EL MUNDO

El PS francés, un barco sin rumbo

La puja matrimonial entre Hollande y Royal se reedita a nivel partidario en la Universidad de Verano de La Rochelle, donde el partido de la rosa busca una estrategia y un liderazgo que lo lleven a competir con Sarkozy.

 Por Eduardo Febbro
desde París

A la sombra de un divorcio consumado y hecho público al día siguiente de la derrota socialista en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, la candidata presidencial del PS, Ségolène Royal, y su ex compañero y actual primer secretario del Partido Socialista François Hollande son las figuras antagónicas de la Universidad de Verano del PS que se lleva a cabo en la localidad de La Rochelle a lo largo de este fin de semana. Cita tradicional de los partidos políticos, las universidades de verano son el escenario en el cual éstos presentan sus estrategias para el año legislativo que se reanuda luego de las vacaciones de verano. En el caso de los socialistas, la estrategia de ocupación del espacio político es una operación interna. El partido tiene todas sus rosas marchitas, sigue curando las heridas de varias derrotas acumuladas, empeñado en renovarse, pero sin un líder capaz de encarnar la nueva línea.

Los socialistas no saben a qué santo ofrecerle un cirio. François Hollande mantiene las manos sobre el timón, pero el barco no tiene rumbo. Ségolène Royal intenta capitalizar los votos obtenidos en la consulta presidencial para conducir la renovación de la izquierda, pero sus repetidos errores durante la campaña y sus disputas de pareja le costaron buena parte de su legitimidad. Al mismo tiempo, la política de apertura orquestada por el presidente conservador Nicolas Sarkozy provocó una inédita mudanza a los gabinetes ministeriales de la derecha de muchas figuras históricas del PS. Para colmo de males, el único líder de peso en quien los militantes creen, el ex ministro de Economía, Dominique Strauss-Kahn, recibió el pleno apoyo de Sarkozy y de la UE a fin de asumir el puesto de director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Es altamente probable que Strauss-Kahn vaya a Washington y que, con su partida, el PS pierda su carta más fuerte. Las corrientes adversas que habían constituido, pese a las divergencias, la base del PS se desprendieron del cuerpo central y sus jefes, en su gran mayoría, se volatilizaron. El PS está huérfano de cuerpo y alma.

La derrota se llevó los sueños, dejó en el centro la necesidad de una renovación y a dos antagonistas, Hollande y Royal, cuyas diferencias fueron decisivas en la pérdida de la elección presidencial. La universidad de verano de los socialistas reúne a tres mil militantes y dirigentes bajo el emblemático tema oficial de “diagnóstico para la renovación”. Una de las mesas redondas se llamaba “¿En qué está la izquierda?”. Pregunta que tiene un esbozo de respuesta en dos episodios. Cuando Ségolène Royal tomó la palabra –fue la primera en hacerlo–, François Hollande escuchó parte del discurso sentado sólo en el fondo de la sala. Y cuando este domingo le toque el turno a Hollande de hablar, Royal anunció que no estará presente. Royal promovió la “renovación profunda de los comportamientos personales”. Hollande, que más tarde respondió a un militante socialista, dijo: “No vamos a contar historias, no vamos a decir que en el horizonte de los próximos 5 o 10 años vamos a terminar con el capitalismo (...). Nosotros estamos acá por la reforma, la reforma exigente, la transformación de la vida cotidiana. Eso requiere tiempo”.

Tiempo y disciplina, sin dudas; pero no hay muchas personalidades para imponerla. Detrás de los telones se mueven múltiples figuras, más jóvenes y menos marcadas por la historia y las disputas, que esperan que pase la copiosa nube negra a fin de proponer un socialismo al menos verosímil. Todo lo que existía dentro del PS se desdibujó. Las tres corrientes que formaban el triángulo socialista son un recuerdo: una se autodisolvió con la candidatura de Strauss-Kahn al FMI; la segunda, la del ex primer ministro Lionel Jospin, dejó de existir luego de la interna por la candidatura socialista del año pasado, y la tercera y más joven, la del Nuevo Partido Socialista (NPS), se desunió en plena batalla. “Se busca dirigente federador unionista”, dicen a coro los militantes socialistas. Y la expresión de ese deseo no es una boutade sino la descripción de la realidad. La gran misa de finales de verano era antaño una suerte de festival socialista emblemático. Este año es un desierto: menos Hollande, Royal y el intendente de París, Bertrand Delanoë, todos los demás elefantes rosas –así apodados en Francia– enviaron una nota pidiendo disculpas por su ausencia. Nada permite visualizar una resurrección a corto plazo. El calendario de la renovación socialista es extenso: va de este año hasta 2008, cuando se elija al próximo primer secretario. Entretanto, la batalla permanecerá concentrada entre la ex pareja Royal-Hollande. Ségolène pugna por imponer su renovación y Hollande dilata la batalla para impedirla.

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Royal, con periodistas en La Rochelle, sede del congreso de verano.
 
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