EL PAíS › LA HISTORIA DE DESCONFIANZAS ENTRE EL KIRCHNERISMO Y DE LA SOTA

“La relación nunca fue buena”

Aunque los resquemores vienen de lejos, durante la presidencia de Néstor Kirchner la relación fue discreta. Las diferencias comenzaron a ser mayores a partir de las elecciones de 2007. Los puentes se rompieron el año pasado.

 Por Nicolás Lantos

“La relación entre De la Sota y los Kirchner nunca fue buena. Ya en los noventa estaban parados en veredas distintas, y después el cordobés nunca le perdonó a Néstor que consiguiera la presidencia en 2003, un lugar que quería para él. Pero entre ellos dos había diálogo, había rosca, negociaban. Con Cristina ni eso. No se quieren ni un poquito.” La descripción pertenece a un gobernador peronista y grafica el trasfondo de una pelea que ya tiene muchos rounds: el último, por ahora, se desató el miércoles, luego de que De la Sota tuviera un fuerte cruce verbal con la ministra de Industria, Débora Giorgi, y que derivó en un durísimo intercambio de declaraciones que sigue levantando temperatura. Aún no se sabe cuándo sonará la campana.

“El problema de fondo es político –comenta un dirigente cordobés cercano al kirchnerismo– y tiene que ver con las ambiciones de De la Sota y con que históricamente tuvieron concepciones distintas de cómo gobernar.” Pero, agrega, “también hay cuestiones de carácter o de viejas heridas que nunca cerraron, porque de otra manera no se explican los niveles de agresividad que se ven en los cruces entre funcionarios del gobierno nacional y el Gallego. Ningún otro gobernador pejotista se le plantó así al kirchnerismo, ni siquiera Rodríguez Saá. Y ningún otro gobernador recibió la artillería verbal que Casa Rosada le dedicó a él, con excepción de Macri.”

Aunque los primeros resquemores entre De la Sota y los Kirchner se remontan a la década menemista, tal como recuerdan cerca la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, 2003 fue un año de quiebre: ante la necesidad de Eduardo Duhalde de encontrar entre los gobernadores justicialistas un candidato para sucederlo y la renuencia del santafesino Carlos Reutemann (que era número puesto) a hacerse cargo de la parada, el cordobés y el santacruceño compitieron por ese lugar. Aunque a priori el Gallego parecía contar con cierta ventaja, su popularidad nunca despegó en los sondeos y “el Pingüino” se quedó con la candidatura primero y la presidencia después. Según comentan quienes lo conocen, De la Sota todavía cree que ese lugar debió haber sido suyo, y su objetivo, más de una década después, sigue siendo el mismo.

Mientras Néstor Kirchner gobernó, la relación tuvo altibajos que nunca pasaron a mayores. El período del ex presidente en la Casa Rosada coincidió con el segundo mandato consecutivo del gobernador, que impedido de ir por una segunda reelección, en 2007 apoyó la candidatura de su vice, Juan Schiaretti. En esas elecciones, el gobierno nacional dividió sus apuestas. Con una mano sostuvo al candidato del PJ; con la otra, al por entonces intendente de Córdoba capital, Luis Juez, una figura que quería romper con el histórico bipartidismo en esa provincia y resultaba más compatible con los aires de transversalidad de la época. Los comicios se definieron a favor de Schiaretti por un puñado de votos, denuncias de fraude incluidas. En el ínterin, el kirchnerismo terminó enemistado con tirios y troyanos.

Cuatro años más tarde, De la Sota se aprestaba para volver a la gobernación. Aunque el conflicto con las patronales agrarias en 2008 lo había encontrado más cerca de los cortes de ruta que del gobierno nacional, de todas formas de cara a las elecciones habían pactado con el kirchnerismo compartir las listas. Sin embargo, poco antes de las elecciones, el Gallego rompió puentes, decidió unilateralmente cuál sería el candidato a vice y finalmente el kirchnerismo presentó su propia lista de legisladores sin candidato a gobernador.

Tras la victoria, el flamante gobernador dio un encendido discurso con críticas a la Rosada y anunció el nacimiento de una nueva corriente política: el cordobesismo. Duró una semana antes de quedar sepultado por el masivo apoyo que obtuvo CFK en las primarias. Para las elecciones de octubre, como en un espejo de lo que había sucedido dos meses antes, el Frente para la Victoria llevó su propia lista de diputados con la boleta de CFK, mientras que el justicialismo cordobés fue al cuarto oscuro sin candidato a presidente.

Este año, De la Sota volvió al ring, aunque las tarjetas, de nuevo, no lo favorecieron. Con la intención de perfilarse como un presidenciable del justicialismo no kirchnerista rompió de forma unilateral el Pacto Fiscal de 1992 con una carta en la que convocaba a otros gobernadores a plegarse a la movida, que no tuvo mayor eco. Cuando la selección argentina de fútbol jugó en Córdoba contra Paraguay, invitó a su palco a todos los opositores de primera línea, buscando una foto histórica. Sólo lo visitó Mauricio Macri. Otra escala del jefe de Gobierno porteño a la capital cordobesa fue el telón de fondo para un salvaje operativo de represión a trabajadores que protestaban contra la nueva ley jubilatoria que impuso para su provincia; el objetivo: aprovechar las cámaras de los medios nacionales para diferenciarse del kirchnerismo. El round de esta semana, en el que desplegó una estrategia de choque más frontal seguramente no sea el último de esta pelea. Segundos afuera.

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