EL MUNDO › BASORA, EN EL SUR

La tierra del “sí”

 Por Kim Sengupta y Ahmed Hakim *
Desde Basora

“Solían decir que ésta era la Venecia de Oriente, la Amsterdam de Asia”, dijo Hameed al Rahimi, parado en la carretera frente al acantilado en Basora. “Mírenla ahora, qué triste parece. Pero éstos son tiempos nuevos, y veremos una nueva Basora.” El voto de hoy sobre la nueva Constitución es visto aquí como el anuncio del comienzo de la ascendencia chiíta. Con un Irak federal llegará el control de los campos petrolíferos del sur, y con eso un giro de poder político y económico de Bagdad a Basora. Hay temor por la violencia. El ejército iraquí ha recibido informes de que doce coches bombas han sido enviados al sur por los insurgentes sunnitas.
Pero, en general, el ánimo en el corazón de la tierra chiíta es de optimismo y de confianza. Se manifiesta en la policía iraquí confrontando al ejército británico, en el Consejo Provincial cortando la energía durante una semana a Bagdad y negociando tratos comerciales con Irán y los Estados del Golfo, en los bienes de consumo fluyendo desde Kuwait y desparramándose sobre las veredas en los mercados callejeros. Es una fuente de alegría entre los chiítas que Basora ahora tenga 17 horas de electricidad por día comparadas a las 11 de Bagdad, una clara reversión de la situación bajo Saddam Hussein y previos regímenes baasistas donde la capital obtenía la prioridad automáticamente y el sur era sometido a periódicos recortes punitivos de energía.
El hombre que decidió cortarle la electricidad a Bagdad es el gobernador de Basora, Mohamed al Waili, que ordenó el cierre de tres centrales eléctricas de la provincia. Fue una doble demostración de fuerza, no sólo hacia el gobierno central, sino también hacia las autoridades británicas y estadounidenses en el sur, que no pueden hacer nada por evitarlo. El teniente coronel Chris Andersen, el jefe australiano de “Cooperación Cívico Militar”, sólo puede encogerse de hombros. Los iraquíes son rápidos para señalar que la Coalición no está en posición de hablar. A pesar de las importaciones de los países vecinos, el gasto diario de energía, en 4500 megahertz diarios, todavía es menor que antes de la invasión liderada por Estados Unidos hace dos años.
El gobernador Al Waili declaró la no cooperación con las autoridades británicas después del muy publicitado ataque a una estación de policía por parte de las fuerzas británicas para rescatar a soldados arrestados por una rama de la policía iraquí fuertemente infiltrada por un grupo de la milicia, el Jamiat. El gobernador declaró una tregua temporaria después de que la Cancillería británica aceptara “en principio” pagar una compensación a aquellos que sufrieron pérdidas o heridas. Pero la realidad en las calles quedó en evidencia cuando militares británicos llevaron a periodistas de televisión británicos a una “amistosa” comisaría en Al Marbid, para conocer al comandante, brigadier Mathur.
Mientras estaban ahí, funcionarios de civil de la Unidad de Investigaciones de Apoyo –una rama que se dice que está bajo la influencia de Jamiat– llegó y sacó a las fuerzas británicas y a los periodistas de la comisaría. El brigadier Mathur, que aspira a ser el próximo jefe de policía de Basora, fue obligado a ver a los periodistas fuera de su propia oficina, en un depósito que iba a ser usado como un centro de comando y control para la votación 48 horas después, pero donde el agua les llegaba hasta los tobillos.
Adel al Thamiry, un profesor en la Universidad de Basora y activista en derechos humanos, dijo: “Me temo que los británicos estén pagando el precio por hacer tratos con las milicias en el pasado. Mantuvieron una paz relativa comparados con los estadounidenses en Irak central, pero a un precio. Esta gente ahora es lo suficientemente fuerte como para tratar de combatir a los británicos. La nueva Constitución es mala. Está escrita por islamistas para islamistas. En ella no hay nada para una persona secular como yo. Pero votaré ‘Sí’, porque si hay un voto ‘No’ la gente estará dispuesta a usarlo como una excusa para intentar un separatismo sureño que estará estrechamente aliado a Irán”. Hay un lado letal en la asertividad chiíta. Cristianos han muerto con la excusa de que estaban supuestamente vendiendo alcohol, sunnitas porque supuestamente eran baasistas.
En el distrito del mercado de Ashra, sentado en un café, Waleed, un sunnita, y Khaled, un chiíta, discuten el futuro. Khaled votará “Sí” porque quiere que terminen las interminables rondas de elecciones. “Sólo entonces haremos algún progreso. Ahora todo está detenido. He perdido la paciencia y también la han perdido un montón de personas”, dijo. “Puedo entender que nuestro amigos sunnitas tengan temores. Pero aún si el referéndum sale ‘no’, nada cambiará.” Waleed está de acuerdo. “Tendremos de vuelta la misma Constitución, porque los chiítas y los kurdos están en mayoría. Pero no votaré por ella. Lo que está sucediendo está mal.”
Ambos hombres desconfían de la policía iraquí del sur y tienen muchas razones para hacerlo. En la provincia de Maysan, una fortaleza de Moqtada al Sadr, Ahmed Kardham, un policía, reconoce ser un partidario del clérigo radical. Pero, ¿qué sucede cuando esto lo pone en conflicto con su deber al Estado? “No hay ninguno”, dice. “Moqtada es Irak e Irak es Moqtada.”
Pero Hameed al Rahimi, de 64 años de edad, no tiene ninguna de esas dudas. Saludando con su brazo hacia el estrecho de Shatt al Arab, declaró: “El mar hizo de esta una gran ciudad. Esto sucederá nuevamente, yo viviré para verlo”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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