EL MUNDO › EL PAPA FRANCISCO PROCLAMó AYER BEATO AL PONTíFICE PABLO VI

La “canonización” del Concilio

La reciente canonización de Juan XXIII junto a la beatificación de Pablo VI ha sido entendida por algunos analistas casi como una “canonización” del Concilio Vaticano II. Es decir, la restauración de sus principios.

 Por Elena Llorente

Página/12 En Italia

Desde Roma

Ante miles de peregrinos de todo el mundo que llenaron la Plaza San Pedro, y bajo estrictas medidas de seguridad por el peligro de un atentado de parte de terroristas de la Jihad Islámica, el papa Francisco proclamó ayer beato al papa Pablo VI. La reciente canonización de Juan XXIII junto a la beatificación de Pablo VI ha sido entendida por algunos casi como una “canonización” del Concilio Vaticano II de parte de Francisco, es decir, la restauración de sus principios, dado que los dos papas fueron protagonistas de aquel evento mundial que cambió la cara de la Iglesia. El cardenal Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini, en efecto, fue elegido papa a los 65 años, en 1963, en pleno Concilio Vaticano II, al fallecer Juan XXIII. Y al concluir el Concilio, en 1965, tuvo a su cargo una de las misiones más difíciles que haya tenido un pontífice del siglo XX posiblemente: aplicar las revolucionarias reformas del Concilio que habían generado no pocas polémicas y divisiones en el seno de la Iglesia.

A la ceremonia de ayer, que concluía además el Sínodo de Obispos sobre la familia comenzado el 19 de octubre, asistió también el papa emérito Benedicto XVI, que fue nombrado cardenal precisamente por el flamante beato en 1977. En la homilía, el papa Francisco apuntó a dos aspectos principales, uno mirando a los resultados no demasiados contundentes del sínodo, y el otro a Pablo VI. Dirigiéndose indirectamente al sínodo que trató temas tan difíciles como las parejas homosexuales y los divorciados, pero también dirigiéndose a los creyentes de todo el mundo, el Papa subrayó que Dios “no tiene miedo de las novedades”, y “por eso continuamente nos sorprende mostrándonos y llevándonos por caminos imprevistos” e incitando a los cristianos a “responder con valentía a los incesantes retos nuevos”. La Iglesia “ha sido llamada con premura a hacerse cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a tantas personas que la han perdido”, agregó. Y sobre Pablo VI dijo: “Gracias. Gracias a nuestro querido y amado papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia”. Según Francisco, la grandeza del beato Pablo VI radica en que “en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro”.

En el momento en que Pablo VI fue elegido papa, el mundo se debatía en una guerra fría y no tan fría sin cuartel, en la que los países comunistas trataban de recortar el poder de los capitalistas y a la inversa, a través de batallas ideológicas, políticas, sociales y de guerras. La discusión y el cambio estaban a la orden del día, sobre todo entre las jóvenes generaciones. El mundo estaba mutando a gran velocidad, pero los pobres seguían siendo pobres o eran cada vez más pobres según las áreas de mundo. La Iglesia no podía seguir moviéndose como en el período de los reinos y principados. La subsistencia exigía agilizar el paso y cambiar contenidos, so pena de perder fieles y credibilidad. Para responder a estos retos nació el Concilio Vaticano II inaugurado en 1962. Estos fueron los desafíos que a su vez debió enfrentar el nuevo papa.

El cardenal Montini, que después de la Segunda Guerra Mundial y su experiencia diplomática en el Vaticano era profundamente antimarxista, fue cambiando su modo de ver las cosas al tratar de aplicar las enseñanzas del Concilio, y puso a la paz y al Tercer Mundo –un concepto sociológico nuevo en esa época– entre sus principales preocupaciones. Pero también, dicen algunos historiadores, gracias a los viajes que hizo por el mundo. En efecto, Pablo VI fue el primer papa que tomó un avión. Viajó, entre otros, a Tierra Santa, India, Colombia y Filipinas, donde sufrió un atentado con un puñal por parte de un desequilibrado. En efecto, la camiseta que usaba en el momento del atentado fue la reliquia con su sangre presentada ayer en la ceremonia de beatificación. Esta ceremonia –que antecede a la canonización para la que se requiere un segundo milagro– pudo realizarse gracias a que hace algunos meses, dijo el Vaticano, quedó demostrado su primer milagro: la curación inexplicable de un niño –hoy adolescente– en Estados Unidos con una malformación durante la gestación que luego desapareció.

Aunque en su más famosa encíclica, Populorum Progressio (El progreso de los pueblos) en la que habló de la importante brecha entre ricos y pobres, del colonialismo, del choque de civilizaciones y de la necesidad de cambiar la situación de las mayorías ante el peligro de explosiones violentas, Pablo VI no se salvó de las críticas. Siendo diplomático vaticano fue salpicado por las críticas hechas, durante la guerra, contra el papa Pio XII, a quien se acusó de haber mantenido una actitud demasiado silenciosa respecto al nazismo. Ya durante su papado, fue acusado por los tradicionalistas de la Iglesia de excesiva apertura al mundo moderno –entre ellos el super conservador obispo francés Marcel Lefebvre suspendido por él a divinis y luego excomulgado por Juan Pablo II– y de poco coraje de parte de los progresistas. Otros no le perdonaron su durísima posición a favor del celibato sacerdotal que plasmó en una encíclica, ni la posición frente a los métodos anticonceptivos que sostuvo en su encíclica Humane Vitae, de 1968. El papa Montini murió en agosto de 1978, a causa de un edema pulmonar. En su lugar fue elegido Juan Pablo II.

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Francisco proclamó beato al papa Pablo VI ante miles de peregrinos en la Plaza San Pedro.
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