EL PAíS › PABLO FERREYRA HABLA SOBRE EL JUICIO POR EL ASESINATO DE SU HERMANO MARIANO

“Cuando entró Pedraza se me heló la sangre”

El hermano del militante del PO repasa las circunstancias en que la patota de la Unión Ferroviaria mató a Mariano y el inicio del proceso que tiene al gremialista José Pedraza como protagonista. La política, las “salidas” carcelarias y los tercerizados.

 Por Irina Hauser

Poco antes de que empezara el juicio oral por el asesinato de su hermano, Pablo Ferreyra viajaba en un taxi hablando del tema por celular con un periodista. El taxista pescó el contenido de la conversación, pero no identificó al protagonista, lo miró por el espejo retrovisor y le dijo: “Eso de lo que estabas hablando, ahora hay una marcha. Ojo que van a cortar todo. Por el pibe Ferreyra, el que quiso destapar la pudrición, la pudrición que se ve hasta el fondo, pero viste que ya Jesús quiso y no pudo”. Pablo no sabía si soltar una carcajada, ponerse a llorar desconsolado o bajarse urgente. Ese desconocido le hablaba de su propio hermano. De su vida. De él mismo, que se cargó al hombro la investigación judicial por el homicidio con ayuda de un equipo de abogados, y que con la fuerza de un designio retomó esa batalla que Mariano libraba contra la tercerización laboral el día que lo mató la patota de la Unión Ferroviaria (UF) durante la retirada de una protesta en Barracas. El, Pablo, 32 años, fotógrafo, que sin querer se convirtió en una figura pública objeto de críticas y elogios. Que asume contradicciones políticas. Que quedó petrificado al ver al líder ferroviario José Pedraza entrar en la sala del juicio. Que esta semana vio por primera vez las imágenes completas de los últimos minutos de vida de Mariano, militante de 23 años del Partido Obrero (PO).

Pablo suele andar con un par de zapatillas que eran de Mariano. Son botitas All Star marrones, de cuero. También guarda una remera suya gris, un teclado de varias octavas y una gomera. En su casa, un ph al fondo, hay cuadritos estilo art decó, una Gioconda perdida, fotos de Carolina –su mujer, con quien espera un bebé– y cámaras de foto antiguas. Menos visible, hay un pequeño retrato de su hermano sobre una especie de mostrador y en el estudio, apoyado sobre una pared, está enmarcada la tapa de la revista La Garganta Poderosa que muestra a Lionel Messi con la camiseta argentina y el nombre Mariano Ferreyra.

En el juicio, que empezó el lunes pasado, Pedraza encabeza la lista de acusados. Pablo intenta darle la mayor difusión posible y habló mucho por los medios en estos días. Sin embargo, le cuesta recapitular cómo fue el 20 de octubre de 2010. “Me acuerdo poco –se excusó–. Correr desde donde trabajaba, en La Lucila, hasta el Hospital Argerich, encontrar el manoseo de los médicos para decirme algo concreto y entender que no me iban a decir nada bueno y que me direccionaban hacia mi vieja, que finalmente me dijo que habían matado a Mariano. Revoleé la mochila, me agarraron mis dos cuñados y al ver que alguien filmaba afuera entendí que lo que había pasado tenía una magnitud muy grande.”

–¿No era una variable en tu horizonte que a Mariano le pasara algo relacionado con sus militancia?

–Nunca imaginé algo así. Todavía me cuesta entenderlo. Esta semana en el juicio veía las imágenes de los noticieros y leer el nombre Mariano Ferreyra en la pantalla me parecía completamente surrealista. Yo no viví ese día desde los medios. Había decidido no ver tele. Fue un momento personal de confusión. Además, cuando se muere alguien en estas circunstancias, llegás al hospital y está muerto, no hay nada más que hacer. Todo ese día deja de tener sentido. Nos quedamos esperando, sin saber qué esperábamos. Después nos tomamos un taxi y en la radio hablaban de Mariano y los medios esperaban en la puerta de la casa de mi mamá. A la noche vinieron compañeros de Mariano del PO a plantearme que anticipaban un funeral grande y me vi discutiendo de política, pero yo estaba pensando en mi hermano. Les propusimos un funeral íntimo, sin cámaras ni discursos, pero sí con la despedida de sus compañeros.

–¿Cuándo pudiste salir de la confusión y entender lo que había pasado?

–Las primeras versiones apuntaban a Duhalde. Luego vi que los diarios hablaban del ataque (de la patota de la UF). Hubo claridad del PO en explicar quién era Mariano y qué estaba haciendo en Barracas ese miércoles apoyando una protesta contra la tercerización laboral. El domingo busqué en Facebook al abogado Alberto Bovino, por recomendación de amigos. Me reuní enseguida con él y abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales. Analizamos que lo que había sucedido era profundamente político y atentaba contra una lógica que tenía el Gobierno de no reprimir la protesta social. En ese entonces, igual que ahora, yo veía cosas del Gobierno que me entusiasmaban, pero que mi hermano sea un muerto político en la era del kirchnerismo me generó una contradicción muy grande.

–¿Cómo evaluaste el discurso de la Presidenta en el día que comenzó el juicio, lo viste como una señal de apoyo?

