EL MUNDO › EL SINODO DE LOS OBISPOS CATOLICOS QUE CONCLUYO AYER EN ROMA PRESENTO UN DOCUMENTO

Una apertura a divorciados y homosexuales

El texto presenta al papa Francisco una serie de consideraciones sobre la familia, incluidas recomendaciones para la mayor “integración” de los divorciados en la Iglesia, y pide “discernir” sobre las “diversas formas de exclusión”.

 Por Washington Uranga

Después de tres semanas de deliberaciones, el Sínodo de los Obispos Católicos concluyó ayer sus deliberaciones en Roma aprobando, por amplia mayoría de los 270 participantes, un extenso documento de 94 artículos en el que se presentan al Papa una serie de consideraciones sobre la familia, incluidas recomendaciones para la mayor “integración” de los divorciados en la Iglesia y, sin pronunciarse en forma específica sobre los procedimientos, se pide “discernir” sobre las “diversas formas de exclusión” que pesan sobre estas personas, que “no solo no tienen que sentirse excomulgadas”, sino que “pueden vivir y crecer como miembros vivos de la Iglesia”. Al hablar en la clausura del debate el papa Francisco afirmó que los “verdaderos defensores de la Doctrina no son los que defienden la letra”, sino quienes reconocen “el espíritu”, “la gratuidad del amor y del perdón de Dios”.

El documento, que necesitaba por lo menos los dos tercios de los participantes para resultar aprobado, tuvo un amplio respaldo de los padres sinodales. Los párrafos en los que se trata el tema de los divorciados (84 a 86) fueron los que mayor cantidad de votos en contra cosecharon (72, 80 y 64 respectivamente).

Siguiendo el criterio de transparencia elegido por Francisco para su pontificado, inmediatamente después de recibido el texto en italiano el Papa decidió darlo a publicidad, incluyendo el resultado de las votaciones artículo por artículo.

Respecto de las cuestiones doctrinales que tanto preocuparon a algunos de los sinodales más conservadores, el documento reafirma la “indisolubilidad” del matrimonio “entre un varón y una mujer” y cierra toda posibilidad de asimilar a “matrimonio” las uniones entre personas del mismo sexo. No hay en este sentido ninguna modificación en la Doctrina tradicional de la Iglesia Católica.

Existe sin embargo una referencia específica a la homosexualidad en el capítulo titulado “Situaciones complejas”. Se dice allí que la Iglesia, tomando el ejemplo de Jesús, ofrece “su amor ilimitado a cada persona sin excepción”. Se alega entonces que “la Iglesia reafirma que toda persona, independientemente de su orientación sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, con cuidado para evitar cualquier marca de discriminación injusta”. El párrafo, uno de los que más resistencias cosechó entre los sinodales, obtuvo no obstante 231 votos a favor y 37 en contra.

Pero a renglón seguido y hablando “en relación a las propuestas para establecer equivalencia entre el matrimonio y las uniones entre personas homosexuales”, se ratifica que “no hay ninguna base para asimilar o establecer ni remotamente la asimilación entre las uniones homosexuales y el designio de Dios para el matrimonio y la familia”. Se agrega también que “el Sínodo considera totalmente inaceptable que las iglesias locales sufran presiones sobre este tema y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la aprobación de leyes que establezcan el ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo”.

El texto sinodal hace un amplio repaso de la situación de la familia en sus contextos sociales, culturales, políticos y religiosos, introduciendo también afirmaciones respecto del impacto que cada uno de estos niveles y circunstancias tiene sobre la vida familiar. Se dice que “la familia sufre, de modo particular, la problemática del trabajo”, señalando que las posibilidades de los jóvenes de acceder al empleo son pocas y “la oferta de trabajo es muy selectiva y precaria” (14). En consonancia con afirmaciones recientes del papa Francisco denuncia también que “el sistema económico actual produce nuevos tipos de exclusión social, que a menudo hacen que los pobres resulten invisibles para la sociedad” subrayando que “la cultura dominante y los medios de comunicación sirven para exacerbar esta invisibilidad” (15). Se cita allí una frase de Francisco en la que denuncia el sistema por haber eliminado al hombre del centro de sus preocupaciones y de haberlo sustituido por un “culto idólatra del dinero” que promueve “indiferencia global”. Por este motivo, dicen los sinodales, “la Iglesia, bajo el impulso del magisterio papal, exige un profundo replanteamiento de la orientación del sistema mundial” y trabaja “para desarrollar una nueva cultura ecológica: un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad” (16).

Hay también apartados dedicados a la tercera edad, los niños, las personas con necesidades especiales, los migrantes, la situación de la mujer, las adopciones y las uniones de hecho, entre otras muchas cuestiones. La diversidad de temas y enfoques del documento, revela no solo las diferencias de mirada, sino que pone en evidencia las problemáticas diversas que surgen al abordar la cuestión de la familia en las diferentes realidades y culturas en las que la Iglesia Católica desarrolla su presencia.

La Relatio synodi (tal el nombre que se le da a la declaración) no tiene carácter de documento oficial de la Iglesia, sino que se trata de recomendaciones que el Papa recibe para su consideración y a partir de las cuales seguramente elaborará un texto a modo de exhortación pastoral o de encíclica.

En el discurso pronunciado ayer al cerrar las deliberaciones, el papa Bergoglio también dejó un mensaje claramente emparentado con las discusiones que se vivieron en el aula sinodal entre algunos prelados que se consideran “defensores de la Doctrina” y otros más abiertos a nuevas consideraciones.

Francisco destacó “la riqueza de nuestra diversidad” y destacó que “la experiencia del Sínodo nos hizo comprender mejor que los verdaderos defensores de la doctrina no son los que defienden la letra, sino el espíritu; no ideas, sino el hombre; no las fórmulas sino la gratuidad del amor y del perdón de Dios”. Y en el mismo tono el Papa insistió en que “el primer deber de la Iglesia no es distribuir convicciones y anatemas, sino proclamar la misericordia de Dios para llamar a la conversión y para dirigir todas las personas a la salvación del Señor”.

Asumiendo que durante la asamblea se presentaron serias disputas entre varios de los participantes, Francisco reconoció también que “en el curso de este Sínodo las distintas posiciones que se han expresado –y por desgracia a veces con métodos no del todo benévolos– han enriquecido y animado sin duda el diálogo, ofreciendo una imagen viva de una Iglesia que no utiliza ‘módulos impresos’, sino que toma de la fuente inagotable de su fe agua vida para refrescar los corazones resecos”.

Después de haber reafirmado, en consonancia con el documento final de la asamblea, “la importancia de la institución de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado sobre la unidad en la indisolubilidad”, el Papa destacó la “vivacidad” de la Iglesia Católica “que no tiene miedo de sacudir las conciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos discutiendo animadamente y con franqueza sobre la familia”. Tampoco faltó una palabra para los “corazones cerrados” de quienes “a menudo se esconden incluso dentro de las enseñanzas de la Iglesia o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas”. Y siguió señalando que “la Iglesia es Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no solo de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los santos cuando se sienten pobres y pecadores”.

En otro pasaje de discurso de cierre Francisco, que había reconocido las diferencias que surgen como resultado de las diferentes culturas en las que el catolicismo está presente, sostuvo que “la inculturación no debilita los valores verdaderos, sino que muestra su verdadera fuerza y su autenticidad, porque se adaptan sin mutarse, es más, transforman pacíficamente y gradualmente las diversas culturas”.

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El papa Francisco sonríe rodeado de obispos durante un receso en el sínodo en Roma.
Imagen: EFE
 
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