EL MUNDO

Chirac llegó abatido a la cumbre del Grupo de los 8

El presidente francés puede verse tentado a cerrarse en sí mismo, habiendo sido rechazado por su electorado desde la Constitución Europea hasta la candidatura de París.

 Por Eduardo Febbro

París empezó la tarde sumida en una polifonía de sentimientos negros: decepción, incredulidad, injusticia, incomprensión. La victoria de Londres en la atribución de los Juegos Olímpicos 2012 marcó un nuevo capítulo en el ya legendario antagonismo entre París y Londres. París perdió ante un rival en que el sentido del honor no autorizaba la derrota. La decisión del Comité Olímpico Internacional deja al presidente francés en la peor de las posturas. Jacques Chirac, que se comprometió personalmente en la candidatura francesa, había atacado duramente a los británicos el pasado fin de semana. La disputa por los Juegos condimentó en exceso el duelo personal entre Blair y Chirac. Para el mandatario francés, se trata de un revés personal que se proyectará inevitablemente en un país malhumorado, deprimido y, como quedó demostrado en el “No” francés al Tratado Constitucional Europeo, que duda de sí mismo.
Como un mal nunca viene solo, en la cumbre del G-8 a Chirac le tocó probar en Escocia la cena ofrecida por Tony Blair luego de que, el pasado fin de semana, se burlara de la pésima cocina de los ingleses. Y es ante ese mismo y victorioso Blair que Chirac defenderá la Política Agrícola Común (PAC) de la UE, el “modelo social europeo” –dos ejes de la política eurocomunitaria que el primer ministro británico quiere exterminar–, y una tasa internacional destinada a ayudar a los países de Africa. Desde luego, la tasa francesa no figura en los proyectos de Blair y George W. Bush. Ambos militan por una liberalización total del comercio para ayudar a los pobres del mundo.
Para los analistas franceses, se trata de un “Trafalgar Olímpico”, una suerte de confirmación de la mala suerte que arrastra Chirac. Después de las derrotas en las elecciones regionales y europeas del año pasado y del “no” a la Constitución Europea que abrió una crisis sin precedentes en el seno de la Unión, Chirac perdió ante Blair y sumó así una tercera afrenta consecutiva en la lucha por la obtención de los Juegos: defendió a la capital francesa dos veces cuando era intendente de París, en 1992 –ganados por Barcelona– y 2008 –obtenidos por Pekín–, y una tercera en tanto jefe del Estado.
Los comentaristas destacaban ayer que, al perder los Juegos Olímpicos, Chirac se quedó sin el oxígeno que le hacía falta para reactivar a un país encerrado en sí mismo, temeroso de la globalización y capaz de tener pesadillas con una supuesta invasión de plomeros oriundos de Polonia. El socialismo francés es un conventillo sin ideas y la derecha, un campo de batalla en el cual el presidente francés aparece como el blanco de los sectores jóvenes y emergentes que pugnan por la presidencia. Al presidente le quedan dos años de mandato que transcurrirán con una drástica pérdida de imagen y de autoridad, incluso en su mismo campo.
Los Juegos Olímpicos eran una ilusión que Londres y Blair convirtieron en pesadilla. Francia es una isla que apenas se anima a mirar hacia el horizonte y París una ciudad bellísima, pero donde los precios son equivalentes al alto mal humor de los parisienses. Las agencias inmobiliarias de algunos barrios donde se preveía la construcción de edificios olímpicos habían bloqueado las operaciones esperando el “Día D”. Ya se hablaba de aumentos de más del 40 por ciento en una ciudad donde encontrar trabajo o mudarse es como ganarse una medalla de oro olímpica.
La propuesta juvenil del laborismo liberal británico se impuso a la alianza soft entre el intendente socialista de París, Bertrand Delanoë, y la derecha de Chirac. Los límites de la realidad son severos para la Ciudad Luz. Cuando un sábado a las tres la tarde un bar del Boulevard Saint Germain cobra un simple café un dólar con 80 más de lo normal, en total 4 dólares con 20, porque ese día desfila la Gay Pride, no es difícil imaginar la inflación que hubiesen traído los Juegos. Cuando la policía del Metro le cobra a un turista una multa de 39 dólares porque, encima de no hablar una palabra de francés, no sabía que era una obligación poner una foto en el pase de una semana, París no puede ser la sede de una fiesta olímpica. Algunos parisienses críticos decían que con los Juegos hubiese habido que pagar un impuesto por respirar el aire de París.

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El presidente francés saluda a la reina Isabel II de Gran Bretaña.
 
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