y hasta Río de Janeiro, por años considerada la más progresista ciudad del país, también cuentan con gruesos contingentes de lo que, en Estados Unidos, serían alegres integrantes del ultraconservador Tea Party. Además de la furiosa y desmedida campaña contra la izquierda brasileña, otros gobiernos regionales suelen provocar urticaria en sus voceros. Cristina Kirchner, Rafael Correa son blanco de epítetos ofensivos. Evo Morales, a su vez, suele ser tratado como “falso indio”, mientras que Nicolás Maduro y su antecesor, Hugo Chávez, son “dictadores sanguinarios”. De Cuba y Raúl Castro, mejor ni hablar.

Ese fenómeno, cuya fuerza no deja de crecer, dio impulso a las manifestaciones callejeras del pasado marzo, cuando alrededor de un millón y medio de brasileños (sus defensores en la prensa primero hablaron de “más de dos millones”; ahora, ya mencionan “más de cuatro”) se unieron en gritos que iban del pedido de retorno de los militares al fin del gobierno de Dilma. En poco más de una semana, el domingo 16, habrá nuevas marchas defendiendo la deposición de Dilma, ahora claramente apoyadas por los partidos de oposición, empezando por el PSDB presidido por el mismo Aécio Neves que salió derrotado el pasado octubre.

Los organizadores esperan por lo menos cuatro millones de furiosos manifestantes. Pero esta vez, dadas la insatisfacción generalizada y la inmovilidad del gobierno, puede que ese número sea verdadero. Los estrategas de Dilma ya empiezan a trazar proyecciones sobre el tamaño del desastre y sus consecuencias inmediatas. El cuadro es feo.

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El evangélico Eduardo Cunha, presidente de la Cámara baja, propuso que se decrete el Día del Orgullo Heterosexual.
Imagen: AFP
 
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