EL PAíS › PAGINA/12 RECORRIO SANTA FE Y ENTRE RIOS

Crónica de un día cortado

 Por Mariano Blejman

Desde Rosario, Piñero, Mugueta, Pujato, Victoria, Gualeguay y Gualeguaychú

“¡No se dejen gobernar por esa puta, por esa guerrillera puta!”, dice y aplaude al corte la mujer mayor, nada sutil, cabello batido que esquiva unas gomas en el medio de la ruta 9 desde un Toyota Corolla cremita último modelo. La mujer aplaude y recibe los gestos de la hombría que acaba de cortar ambas manos de la autopista del sur que une Buenos Aires con Rosario. Es sábado a las 9 de la mañana, y el corte que acaba de apropincuarse fue pergeñado minutos antes desde Piñero, en el cruce de la ruta A012, y la provincial 14. PáginaI12 está presente en el momento en el que siete u ocho camionetas último modelo y un rastrojero diésel recorren los veinte kilómetros que hay entre el cruce y la 9. Notable es la calma del día sábado, notable la resignación de la gendarmería: “Ustedes quédense tranquilos, muchachos, que nosotros no vamos a reprimir”, dice un verde de bigote y se gana otro aplauso. En general, en Piñero, Villa Mugueta, Pujato, Victoria, Gualeguay y Gualeguaychú (los lugares recorridos ayer por PáginaI12, entre Santa Fe y Entre Ríos), no hay ánimo de irse de la ruta cuando termine el paro, hoy a la cero hora. Y los camiones autoconvocados no dejarán pasar a nadie, si no los dejan trabajar. Da la sensación de que “las bases” van a desconocer a la mesa de desenlace. O sea, mañana será el Día D.

El primero de la fila, el que queda frente al piquete de la 9, viene vacío desde Salta, descargó ropa y se viene comiendo garronazos en continuado ante la batería de “novedosas” formas de cortes de ruta, saltando casilleros como si el mapa de la Argentina se tratara de un Juego de la Oca. (¿O el juego de la soja?) Tira el dado, el primero de la fila y le toca uno: se queda en el lugar. Desde que los dirigentes agropecuarios decidieran el corte para camiones vinculados al “grano”, y con la salida de los camiones a la ruta para cortar todo tipo de transportes, a veces, o todo tipo de camiones, en otras ocasiones, o algunos tipos de camiones, en otras, el mapa rutero de la Guía Michelín debería tirarse a la basura.

Cuando la ruta 9 queda cortada, entonces, el hombre de campo se pone corajudo, saca pecho y espera que venga la tele: “No canten todavía, muchachos, esperen que vengan a filmarnos”. El que lo dice tiene un sombrero de cowboy, una busarda trabajada, y unos lentes de Secreto en la montaña. Pero la tele está todavía preocupada por otros menesteres: esperando que venga una camioneta con bidoncitos de nafta desde el peaje, porque en la circunvalación hay desabastecimiento total. El aparente desconcierto de Alfredo De Angeli del viernes a la noche (“no hay nada oficial”), se transforma en cada piquete, en una invocación a la permanencia. “A mí, con los militares, esto no me pasaba”, dice uno con un gorro tipo Ranger, que tiene una bandera argentina en el cuello. ¿Van a cortar el lunes?, se le pregunta al que invocaba a la tele más temprano: “Nuestro referente es De Angeli”, dice. “A los líderes sectoriales no nos preguntaron nada”, cierra.

Este Juego de la Oca tiene sus reglas particulares: por ejemplo, siempre puede haber un nuevo contendiente. Los camiones hicieron saltar todas las fichas del tablero. Y ahora hay que volver a acomodarlas. En Villa Mugueta, a unos 40 kilómetros hacia el sur de Rosario, sobre la ruta provincial 14 de Santa Fe, a la hora del mediodía, los camioneros están cocinándose un guiso fastuoso que da para hincarle el diente. Ernesto explica, con el fondo de la Cooperativa Agrícola hoy detenida, que como hace tres meses que no pueden trabajar, han decidido darle “un empujoncito” a la protesta del campo. La cosa es que unos veinte camiones de un lado y otros veinte del otro han ido a hacerse un lugar a la entrada de Arminda o Bigand. “Es que en Villa Mugueta no hay mucha infraestructura”, explica Ernesto, que invita a comer un chivito que se hace manteca, pero la ruta espera, la travesía es larga. “Si no podemos trabajar, entonces no trabaja nadie”, dice Ernesto, un diente menos, nacido en provincia de Buenos Aires. “Los colonos no quieren vender el grano, nosotros tenemos que parar.” ¿Colonos? “Sí, son los hijos de los dueños de la tierra de principios de siglo.”

