EL PAíS › GASTON CASTILLO CUENTA COMO CONSIGUIO QUE LE QUITARAN EL PADRINAZGO DEL DICTADOR JORGE VIDELA

“Me saqué un peso enorme de encima”

“No puede ser tu padrino quien mató a tu viejo”, dice Gastón, séptimo hijo varón. Su padre, Roberto Castillo, fue asesinado por la dictadura en 1977. Ahora consiguió que la Iglesia anulara el padrinazgo y solicita que lo apadrinen los Kirchner.

“No puede ser tu padrino quien mató a tu viejo. Es algo loco.” La frase pertenece a Gastón Castillo, que no llegó a conocer a su padre, víctima del terrorismo de Estado, y que durante 32 años, por ser séptimo hijo varón, tuvo como padrino de bautismo a Jorge Rafael Videla. Luego de una serie de gestiones informales frustradas para borrar de su vida el nombre del dictador, el Arzobispado de Buenos Aires que conduce el cardenal Jorge Bergoglio accedió a “dejar sin efecto el padrinazgo” en base a un artículo del Código de Derecho Canónico que exige “llevar una vida coherente con la fe y con la misión que va a recibir”. Se trata del primer caso de un católico que solicita a la Iglesia anular de sus registros el vínculo con un represor condenado por crímenes de lesa humanidad.

–Escribiste que el padrinazgo te mortificaba. ¿Cómo te sentís ahora?

–Siento un gran alivio, me saqué un peso enorme de encima. Le ganamos a este hijo de mil...

Gastón es el menor de ocho hermanos y trabaja en una carnicería de José Mármol. El 12 de enero de 1977, cuando un grupo de tareas arrancó a su papá, Roberto Castillo, de su casa del barrio Sakura, en Burzaco, Gastón aún estaba en la panza de su mamá. “El operativo lo presencian todos mis hermanos menos Juan y yo, que veníamos de jugar al fútbol”, recuerda Mario, que tenía 18 años y estuvo secuestrado durante la dictadura. “A quince cuadras de casa, por Avenida Monteverde, empezamos a cruzar jeeps del Ejército y varios Falcon verde. Cuando llegamos encontramos a todos llorando. ‘Se llevaron a papá’, gritaba mi vieja. Sé que hubo gente de civil y uniformados.”

Sakura debe su nombre a una familia japonesa y era en los ’70 un barrio de trabajadores humildes. “Tenía cuatro o cinco manzanas y la particularidad de que todos militaban”, apunta Mario. La barriada supo de la Triple A ya en 1974 y fue arrasada por la dictadura, que borró del mapa a 45 de sus 900 vecinos. La historia la reconstruyeron profesores y alumnos de la Escuela Secundaria Básica 78 de Burzaco en el marco del programa “Jóvenes y Memoria”, de la Comisión Provincial por la Memoria. En 2008 hicieron su primer audiovisual, Los padrinos mágicos, sobre la relación de la Armada con la Escuela 19 (antecesora de la 78, en la misma sede), a la que apadrinó en 1975, cuando desapareció la maestra Susana Luján Sapic. El año pasado presentaron la segunda parte, Un paseo por Sakura, sobre el intenso trabajo social y el consecuente ensañamiento padecido. La investigación incluyó una entrevista con Beatriz, la mayor de los Castillo, quien relató la historia del padrino genocida.

“Con los chicos decidimos entonces reservar la entrevista y acompañar a Gastón en distintos trámites”, recuerda el profesor Alejandro de León. El trabajo de estudiantes y profesores derivó en un proyecto de ordenanza para que una calle de Almirante Brown lleve el nombre de Castillo, en el contacto con el abogado que redactó el escrito para pedir la anulación del padrinazgo, Hernán Jaureguiber, y en la elaboración de un video con la historia de Gastón que se presentará el mes próximo en Chapadmalal, donde se reunirán alumnos de cuatrocientos colegios bonaerenses para compartir sus producciones sobre la memoria del terrorismo de Estado.

