EL MUNDO › TRAS EL REBROTE DE LA VIOLENCIA ENTRE HAMAS Y AL FATAH

Dimite un ministro palestino

 Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Jerusalén

Por dos veces había rechazado su dimisión el jefe del gobierno palestino, Ismail Haniya. Pero ayer, el ministro del Interior, el independiente Hani al Kawasme, arrojó la toalla irrevocablemente. Es el cargo clave de un Ejecutivo que ahora se tambalea, el puesto que sólo pudo cubrirse tras meses de arduas negociaciones entre Hamas y Al Fatah. Kawasme había advertido que los hombres fuertes de ambas milicias hacían y deshacían a su antojo, sin atender sus órdenes.

“Desde el principio afronté obstáculos que despojaron al ministro de sus poderes y convirtieron mi posición en un cargo vacío de autoridad. Digo a todas las partes, incluido el presidente (Mahmud A-bbas) y el primer ministro, que no puedo aceptar ser un ministro sin autoridad”, declaró el abogado Kawasme al anunciar su dimisión. De momento, el propio Haniya se hará cargo de la cartera de Interior. El abandono de Kawasme supone un durísimo golpe para un gobierno que desde el primer día estuvo en la cuerda floja. Precisamente desde que el 15 de marzo, cuando el Parlamento palestino, con la ausencia de 41 diputados (38 de ellos de Hamas) encarcelados en prisiones israelíes, dio su visto bueno en Gaza y Ramalá al nuevo Ejecutivo de unidad constituido tras el acuerdo de La Meca, forjado merced a la presión diplomática y financiera de Arabia Saudita el 8 de febrero pasado.

Poco a poco se desvanece la esperanza que sacó a decenas de miles de personas a las calles de Gaza aquel 8 de febrero. Al menos dos guardaespaldas de dirigentes de Al Fatah murieron ayer en un ataque de hombres armados de Hamas que asaltaron las oficinas de un portavoz del partido rival en la ciudad de Gaza. La tercera víctima fue un transeúnte que se vio envuelto en un tiroteo en Jan Yunis, en el sur del territorio.

Sólo dos meses ha durado la calma, siempre precaria, entre las milicias de dos partidos que no hallan el modo de apaciguar los ánimos. No es de extrañar. Sus proyectos se sitúan en los antípodas. Al Fatah, tras su amarga derrota en las elecciones legislativas de enero de 2006, después de casi medio siglo de hegemonía política indiscutible, rechazó ceder el poder y puso todas las trabas imaginables al gabinete formado por Haniya. Y sus dirigentes apuestan por un proceso de paz que no cuaja, por el momento, en resultado alguno. Hamas, tras su decisión de pelear en la arena política –sin renunciar nunca a la lucha armada contra Israel–, no está dispuesto a abandonar el gobierno. Y no quiere oír hablar de negociación con el Estado hebreo. Unicamente propone una tregua al lanzamiento de cohetes Kassam si el Ejecutivo de Ehud Olmert detiene las continuas operaciones militares en Cisjordania.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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