EL PAíS › A UNA SEMANA SIGUE LA INCERTIDUMBRE SOBRE EL RESULTADO ELECTORAL

El incordio y las vísperas

Las encuestas meten incertidumbre y atacan los nervios. Los consultores también se juegan lo suyo. Escenarios posibles. Los aparatos políticos, qué hizo cada candidato. Y la pregunta del millón: cuánto pesarán. El voto sobre Cuba, una decisión interesante que divide aguas.

 Por Mario Wainfeld

“En Tucumán gano yo. Kirchner no existe. Menem sí, sobre todo en el interior pero en la capital provincial me va mejor a mí y con eso le saco unos cinco puntos” (Adolfo Rodríguez Saá, a quien quiera oírlo).
- “Tucumán va a ser clave. Es el quinto distrito, medido en población, y Menem saca ahí una ventaja sideral, que impactará en el total nacional. Segundo queda Adolfo. A Kirchner no lo conocen” (un operador de primera línea del menemismo).
- “Kirchner va primero en Tucumán. Ahí hizo un gran trabajo el candidato a gobernador de la provincia, ‘el Ruso’ Alperovich” (un dirigente duhaldista, a la sazón ministro del gobierno nacional).
El Jardín de la República es un botón de muestra. Otro podría ser San Juan donde el oficialismo dice arrasar de la mano del aparato de José Luis Gioja, Adolfo promete barrer merced al (indiscutible) predicamento que tiene en todo Cuyo y el menemismo augura que conserva conquistado el corazón de los votantes de a pie. Cada distrito merece lecturas distintas, ninguna irrefutable, ninguna basada en datos totalmente falsos.
La proliferación de profecías electorales corre pareja con la fragmentación de ofertas políticas. Alguno de los tres interlocutores de Página/12 tendrá razón, cabe imaginar, pero los pronósticos son tan surtidos como los candidatos.
La elección del domingo que viene (¡el domingo que viene!) es atípica, nadie lo duda y está por verse si las encuestas previas han pintado un cuadro muy claro de lo que vendrá. Los candidatos se ponen nerviosos porque el final está cerca y es impredecible. Los consultores, mal que les pese, también estarán bajo siete lupas. Y también se mueven. Ese clima de tensión produce jugadas, zancadillas, reacomodamientos, ataques de ira, imprecaciones, acusaciones.
“Es una operación de la embajada”, musita una primera espada de Kirchner aludiendo a una encuesta de Manuel Mora y Araujo publicada en La Nación el jueves que dio primero a Menem, segundo al santacruceño pero con los talones mordidos por el efervescente ascenso de Ricardo López Murphy. “Los norteamericanos están furiosos por el voto argentino sobre Cuba y se han puesto a jugar muy fuerte en nuestra contra”, agrega, sin poner pruebas sobre el tapete. La encuesta es, cabe consignar, llamativa. Máxime porque la misma consultora pocos días atrás consignaba en el mismo medio que Kirchner le llevaba cinco puntos a Menem. Según el nuevo sondeo esa situación se habría revertido (cinco puntos arriba el riojano) en un puñado de días de una campaña desangelada en los que no acontecieron sucesos sustantivos ni ningún terremoto. Algo difícil de creer, al menos para la mirada profana de testigos sólo provistos de sentido común.
Otro viraje de un experto produjo aún más estrépito. Fue el de Julio Aurelio, eterno asesor del peronismo en el gobierno, fuera cual fuera la facción justicialista que mora en la Casa Rosada. Aurelio, consiguientemente, venía trabajando para el duhaldismo y augurando un final cabeza a cabeza entre Kirchner y Menem. El miércoles, en el programa “A dos Voces” dio una larga explicación que sin desbaratar del todo ese escenario anunció (por primera vez ante orejas duhaldistas) cuatro puntos de luz para Menem. Para colmo, auguró entre líneas (pero de forma muy legible para un público avezado) una creciente posibilidad de una segunda vuelta entre el ex presidente y Ricardo López Murphy. Kirchner, que estaba en el piso de TN, discutió (relata un insospechado testigo presencial neutral) fieramente con el sociólogo. En la Rosada no confirman ni niegan el episodio pero voces oficiales consultadas por este medio se dividen apenas en dos líneas: los que echan irreproducibles sapos y culebras contra Aurelio y los que, amén de descalificarlo duramente, añaden que su contrato con el oficialismo sencillamente ya no existe más.