El lobisón

Gastón nació el 12 de mayo de 1977 y comenzó a conocer su verdadera historia cuando tenía doce años. “Mi mamá me decía que papá estaba trabajando afuera y que en algún momento iba a venir a buscarme. Un día, al volver del colegio, le conté que había soñado que mi papá venía. Entonces me sentó y me contó lo que había pasado. Fue terrible, muy triste. La adolescencia la pasé mal, cometí errores, era muy rebelde y volqué toda la bronca hacia mi mamá”, relata.

–¿Cuándo tomás conciencia de quién era tu padrino?

–Me doy cuenta a medida que crezco, cada vez con más bronca y odio. El tema de mi papá no se hablaba. Y si no hablaban los más grandes, yo no preguntaba. Pero siempre tuve el tema muy adentro. Empiezo a sentirme bien cuando empiezo a hablar y cuando nacieron mis hijas, que tienen nueve y seis años. Ahí me cambió la vida, que hasta ese momento no tenía sentido.

–Teníamos mucho miedo –apunta Mario–. Después de los secuestros en Sakura nadie más habló, desapareció todo, los vecinos no nos daban bola. Uno fue creciendo con miedo. Yo veía un patrullero y pensaba que me venían a buscar de nuevo.

La historia del padrinazgo la cuenta Mario: “Mamá usó esa estrategia para ver si conseguíamos alguna información. Había presentado varios hábeas corpus, pero no sabíamos nada. Entonces decidió acercarse a Videla con la excusa del séptimo hijo varón”. La ley 20.843 de “padrinazgo presidencial”, inspirada en el mito del lobisón y sancionada por Juan Perón en 1973, permite que el séptimo hijo varón sea apadrinado por el presidente, de iure o de facto, como Videla durante cinco años. “Creo que la idea fue de mi médico, que incluso ayudó a mi mamá a hacer la carta. Primero se la rechazaron, pero insistió y aceptaron”, cuenta Gastón.

Si el trabajo de los estudiantes movilizó al barrio, el quiebre para la familia Castillo ocurrió el año pasado, cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos, enterrados en una fosa común del cementerio de Avellaneda. Según las pericias, fue asesinado días después del secuestro, meses antes del bautismo. “Con la identificación empezamos a hablar”, explica Gastón. “Ahí nos enteramos de lo que padecía”, apunta Mario. “Le dije ‘hermano, ¿por qué no contaste antes?’, pero es cierto, al no saber cómo resolverlo preferíamos no hablar, no teníamos argumentos para sacarnos a ese hijo de puta de encima. Con la identificación, los profesores me invitaron a dar una charla, conté que ya no sabíamos cómo desapadrinar a Gastón y empezaron a ver qué podíamos hacer.”

–¿Cómo te definís en términos religiosos?

–Soy creyente. Sigo yendo a la iglesia y mi hija está por tomar la comunión. Sigo con la fe.

–¿Hablaste del tema Videla con algún sacerdote?

–No. Tengo amigos con los que íbamos a la iglesia, charlaba con los chicos que juntan fondos para ir de campamento, scouts o monaguillos, pero no tocábamos el tema.

–¿Qué sentís como creyente sobre la iglesia, que permitió que Videla fuera tu padrino durante tres décadas?

–Al ser creyente estaría defraudado –duda, con la vista perdida–. Sigo siendo creyente. Contra la iglesia no tengo nada, pero es algo grave lo que hizo. Es confuso para mí.

–El Arzobispado dijo aceptar el planteo “por los motivos expuestos” en el pedido, entre los que se mencionaba la complicidad de la jerarquía eclesiástica con el plan de exterminio. ¿Es un modo de admitir su rol o de sacarse el tema de encima?

–Es para sacarse el tema de encima.

–¿Cómo nació ahora la idea de pasar a tener a los Kirchner como padrinos?

–Quería que fueran Kirchner y Cristina, pero no puedo tener dos madrinas. Pasa que en la familia estamos muy agradecidos. Este gobierno nos abrió muchas puertas, nos permitió encontrar a papá, pensábamos que eso nunca iba a pasar. Es una decisión que tomé pensando en los 30 mil desaparecidos y en el rol de este gobierno, que permitió hablar más libremente del tema. Sé que algunos dirán “qué loco”, pero es mi decisión.

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Gastón (en el medio, de brazos cruzados), junto a los alumnos que investigaron su historia y la del barrio.
 
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