–Fue claramente una muestra de apoyo. A partir de ahí veo tres aspectos: generó un hecho político, eso es un dato objetivo; destacó, algo que es cierto, la ayuda de Néstor Kirchner para acelerar la investigación al acercar a la fiscalía un testigo clave aportado por un dirigente del conurbano; agregó una anécdota personal, de cómo afectó la muerte de Mariano a la salud de Néstor, algo que yo relativizo porque se está juzgando el asesinato de mi hermano a manos de una patota sindical comandada por Pedraza.

–¿Cómo viviste el inicio y los primeros días del juicio oral?

–Primero no estaba tan nervioso, pero cuando entró Pedraza se me heló la sangre. Caro, mi mujer, me dijo que estaba pálido. No conozco a Pedraza para nada, pero su apellido está cargado con toda mi historia de los últimos casi dos años. Pedraza y (Cristian) Favale quedaron socialmente instalados como los responsables del asesinato de Mariano. El primer día el PO nos acompañó con calidez, a mí y a mi familia. Hubo también una presencia sindical escueta, pero representativa: Roberto Baradel, Facundo Moyano, Claudio Lozano. Diputados de distintos sectores y muchos amigos.

–¿Qué responsabilidad le atribuís a Pedraza?

–Es el responsable de la muerte de Mariano. Mediante una patota del gremio que dirige buscó escarmentar a sangre y fuego a un sector opositor afectado por la tercerización laboral, que ponía en riesgo su hegemonía política. El mismo dijo en su declaración que el pase a planta de los tercerizados influidos por la izquierda le podía hacer perder hegemonía, porque con el ingreso de 150 cuadros se armaba una lista opositora. Las tercerizaciones le servían para atomizar eso. No es que decidió matar a Mariano, sino golpear a un sector que le representaba una pérdida de poder político y económico. Nada de lo que pasaba en la UF podía estar fuera del alcance de Pedraza.

–En la indagatoria, durante la instrucción de la causa, Pedraza dijo que en cuarenta años no había visto un ferroviario armado y que se enteró del ataque de la patota por TV.

–Es una muestra de cinismo propia del sindicalismo que alguna vez repudió (Rodolfo) Walsh, la burocracia sindical, que pretende representar a los trabajadores y mantiene negocios empresarios. Pedraza no solo explota desde los noventa el Belgrano Cargas, sino a los trabajadores en una cooperativa a nombre de gente del sindicato y con participación de su mujer.

–¿Te molestó que proyectaran las imágenes del día del asesinato?

–Me pareció innecesario para el juicio. Para mí fueron reveladoras, no las había visto. Me permitieron reconstruir y ver como una película el plan criminal. Tuve la sorpresa de ver que los tercerizados nunca cortan la vía, que son repelidos por la patota, que se ve que ya estaban desconcentrando cuando se produce el ataque. Advertí la importancia del testimonio de la periodista de C5N (Gabriela Carchak), que es objetivo. Desde el lugar decía lo que vio: un ataque, no un enfrentamiento, además de que la amenazaron para que no filmara. Pero fue muy doloroso ver a Mariano en un video que filmó una militante, tendido y en la ambulancia... me hizo muy mal, también a mi familia.

–¿Te afectó el discurso de los abogados defensores culpabilizando a Mariano y los manifestantes o te parece que sólo están haciendo su trabajo?

–Están haciendo su trabajo. Creo que es todo parte de una actuación necesaria y pienso que les están comiendo la billetera a los acusados, ya que para algunos es una causa perdida. Me parece que el trabajo que se hizo en la instrucción de la causa es irreprochable: desde el móvil político hasta el asesino material, y cómo están representados los tercerizados en ese discurso. Que venga uno a hablar de las gomeras, de hordas que cortan las vías, de las molotov, todos elementos de la lucha popular como armas de fuego, me parece que hay un acting. El juicio tuvo momentos de gran teatralidad.

–¿Y el tribunal?

–Me gustó el presidente del tribunal (Horacio Dias) porque le quitó solemnidad. Con un chiste desarticulaba todo, hasta los discursos que intentaban transformar a la víctima en victimario. Como familiar me parece que eso descomprime. Además, me pareció que los jueces manejaron bien los planteos de nulidad de las defensas y su reclamo para ver los videos.

–¿Con el PO cómo te llevás en el contexto del juicio?

–Estamos como en una luna de miel, a pesar de que tenemos opiniones diferentes y decimos cosas diferentes. Por ejemplo, respecto de la versión sobre las salidas de Favale de la cárcel. El PO dijo que se favorecía a un preso por su identificación política con el kirchnerismo, porque fue a un acto de Vatayón Militante. Después resultó que no salió, que fue un acto en el penal de Ezeiza, donde la agrupación incluso dijo haber repudiado a Favale. A mí me pareció que todo esto desviaba el eje del juicio, que pasa por discutir la cuestión laboral, la zona liberada por la policía pasando por el tipo de sindicalismo que representa Pedraza.

–¿Te habría molestado que a Favale lo dejaran salir de la cárcel para una actividad?

–En este momento sería muy desprolijo, una provocación. Lo mismo que pasó con (Eduardo) Vásquez. Con determinadas figuras habría que tener en cuenta la sensibilidad y la condena social. Sacar a Favale cerca o durante el juicio sería polémico. Es una discusión a dar, pero no en los términos que propone Clarín, impugnando la política de derechos humanos en las cárceles, sin señalar la importancia de la reinserción de todo preso ni otras problemáticas del sistema penitenciario, como las torturas. Hay otros problemas que plantea la cárcel.

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