EL PAíS › VOLVIó A DECLARAR JORGE “EL TIGRE” ACOSTA

El descargo de nunca acabar

El ex capitán Jorge Eduardo Acosta, jefe de inteligencia del Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA durante la última dictadura, reiteró ayer que los responsables de los secuestros, torturas y asesinatos por los que rinde cuentas junto a un puñado de camaradas, prefectos y policías, fueron sus superiores de la Armada. “Pareciera que quienes cumplimos las órdenes fuimos los que inventamos todo y los locos de ese proceso”, renegó el Tigre Acosta, sometido a juicio oral y público ante el Tribunal Oral Federal 5 porteño desde hace 16 meses, en el proceso por crímenes de lesa humanidad más extenso desde la reapertura de las causas.

Acosta declaró por primera vez ante el tribunal que preside Daniel Obligado en marzo del año pasado. En aquella oportunidad se definió como “combatiente”, aseguró que “jamás buscó la muerte”, advirtió que “la guerra revolucionaria terrorista podría reactivarse en tono gramsciano” y aconsejó no leer Página/12. Luego de centenares de declaraciones testimoniales de sobrevivientes y familiares de víctimas, que en su mayoría prefirió no escuchar, el ex hombre fuerte de la ESMA amplió su declaración indagatoria. Ayer volvió a hablar.

Acosta responsabilizó a sus superiores de la Armada por lo que denominó la “lucha antisubversiva” y protestó por la situación judicial que atraviesan él y otros oficiales y suboficiales de menor graduación. Explicó que en la Armada existían “reglamentos” y “manuales” para el “interrogatorio a los prisioneros” y que esas normas se aplicaron con el objetivo de “aniquilar a la subversión en todas sus formas” con “eficacia” y “agresividad”.

Tal como lo hicieron todos los militares de baja graduación hasta la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida en 1987, tal como argumentaron sus camaradas Antonio Pernías y Juan Carlos Rolón en los ’90, cuando por primera vez el Congreso se dignó a frenar las carreras de torturadores y asesinos, Acosta recurrió ayer al concepto de obediencia en el que se formaron históricamente los militares.

Si sus jefes le ordenaban “párese en la esquina” o “vaya y deténgalo”, él obedecía la orden, explicó, siempre evitando dar ejemplos que signifiquen admitir torturas con picana eléctrica, violaciones y mucho menos ejecuciones de secuestrados indefensos. “Había que aniquilar a la subversión terrorista y a sus ideólogos”, explicó el ex marino, sin disimular el amplio concepto de enemigo que regía para los subordinados del fallecido dictador Emilio Massera.

El ex jefe del GT 3.3, que en la ESMA se comparaba sonriente con “Jesucito” por su capacidad de decidir vidas y muertes, calificó como “sustantivo” lo que denominó “plan de recolección de información” por parte de los oficiales de inteligencia. Según Acosta, la inteligencia sólo se aplicó “para quebrar la voluntad de lucha y el espíritu de combate” de lo que denominó “el enemigo”.

Acosta es juzgado junto a otros 18 imputados desde el 11 de diciembre de 2009, en el primer juicio oral a un grupo de represores de la ESMA, que al ritmo actual no concluiría a mediados de año. Más de medio centenar de procesados con prisión preventiva por idénticos delitos esperan turno ante el mismo TOF5, que ya cumplió un lustro de especialización en juzgar genocidas y que seguirá escuchando durante varios años relatos sobre las andanzas de Acosta, Astiz & Cía.

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