Aurelio, valga una apostilla, produjo un memorable suceso un día antes de la elección parlamentaria de 1997. El consultor había sostenido hastaentonces que Chiche Duhalde superaría a Graciela Fernández Meijide en la crucial batalla por la provincia de Buenos Aires. Ese sábado Aurelio reveló haber descubierto un giro súbito en el electorado y auguró el triunfo de Graciela. Ese resultado venía siendo predicho desde semanas atrás por otros encuestadores de buen nivel. ¿Habrá virado no más el electorado o, apenas, habrá salvado su ropa el consultor? Cada intérprete puede colegir lo que quiera. Lo certero es que el prestigio de Aurelio quedó indemne, exento de la desgracia que le cupo a Javier Otaegui en la elección de 1995 cuando contradijo a sus colegas, chingó fiero en su estimación y pagó con su salida de las ligas mayores.
Un mapa atrabiliario
Las elecciones presidenciales del ‘83 al ‘99 tuvieron un patrón común bastante amplio: una polarización entre dos fuerzas (PJ y UCR, salvo en 1995 con la breve irrupción del Frepaso). Un puntero que saca alrededor del 50 por ciento de los votos, un segundo que oscila entre el 35 y el 40 por ciento. Los triunfadores en el padrón nacional también lo fueron en la batalla provincia por provincia:
- La mejor marca fue la de Menem en 1995 que prevaleció en 23 provincias y sólo hocicó con Bordón en la Capital. Contra Eduardo Angeloz en 1989 perdió ese distrito y, era de libro, en Córdoba. Pero también fue goleada aunque cediendo dos territorios “grandes”.
- De la Rúa sólo concedió a Duhalde 4 provincias (Formosa, La Rioja, Santiago del Estero y Misiones) y se llevó la mayoría en 20, incluida Buenos Aires (en la que el PJ, empero, pudo conservar la gobernación).
- Raúl Alfonsín ganó 16 a 8 a Italo Luder, quien solo pudo jactarse de ganar en provincias chicas (Jujuy, Salta, Chaco, Formosa, Tucumán, La Rioja, Santiago del Estero y Santa Cruz).
Esos mapas y esos porcentajes no dan trazas de reiterarse en la primera vuelta. La dispersión, la presencia de tres candidatos peronistas que se reparten muy desparejamente peso en sectores ABC1, carisma y aparatos políticos complican la vida de cualquiera, haga predicciones a ojímetro o fundadas en miles de entrevistas domiciliarias. Y la diáspora radical, prodigada en tres candidatos de los cuales el que lleva el logo UCR asoma como el menos votado, suma su grano de arena a la confusión general.
Las últimas miradas expertas que el lector puede repasar en las páginas 2 y 3 de este diario vienen convergiendo en un diagnóstico común. Menem es el favorito para salir primero el 27, Kirchner el segundo más factible, López Murphy arremete para, dicen ellos, quedar tercero. Pero ninguna mirada experta termina de cerrar la prognosis.
Los candidatos del pelotón de punta desplazados en los últimos relevamientos –Elisa Carrió y Rodríguez Saá– niegan probidad a los encuestadores y destacan que ellos no son los que han pagado. En eso tienen razón aunque también es real que los consultores a esta altura se juegan no sólo la relación con sus sponsors sino su reputación profesional. Esa que (se supone) le permitiría seguir tallando fuerte por ejemplo en las próximas elecciones distritales y parlamentarias que se diseminarán a partir de junio.
¿Cuánto vale un aparato?