En Arminda, un parking de camiones top ten también se ensaya un brindis “total, no tenemos que manejar”, dice un mendocino que trae ejes de vaya a saber dónde. Como no puede cortar ninguna ruta, le entra con el cuchillo a un pedazo de carne y otro de pan. Hay un momento de tensión, un clima de muerte viva, cuando se pregunta por “la situación”. “¿Querés que te cuente cómo descargaron ayer tres cartuchos de una nueve milímetros?”, cuenta otro de rulos que no quiere dar su nombre, y tampoco quiere contar más cuando los otros lo frenan hidráulicamente. “¿Qué querés, que no nos dejen pasar más?”, le pide el mendocino. Turno de los camiones detenidos en Arminda: tiran el dado y pasan de a dos cada media hora.

Por la 14, la 33, la 94, la 9 y la 6, por todos lados hay cortes, si no de uno, tal vez de otro. En Pujato el corte permanente ha logrado entre un puñado de camiones extranjeros lo que años de Mercosur han dilapidado en vano: armar un picadito amistoso entre chilenos, brasileros, argentinos y alguno que otro paraguayo. En la ruta, sin infraestructura alguna hace cinco días, haciendo el aguante, no terminan de entender hacia dónde va a ir a parar tanto detenimiento. Milton se divierte como si estuviese en Porto Alegre, de donde viene, y se resigna porque no pudo ver al Fluminense contra Boca, el miércoles a la noche. Está en la ruta desde ese miércoles.

A unos cinco kilómetros de ese cruce está el corte de Pujato, donde todos acuerdan en aceptar que fueron los pioneros de los camiones autoconvocados: “Es que estaba por acá TN”, dice Hernán, quien oficia de portavoz. O sea, el corte de Pujato ha provocado que los camioneros varados hagan otro corte a cinco kilómetros. El piquete original está ubicado al costado del cementerio del pueblo. Los camiones son la principal fuente de trabajo en Pujato, tanto que tienen una Fiesta Nacional del Transporte en octubre, habrá que ver cuántos vienen este año.

En Victoria nadie asume ninguna derrota. El puente de Rosario hasta esa localidad ya en Entre Ríos tiene también algunas intermitencias: “Es que los de los camiones no dejan pasar camiones”, avisa con redundancia la chica del peaje de 9 mangos, a eso de las 16. Día ideal para salir a la ruta: cuando se puede atravesar el piquete (el de la abundancia, o el de la desesperanza) no hay camiones que molesten hasta otra nueva barrera. En el medio de una rotonda, Mario de Lucas González (que no es un nombre de un amigo, sino de una localidad) dice que el lunes no se va a bajar de la ruta. “¿Va a desconocer a sus representantes?”, pregunta PáginaI12. “Es que nos han engañado ya tres veces”, dice en referencia al Gobierno, no –por ahora– a sus representantes. “Y mire que aquí mucha gente la votó, a la señora, eh.” Detrás del hombre, flamea una bandera argentina. Más atrás, un cartel de John Deere. En el sur de Entre Ríos la situación es similar: por la ruta 12, la 18 o la 16 no hay corte que no esté acompañado de un contracorte. Lo que escapa por un lado va para otro. Los camioneros de la entrada a Gualeguay no dejan pasar autos particulares durante una hora, ni camiones por seis horas. “Que los colonos se arreglen con el Gobierno”, dicen. Los camiones “del campo” tiran los dados y caen en el casillero equivocado: pierden uno, dos, tres turnos. Como sea, no pasan. Son los únicos de todo el recorrido que detienen el vehículo de este diario. El cacique del corte a cambio de salir en la foto y contar “su lucha” permite el paso sotto voce. A 80 kilómetros de ahí, la ruta 16 que comunica Gualeguay con Gualeguaychú tiene un corte fantasma en Larroque: todos habían amenazado con que allá estaban cortando, y que eran “pesados” pero no hay nadie al costado del camino.

Al fin, las luces de la gran ciudad. Después de todo, Gualeguaychú transmite sin cortes. La cadena nacional es gruesa y de oro: las cinco cadenas de televisión que transmiten en directo, en el kilómetro 53 de la ruta nacional 14, buscan la figura de De Angeli que aparece un poco durante la mañana y sentencia “no nos bajamos, hasta no tener una respuesta clara”, pero sus muchachos llamarán a la asamblea recién para hoy a la noche. Cada hora, los camiones quedan detenidos en su propio tiempo. Los ánimos de los corta-campo son similares en todos lados: están envalentonados, no se bajan, nadie quiere irse sin algo cierto después de tanto tiempo de espera. “Ese es sentimiento parejo”, dice uno que siempre sale en la tele cuando De Angeli no está. Mañana se tiran los dados de nuevo, y algunos amagan con que las fichas vuelven al lugar de largada, pero esta vez todos van a venir un poco más gastados.

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Imagen: Bernardino Avila
 
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