EL MUNDO › ESCENARIOS Y VIAS DE SALIDA TRAS LAS ELECCIONES DE AYER

Qué está en juego en el estado 51

Irak, con unas 140.000 tropas estadounidenses, es un estado ocupado. Esta nota cuenta qué puede pasar allí después de la pelea de anoche.

 Por Mercedes López San Miguel

“El desprecio norteamericano por la soberanía es tan viejo como Estados Unidos” (Noam Chomsky, El terror como política exterior de Estados Unidos). Un futuro imprevisible y caótico se vislumbra para Irak. Entonces, ¿qué “soberanía” podría devolverles Estados Unidos a los iraquíes en enero próximo –cuando planea convocar a elecciones– si los soldados son incapaces de ejercerla efectivamente dos meses antes?
Más de mil soldados norteamericanos han muerto desde el inicio de la invasión en marzo de 2003, más de 7000 fueron heridos y la sangría no se detiene. Para ser una guerra rápida –recordemos la imagen de George W. Bush cantando la rápida victoria a bordo del portaaviones Abraham Lincoln en mayo del año pasado–, el costo económico es inaudito: más de 140 mil millones de dólares y con 70 mil millones por pedir al Congreso. El dinero que se destina a entrenar al “nuevo ejército iraquí” y las fuerzas policiales se perfila como un gasto al vacío: nada en la realidad muestra que las fuerzas del gobierno interino iraquí crezcan y aprendan más rápido que los insurgentes.
En el hipotético caso que Kerry revirtiera la tendencia a favor de Bush, tendrá que aclarar su política sobre Irak, porque cuando pida ayuda a los gobiernos europeos, vale decir en su plan de internacionalizar el conflicto, aquéllos le dirán que no hay mucho que hacer con “una guerra equivocada en un momento equivocado y en un lugar equivocado”, tomando sus propias palabras. A grandes rasgos, para “ganar en Irak” –mejor dicho, para salir de “la guerra después de la guerra”– las posturas se acercan entre ambos: garantizar la seguridad en las elecciones de enero, asistir al nuevo gobierno en el “afianzamiento de la democracia y la economía”, entrenar a la policía y al ejército iraquíes y convocar una conferencia internacional para repartir cargas y responsabilidades.
Pero en el horizonte quien asuma el 20 de enero próximo podría contemplar otro plan: el repliegue cuanto antes –sí, suena impracticable–. Dos riñones del Partido Republicano, el analista político Edward Luttwak y el experto en contraterrorismo Richard Clarke y disidente de la administración Bush, ya hablan de preparar una retirada de tropas. El estratega Luttwak ha señalado que, “si cuenta con una fuerza de seguridad adecuada, no hay motivo por el que el consejo gobernante no pueda llevar a cabo su tarea solo. Esa fuerza podría formarse rápidamente a partir de las actuales milicias kurdas y chiítas, a las que podría brindarse entrenamiento”.
Los movimientos tectónicos desencadenados en la política exterior de los últimos cuatro años permitirán un espacio de maniobra limitado al jefe de gobierno.
Con todo, Bush registró una serie de malas noticias en los últimos tiempos sobre ese país del Golfo. Además de la desaparición de 200 toneladas de explosivos letales la semana pasada, el FBI investiga el contrato de varios miles de millones de dólares otorgado sin licitación a una filial de Halliburton, empresa de servicios petroleros dirigida por Dick Cheney hasta su llegada al poder hace cuatro años –sí la dependencia estadounidense del petróleo extranjero, tomado por coacción–. Cada día, surge un nuevo grupo islamista reivindicando un ataque suicida o un secuestro de un extranjero. Además, esas fuerzas nuevas están destinadas a fracasar si la población iraquí no siente que sirven a un gobierno legítimo, que no son instrumentales a la coalición ocupante. Y ven a ésta incapaz de proveerle seguridad: un sondeo de Oxford difundido por el Centro de Estudios Estratégicos de Washington evidenció que, en octubre, el 80 por ciento de los iraquíes no confía en la coalición. Tras la caída del gobierno de Saddam Hussein, hace 18 meses, Estados Unidos minimizó el tamaño de la insurgencia a sólo 5000 rebeldes, mientras que expertos hoy hablan de unos 30 mil. Más tropas que las actuales 130 mil serían necesarias si la situación es controlada. Pero el movimiento de Al Sadr, el chiíta radical, no desapareció del paisaje de amenaza –aunque se redujo comparativamente con su alzamiento a mediados de año–; los ataques suceden usualmente más allá del triángulo sunnita (área de constante resistencia) y Bagdad: en otras 40 ciudades. Aparece la figura de otro “enemigo público”, Zarqawi, cuyo grupo Washington vincula a Al Qaida y que se ha atribuido la mayoría de las decapitaciones difundidas en video. ¿Se puede figurar la imagen de la retirada de las tropas en un escenario estable próximo? La estrategia de los halcones de Estados Unidos de transformar Irak a partir de la amenaza –se sabe, nula– de las armas de destrucción masiva se ha comprobado, como mínimo, ridícula.

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Una iraquí mira una imagen del George W. Bush joven en una pantalla de TV en Bagdad ayer.
 
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