Los que también arriesgan patrimonio en los comicios serán los intendentes, gobernadores y punteros de todo el país tanto los que han comprometido apoyos a los referentes nacionales, cuanto los (pocos) que se han hecho los sotas. Estamos mentando figuras locales de surtidísimo pelaje y consistencia que tienen un mínimo común denominador: un peso local manifiestamente desproporcionado con su potencia nacional. Muchas destrezas y lealtades ponen en juego esos referentes: conocimiento personal de sus votantes y de sus territorios, reparto de bienessimbólicos o materiales, manejo de planes sociales. Y una percepción inigualada, por lo común conservadora y sensata, del suelo que pisan. Percepción que se diluye a medida que se alejan de su patria chica. Esa patria chica puede ser variablemente “chica”: puede ser Córdoba o Cruz del Eje, o un barrio de Cruz del Eje, o una manzana de Cruz del Eje o un local partidario en esa ciudad.
A esa trama de militantes, punteros, operadores, agentes sociales, dirigentes o funcionarios (o varias de esas categorías a la vez) suele apodársela “aparato”, apelativo que –como todo nombre sencillo que alude a una realidad compleja– dice menos de lo que oculta.
La distribución del poder territorial argentino se corresponde muy mal con el de las listas presidenciales por dos motivos:
- Uno es indiscutible y cuantificable: gobernadores e intendentes reflejan el mapa electoral de 1999, cuando ganó la Alianza contra el peronismo unido. De ahí que la presencia radical sea muy potente y el peronismo no se ajuste a la diáspora actual.
- El segundo está por verse y se formula como análisis y predicción. Las estructuras locales variarán mucho menos que el mapa nacional, precisamente por la mejor implantación que tienen sus referentes. Esta predicción cuenta con el aval de una muestra pequeña que es la seguidilla de victorias radicales en elecciones de intendente realizada en este año que no tendrá correspondencia con el desempeño que cumplirá la fórmula Moreau-Losada.
¿Podrán los “aparatos” locales trasladar votos a referentes lejanos, en medio de las fragmentaciones partidarias? Es un enigma que acaso no se devele nunca del todo, por su difícil medición aún ulterior a los hechos. Lo que sí es seguro es que algunos candidatos han jugado muchas fichas a esas bazas y otros pocas o ninguna. Por decirlo tajantemente es un enigma al que juega buena parte de su chance Kirchner y una importante porción López Murphy. Veamos.
El que más apostó a esa mano es Néstor Kirchner. Desde su alianza con el duhaldismo, su campaña se orientó preponderantemente a conseguir lealtades de los referentes peronistas. A fe que lo logró. A esta altura cuenta con apoyos importantes de gobernadores e intendentes, avasallantemente superiores a los de sus contendientes en la interna abierta del PJ. Esa obsesión, que fue también la del duhaldismo y la del propio Eduardo Duhalde quizá lo llevó a descuidar a los votantes no peronistas. Paradójicamente la virtualidad de crecimiento de Kirchner en esos sectores fue la que lubricó su coalición con Duhalde. Pero la campaña los dejó algo de lado, centrándose en la trama de relaciones del peronismo. La ratificación de Roberto Lavagna parece destinada a interpelar a votantes no peronistas, interesados en un perfil “racional” y en una continuidad no traumática. Cuesta creer que tenga impacto masivo y que entusiasme a “progres” de variado pelaje. Quizá la jugada de los estrategas de Kirchner se completa con la expectativa de que los no peronistas antimenemistas elijan el “voto útil” en pro del santacruceño. Un designio racional y que quizá corone con éxito aunque un eventual respingo de López Murphy lo pone en crisis.
Los otros dos peronistas quedaron muy atrás puestos a colectar apoyos territoriales. Menem, en ese terreno, está en zona de descenso. Impresentables y piantavotos y ni siquiera muchos, lo acompañan. Un cuadro bien distinto al que logra puesto a cosechar avales en el establishment empresario y hasta eclesiástico (“si votan los obispos gana en primera vuelta”, narran a Página/12 dos personas que conocen bien ese paño) que tienen toda la traza de haber restaurado su feliz maridaje de una década.
Rodríguez Saá, que estuvo a un tris de birlarle a Duhalde media provincia al comienzo de la campaña, tampoco aduna una trama territorial fuerte. En su búnker, empero, creen que su alianza con Melchor Possecontribuirá a darle una victoria aplastante en la primera sección electoral bonaerense, mezclando votos peronistas y radicales. Y confían en el arrastre de Aldo Rico. También en una miríada de pequeños pactos en distintas provincias, con dirigencia de segundo nivel.
