EL PAíS › TESTIMONIOS EN EL JUICIO POR LOS CRIMENES COMETIDOS EN CAMPO DE MAYO

Cuando la palabra se impone al silencio

Julia Villagra habló de su hermana Kity, una joven de la UES asesinada por la espalda en mayo de 1976 en Martínez. Con ella cayó Gustavo Cabezas, quien tenía 17 años y aún permanece desaparecido. Su hermano Daniel también expuso ante los jueces.

 Por Alejandra Dandan

“Lo que quiero pedir es que se pueda volver a creer en los seres humanos; no somos Dios, pero quiero algo tan elemental como que la gente tenga libertad de pensar y llevar adelante sus creencias; mi hermana era idealista, me parece que no merecemos lo que sucedió, no lo merecían. Me asusta mucho lo de estos días, los comentarios tontos, a veces creo que no pueden valorar lo que es la democracia. La justicia es una construcción humana, me parece que esto se los tengo que pedir a ustedes, que son los representantes. Me ha costado mucho llegar acá. A veces me dicen de perdonar, pero yo no puedo perdonar hasta que no haya justicia.”

Julia Elena Villagra volvió a poner las audiencias de los juicios de lesa humanidad en diálogo con el afuera de la sala. Julia habló de su hermana Florencia “Kity” Villagra, de la Unión de Estudiantes Secundarios, durante una audiencia por los crímenes cometidos en Campo de Mayo. En la sala estuvo el ex jefe de Institutos Militares de Campo de Mayo Santiago Omar Riveros y otros dos represores reconocidos en el ultimo año: Eduardo Oscar Corrado, que entró en silla de ruedas y era el jefe de la Escuela de Comunicaciones de Campo de Mayo, y el ex teniente Carlos Macedra, a cargo del entonces Batallón Esteban de Luca de Boulogne y la persona que la madrugada del 10 de mayo de 1976 mató a Kity de un tiro por la espalda en la plaza de Martínez, mientras ella intentaba escapar y después de dos disparos al aire. Con ella cayó Gustavo Cabezas, de 17 años. Se supone que Gustavo pasó por el Batallón Esteban de Luca; hoy está desaparecido. Los testimonios de un grupo de ex colimbas fueron la llave de este expediente para llegar hasta acá. Macedra tiene fama de mal bicho también entre sus subordinados y todavía se buscan datos sobre su desempeño en Campana y Zárate.

Julia y Daniel Cabezas, el hermano de Gustavo, entraron a la sala cuando los jueces convocaron a los acusados: “Después de años de silencio y hasta de mentir por miedo, me voy a encontrar hoy cara a cara con el asesino de mi hermana Kity y eso me produce una gran conmoción”, había dicho más temprano. “La última vez que vi a mi hermana yo tenía mi bebé. Ella me pidió que le cerrara la puerta despacio porque iba a repartir volantes, para que mis padres no la retaran”, dijo Julia cuando empezó. Supo lo que pasó con Florencia por un llamado. “Mi hermana Marisa me dijo que había muerto y que estaba con el cajón cerrado. Para nosotros no era fácil viajar a Buenos Aires, así que decidí no venir porque no la iba a ver. Me preocupaba mucho el ambiente muy particular de mi familia, que yo no comprendía, y tenía miedo de ser más una molestia para mis padres. Así que no vine, me arrepentí muchas veces. Un mes y medio más tarde me vino a ver mi papá. Me dijo que había visto el cuerpo. Mi papá era abogado, un hombre recto. Me miró a los ojos y me dijo que la herida de bala era casi del tamaño de la teta, aunque no sé si eso me lo dijo mi hermano. Me dijo que estaba ‘limpia’. Yo lo miré a los ojos para tratar de entender lo que me decía y me hizo como un gesto, y los sobreentendidos eran que no la habían torturado. Para mí eso era importante.”

Su hermano Santiago era “muy chico y acompañó a mi padre; cuentan mis hermanas que vomitó varias veces. Mi papá falleció al poco tiempo, supongo que por sus contradicciones y por su fragilidad no pudo soportar afectarse la salud. Mi proceso fue distinto, tenía a mi hijo, lo quería cuidar, así que no hablé de nada. Le mentí por años, diciendo que había sido un accidente de auto”. Otra cosa importante “es que, en esa época, mis hermanas se acercaron alrededor de la plaza a preguntar a los vecinos qué habían visto. Les contaron cosas imprecisas, pero la historia es que había un colimba que la abrazaba y lloraba. En ese momento nos pareció una cosa idealizada, pero reconstruyendo esto, hace poco, sé que eso fue verdad”.

