EL MUNDO › POLEMICA ENTRE COLOMBIA Y ECUADOR

Fumigación y daño

 Por María Laura Carpineta

Ecuador y Colombia no son sólo vecinos, sino socios históricos. Sin embargo, en esta semana el futuro presidente ecuatoriano Rafael Correa decidió cancelar su visita protocolar a Bogotá. El desaire no fue gratuito. Rompiendo un acuerdo previo, el gobierno de Alvaro Uribe había decidido, sin consultar ni informar previamente a Quito, reiniciar las fumigaciones antidrogas en la frontera, una fuente probada de contaminación. La cancelación del viaje de Correa y las amenazas del gobierno actual de Alfredo Palacio de sacar al embajador y de limitar el ingreso de refugiados hicieron recapacitar a Uribe, que ordenó el viernes terminar las fumigaciones, pero recién en cinco o seis días.

Hace un año, el gobierno ecuatoriano había convencido a Bogotá de suspender las fumigaciones por los efectos devastadores que tenía el glifosato –el herbicida utilizado por los colombianos– sobre la población y sobre la agricultura. Como lo comprobó el propio presidente Palacio –médico de profesión– en sus viajes a la frontera, cientos de niños, mujeres y agricultores sufren los efectos del glifosato en la piel y, más tarde, en todo el organismo. El primer síntoma son las llagas. Con el tiempo, si no se tratan o si la exposición al glifosato continúa, el tóxico puede ir expandiéndose por todo el organismo hasta provocar enfermedades más graves. “Tenemos evidencias de los impactos ambientales y humanos que tiene el glifosato en las poblaciones limítrofes,” le dijo la futura canciller ecuatoriana María Fernanda Espinoza a Página/12, en una reciente visita a Buenos Aires.

Colombia, sin embargo, sigue sosteniendo que no hay pruebas de los efectos del herbicida y que se trata de una medida necesaria para erradicar los cultivos ilegales de coca, que abundan en esa región. Mientras la primera razón es cuestionada por los ecuatorianos, la segunda es puesta en duda por los propios colombianos. El presidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, Hernán Pérez Zapata, envió hace un tiempo un informe al Congreso en el que explicaban que las fumigaciones desde aviones en zonas boscosas como las de la frontera no podían ser efectivas. “A esa distancia, los cultivos no reciben la dosis suficiente para morir”, aseguraron. Sin embargo, Bogotá continúa.

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