Quien ha realizado un zurcido, que pocos hubieran previsto en él, inesperado es López Murphy. Los partidos provinciales de derecha le responden casi unánimemente. Y con el radicalismo hay una porosidad no menor, tanto que muchos de sus dirigentes le han prometido apoyo “por abajo”. En esa base radical, desamparada por su partido y en el electorado conservador de provincias finca su presumible base social.
Elisa Carrió ha redondeado una puesta muy audaz de campaña, sin dinero, casi exclusivamente basada en un discurso ético y muy personal, con pocos aliados, mostrando enorme desdén por los pactos “con aparatos”. Algunos ingredientes de su decisión tienen el sello de una jugada moral innegociable: tal la de no aceptar plata de empresarios. Una jugada complicante pero digna de valoración, muy del tipo “tómalo o déjelo”. Más opinables, menos taxativos desde el punto ético han sido otros sesgos de la chaqueña: principalmente su discurso centrado en la ética y en la profecía y muy poco enfático en materia programática. Tras haber caminado, en plan francamente franciscano, todo el territorio nacional la jefa del ARI está convencida de que su mensaje “cara a cara” ha calado hondo y que recibirá votos inconfesos y masivos. Heterodoxo ha sido su camino y, si lo logra, su hazaña será doble. Si tropieza, deberá revisar sus personales criterios tácticos.
Digresión pachanguera
“Duhalde estaba contento como un chico”, describe uno de sus incondicionales más cercanos (aún físicamente, en la Rosada) al Presidente. Tal como anunció esta columna hace un par de semanas, tras dialogar con Lula, Raúl Alfonsín y Kirchner, Duhalde se dio un gusto en vida y cambió el voto argentino sobre la situación de derechos humanos en Cuba. Una decisión que, en el actual contexto político, no cabe sino elogiar toda vez que entronca a Argentina con Brasil y el Mercosur y rehúsa acompañar una moción inscripta en el belicismo salvaje de George Bush.
La medida se tomó contrariando las mociones de Carlos Ruckauf quien, fiel a sí mismo, se enfermó en la respectiva reunión de gabinete. Habrá sido una virosis extendida en Cancillería porque su segundo también se pegó un faltazo. La manía de despegarse de quienes le dan de comer (una forma delicada de llamar a la deslealtad) ha sido una constante en la trayectoria política de “Rucucu” y, en esto, no puede negársele coherencia.
Sus fieles aseguran que Duhalde no pidió encuestas ad hoc. Cuesta creerles, conociendo la proverbial manía del Presidente en ese sentido y su frase de “estar respondiendo a lo que piensa la mayoría del pueblo argentino”. En cualquier caso, el cambio permitió que los presidenciables con mayor intención de voto manifestaran sus posiciones, tan previsibles como drásticas. Dos en la tradición “lamebotas”: Menem y López Murphy, quienes ya la honraron siendo gobierno. Tres compartiendo la del actual oficialismo que, allende los motivos personales de Duhalde es la mejor tradición de las fuerzas populares que gobernaron la Argentina: Kirchner, Carrió y Rodríguez Saá.
Que decidan todos
Esa división de aguas ante un tema concreto alude a un dato esencial: una agenda fenomenal debiera discutirse en esta campaña, algo que se viene haciendo muy malamente. La redistribución del ingreso, la apuesta al Mercosur, una solución integradora de la desocupación y de las relacionesdel Gobierno con los movimientos piqueteros, una regeneración ética del sistema político, un proyecto nacional productivo, el establecimiento de ciertos frenos al salvajismo del capitalismo nativo son ítems de una agenda cabalmente nacional, popular y progresista que algunos candidatos han balbuceado mal. Otros, sencillamente, la desdeñan y no la cargan en su disco rígido. Este columnista se enrola entre quienes creen, contra viento y marea, que esas diferencias merecen cierta consideración. Para quienes, como él, creen que no todos los escenarios posibles son iguales, el incordio de elegir será mayúsculo. Pero, aunque el futuro pinte oscuro, nunca la suerte está sellada. Siempre depende, siquiera en mínima medida, de lo que haga cada uno con sus responsabilidades.

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