EL MUNDO › OPINIóN

El Likud, Irán y Obama

 Por Robert Fisk *

Estos son tiempos difíciles para la derecha israelí. Acostumbrados a intimidar a los Estados Unidos y sobre todo su actual líder, el Likud descubrió de pronto que todo el mundo quiere la paz en Medio Oriente. Los británicos y los estadounidenses no querían ir a la guerra en Siria. Ahora, con la agradable sonrisa del presidente Rohani en sus pantallas de televisión aceptando plenamente los hechos del Holocausto judío –a diferencia de su desquiciado e infantil predecesor– los estadounidenses (75 por ciento, según las encuestas) tampoco quieren una guerra con Irán.

Esto obligó al presidente Barack Obama a postrarse ante Benjamin Netanyahu en su última visita a la Casa Blanca: el israelí le dijo bruscamente que se olvidara de la Resolución 242 de la ONU, la que exige la retirada de las fuerzas israelíes de los territorios ocupados tras la guerra de 1967. Pero el premier israelí se postró un poco a su vez el lunes. Ya no pidió finalizar totalmente todas las actividades nucleares iraníes. Ahora era sólo “el programa nuclear militar”.

Y, por supuesto, como el “programa de armas de destrucción masiva” de Irak que el presidente George W. Bush tuvo que inventar, todavía no sabemos si la versión de Netanyahu del “programa nuclear militar” de Irán realmente existe. Lo que sí sabemos es que cuando el señor Rohani empezó a decir todas las cosas que habíamos exigido que dijera Irán durante años, Israel se volvió loco. Netanyahu lo condenó antes de que dijera una palabra. “Un lobo con piel de cordero”, “un antisemita”. Aun cuando Rohani habló de paz y de poner fin a las sospechas nucleares, el ministro israelí de “Asuntos Estratégicos” –sea lo que sea que quiera decir eso– dijo que el tiempo se había acabado para futuras negociaciones. Yuval Steinitz afirmó que “si los iraníes continuaban con su programa nuclear, en seis meses tendrían capacidad nuclear para fabricar bombas”. La propia oficina de Netanyahu se unió a la campaña de desprestigio.

“No hay que dejarse engañar por las palabras fraudulentas del presidente de Irán”, se burló uno de los hombres de Netanyahu. “Los iraníes están en los medios de comunicación para que sus centrifugadoras puedan seguir trabajando.” El discurso de Rohani es “una trampa de miel”. El propio Netanyahu dijo que el discurso de Rohani ante la ONU, un discurso de gran importancia después de 34 años de divorcio total entre Irán y los Estados Unidos, fue “cínico” y “totalmente hipócrita”.

Israel Hayom, el diario del Likud, sacó a relucir nuevamente el antiguo argumento tranquilizador de la pre Segunda Guerra Mundial que la derecha israelí lleva más de treinta años recalentando. “Un viento de Munich sopla desde Occidente”, dijo el diario.

Tal vez tuvo efecto. Si no estuviera tan asustado con Israel –como la mayoría de los gobiernos de Estados Unidos– el presidente Obama podría haberse dado la mano con Rohani la semana pasada, aunque el propio iraní hubiera preferido todavía no tocar la mano del “Gran Satán”. En cambio, el presidente Obama se conformó con una mísera llamada telefónica y demostró que sabía cómo decir adiós en farsí. Patético.

En el pasado, los delegados árabes hubieran atacado la Asamblea General de la ONU cuando los israelíes tomaron el estrado. Cuando el alocado presidente Ahmadinejad hablaba, las naciones occidentales y los israelíes salieron volando. Pero cuando Rohani habló, las naciones occidentales se apiñaron en la cámara para escucharlo. Pero Israel se fue furioso.

“Un gesto estúpido”, de acuerdo con el viejo sabio, escritor y filósofo israelí Uri Avnery. “Tan racional y eficaz como la pataleta de un niño pequeño cuando se le quita su juguete favorito. Estúpido porque mostró a Israel como un perdedor, en momentos en que el mundo pasa por un ataque de optimismo después de los últimos acontecimientos en Damasco y Teherán. Estúpido, porque proclama el hecho de que Israel está en la actualidad totalmente aislado.”

La afirmación de Avnery es que Israel quería dos guerras, la primera contra Siria, la segunda contra Irán. Como escribió la semana pasada, cuando el Congreso vaciló en atacar Damasco, “los perros del infierno se desataron. Aipac (el mayor grupo de presión pro-israelí en los Estados Unidos) envió sus rottweillers parlamentarios al Capitolio para hacer pedazos a cualquier senador o congresista que se opusiera”.

Sin embargo, en la Casa Blanca el lunes, el primer ministro israelí se había calmado. Dudo de que dure. Sospecho que Israel hará todo lo posible para reducir las propuestas de Rohani, cualquiera que sea lo que pueda decir la opinión pública estadounidense. Porque ahí estaba el presidente Obama en la reunión del lunes, alabando a Netanyahu por su apoyo a una solución de dos estados. ¿Y qué dijo el presidente Obama en realidad? Que había “una cantidad limitada de tiempo para lograr ese objetivo”.

¿Por qué había sólo una “cantidad limitada de tiempo”? Ni un solo escriba le preguntó al buen el hombre.

Hay, por supuesto, sólo una “cantidad limitada de tiempo” –en mi opinión, no hay tiempo para nada– para lograr este objetivo ilusorio porque el gobierno de Netanyahu está robando, contra todas las leyes internacionales, más tierra árabe palestina para los judíos y solamente para ellos, a un ritmo más rápido que nunca, para evitar que un Estado palestino exista jamás.

La derecha israelí es muy consciente de esto. Y cuando el presidente Obama ni siquiera puede explicar este extraño “tiempo limitado”, los israelíes saben que todavía está postrado. De esto se trata el “apaciguamiento” verdadero. De temor. E incluso si el presidente Obama tuviera el coraje de asustar al gato en éste, su último mandato en el cargo, uno puede estar seguro de que Madame Clinton –para citar a sir Thomas More– no tiene espaldas para eso. Ella quiere ser la próxima presidente-apaciguadora. El Likud aisló a Israel del mundo por el momento, pero tengan la seguridad de que la cobardía estadounidense los va a zafar.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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