EL MUNDO › ESCENARIO

Sombras nada más

 Por Santiago O’donnell

Empezó la etapa diplomática de esta guerra. No quiere decir que va a haber menos muerte y destrucción. Todo lo contrario: es muy probable que en los próximos días haya más. Pero ahora hay más para ver. Hoy llega a Medio Oriente Condoleezza Rice, secretaria de Estado de los Estados Unidos. Condoleezza es la nueva niña mimada de la política norteamericana, favorita para convertirse en la primera mujer y la primera persona de raza negra en alcanzar la presidencia en el 2008. No sólo eso: Condoleezza viene a estrenar la nueva política exterior de George W. Bush, el árbitro autoasumido en este conflicto bélico. Toda una novedad. Se trata, según el informe especial que publica la revista Time, del tercer giro de Bush en su guerra contra el terrorismo desde el atentado a las Torres Gemelas en septiembre del 2001.

Primero vino la política de “coalición multinacional” que intentó llevar adelante en Afganistán su primer secretario de Estado, el general Colin Powell, el mismo que condujo la operación “Tormenta del Desierto” para Bush padre con la ayuda de los barcos de Menem. No duró tiempo. Poco a poco la banda de halcones fundamentalistas cristianos en el gobierno, encabezada por el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su segundo Paul Wolfowitz, le fue ganando la pulseada al desganado general Powell, una especie de Reutemann de la política norteamericana, que fue reemplazado por Condoleezza y pasó rápidamente al olvido.

Con la invasión de Irak en marzo del 2003 empezó la segunda etapa, la de los halcones, la de la llamada doctrina Bush, la que ya todos conocemos, la de la tortura, la de la invasión. La que Time llama “golpear primero y sin aliados”. Acá no hay Convención de Ginebra que valga. El mundo se divide en terroristas y no terroristas. Los no terroristas se dividen en ilusos como Francia y realistas como Estados Unidos y Gran Bretaña. Los terroristas son todos lo mismo, entes que giran alrededor de un eje del mal integrado por Irán, Irak y Corea del Norte.

En esta etapa la Casa Blanca se hizo cargo directamente de las operaciones militares y la CIA, que había conducido la campaña de Powell en Afganistán, fue degradada al rol de mano de obra calificada, según demostró una investigación de Seymour Hersh en el New Yorker. Entonces la mano de obra hizo lo que la mano de obra desocupada suele hacer: se hizo cargo de los secuestros y de los interrogatorios. Ardió Guantánamo. La CIA salió a buscar sospechosos por el mundo. Europa entregó sus bases militares para traslados clandestinos. Jordania y Egipto, sus cárceles y especialistas en tortura. En memorandos al Congreso, la Casa Blanca, a través del fiscal general Alberto Gonzales, intentó legalizar métodos de interrogatorio como el submarino. Pero los halcones cargaron con el costo político de los 2500 muchachos que tuvieron que volver en cajones desde Irak, cosa que de Vietnam a esta parte, en Estados Unidos no se perdona.

Ahora llega Condoleezza a Medio Oriente para inaugurar la nueva etapa de la guerra contra el terrorismo. Es la misma Condoleezza que apoyó a los halcones en su pulseada con Powell y después no hizo nada para frenarlos cuando se abalanzaron sobre los pozos de petróleo en Irak.

La nueva etapa consiste en consultar a los otros países para seguir haciendo más de lo mismo, pero un poquito menos. Empezó a esbozarse en la crisis con Corea del Norte. Estados Unidos quería sancionar a Pyongyang por disparar un misil. A China y Rusia las sanciones les sonaban a exageración, pero estaban dispuestos a firmar una condena. Todo bien, dijo Condoleezza. No habrá sanciones para Norcorea. Habrá viaje a Europa y Medio Oriente. Habrá visita a Israel y reunión en la Italia de Prodi, que no es Francia pero tampoco Gran Bretaña. Se hablará con los países árabes aliados, se escuchará con paciencia a Javier Solana, quien transmitirá con mucha energía la ambigüedad de la Unión Europea. Se estudiará en detalle el plan para encauzar los esfuerzos humanitarios en el Líbano cuando termine la guerra. Se pedirá perdón por los excesos en Guantánamo todas las veces que sea necesario. Pero en el gobierno de los Estados Unidos las cosas siguen siendo tan blancas o negras como en la etapa de los halcones: si no quieren guerra arreglen el problema. El problema es Hezbolá y lo tiene Siria. Los muertos son de los otros. La prioridad sigue siendo los muchachos en Irak. Tan blanco y negro como Bush y Condoleezza Rice.

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