Mientras estuvo adentro, Macedra no se movió. Cuando le preguntaron si iba a declarar, dijo: “Por ahora no, pero me reservo el derecho de declarar más adelante”. Un grupo de estudiantes secundarios abrió sus computadoras. Eran de las escuelas medias 4, 6 y 7 de Ciudadela con maestros de Historia y Derecho y Política Ciudadana que llegaron por el programa Construcción de Ciudadanía contra del Genocidio de la Untref. “¿Me parece a mí –soltó una chica– o Riveros pone cara de pobrecito?”

Rubén

Enseguida declaró Rubén Castro, responsable político de Kity y Gustavo. Paraba en la casa de él porque lo perseguían y se salvó ese día porque, como no tenía los documentos, no salió. “Gustavo para mí era ‘Ramón’, aunque como estaba en la casa sabía cómo se llamaba. Del nombre de Kity me enteré después. Formábamos parte del mismo grupo, de la UES vinculada con la organización Montoneros. Yo era responsable del área de San Isidro. Mi responsable era el Negro Antonio, que desapareció tiempo después en la rotonda de Acassuso. Desde el golpe, las actividades estaban muy reducidas. El 10 de mayo nosotros salíamos a hacer una acción, reivindicando el 1º de Mayo. Yo no pude salir porque no tenía documentos. A las cuatro de la mañana se fueron. Iban a hacer un recorrido para dejar ‘gancheras’ en distintas fábricas, que eran un arco de alambre con volantes.”

Habían planificado el recorrido: un itinerario por San Isidro. “De Kity tengo recuerdos, era una chica muy tímida, hablaba lo necesario y siempre pensé que era mucho más chica; era una persona muy dulce, no es porque la hayan matado, era una persona muy especial para todos los compañeros.”

En un momento, dijo Rubén, “me despierta el Negro Antonio muy nervioso. Ahí me dice que los habían secuestrado a Kity y a Ramón. Y me dice esto, que era un operativo conjunto, que era la gente del Arsenal Esteban de Luca a partir de que, creo, ve un distintivo en alguno de los vehículos”.

Daniel

El juicio de Campo de Mayo logra reconstruir en un día, a veces cuadro por cuadro, lo que sucedió con los caídos. Daniel Cabezas reconstruyó la búsqueda de su hermano.

A mediados de mayo del ’76 tuvo el primer dato cuando se cruzó con un vecino. “Yo iba con un amigo, le preguntamos si estaba al tanto de que habían detenido a una pareja de jóvenes y le relatamos el hecho. Dijo que sí, que estaba enterado y que donde hacía el servicio militar, que era el destacamento Esteban de Luca, habían llevado a gente detenida en un camioneta, cambiaron el chofer y había salido para otro lado. O sea que desde el principio supimos de una patrulla militar y que probablemente haya estado en Esteban de Luca y de ahí en otro lugar.”

El testigo más importante, sin embargo, lo halló hace sólo algunos años. Esta vez lo encontró a partir de otro colimba que declaró en otra causa de Campo de Mayo. Habló del operativo, dio algunos datos. Los datos llegaron a Daniel y se puso en contacto con varios otros.

“Todos más o menos relatan lo mismo. La patrulla, la chica que intenta escapar y todos ellos nombran a un colimba, José Luis Aguas, como que había estado muy cerca de Kity Villagra cuando murió. Mencionan unos oficiales de apellido Landa y Macedra.” Así empezó la búsqueda de José Luis Aguas, quien va a declarar las próximas semanas. Primero en su casa; el padre dijo que, por la crisis de 2001, se había ido a España. Lo contactó por Facebook a través de otro colimba. “Mandé un mail, nos empezamos a comunicar y él me confirma y me relata todo”, dijo Daniel. “Me dice que los detienen, le piden documentos, encuentran volantes abajo de un auto y de un camión. Macedra le da un culatazo a mi hermano y lo deja sangrando. Kity corre, Macedra le da un tiro por la espalda. Y Aguas va corriendo hasta donde estaba caída Kity; le dice a Macedra que pida una ambulancia porque todavía respiraba y Macedra le dice algo así como que sabía dónde le había disparado y que iba a morir. Y de hecho fallece delante de él.”

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Los represores Eduardo Corrado, Santiago Riveros y Carlos Macedra, quien le disparó en la espada a Villagra.
Imagen: Rafael Yohai
 
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