EL PAíS › EN SAN FERNANDO VOLVIó LA TRANQUILIDAD DESPUéS DE LA OLA DE ROBOS VIOLENTOS DEL VIERNES

“Tenían handies y marcaban comercios”

Vecinos y comerciantes coinciden en que los incidentes estuvieron “digitados”, Aseguran haber visto micros que llevaban gente para el supermercado que fue saqueado. El gobernador Daniel Scioli dijo que el objetivo era “desestabilizar”.

 Por Nicolás Lantos

La placa de madera que reemplaza a la vidriera destrozada tiene un graffiti escrito en aerosol rojo: “Este negocio ya fue saqueado”. Sin prestarle mucha atención, una veintena de vecinos hace sus compras. Aunque apenas un día antes el polirrubro había sido arrasado por la ola de saqueos que asoló la localidad bonaerense de San Fernando el viernes, falta poco para las fiestas y en estos días hay mucho trabajo, por lo que Daniel, el dueño, no puede darse el lujo de cerrar sus puertas como sí las mantiene cerradas, cien metros más allá, el Carrefour que fue el epicentro de los desmanes. “Esto estuvo muy organizado”, comenta Amelia, detrás de la caja de la verdulería: es la opinión de todos los que presenciaron los disturbios. Motos con handies marcando locales, micros que transportaban gente de un lugar a otro y camionetas 4x4 que pasaban a recoger la mercadería son elementos que se repiten en los relatos de los testigos.

San Fernando, sábado, seis de la tarde. El sol se pone entre casas bajas y el barrio intenta retomar una rutina que se vio interrumpida el viernes a primera hora cuando comenzaron a llegar las noticias de los saqueos. La estación de servicio de Irigoyen y Panamericana sigue expendiendo nafta, pero el autoservicio está cerrado: fue arrasado por los saqueadores. “Se robaron todo y lo que no se pudieron robar, lo rompieron”, comenta un empleado por lo bajo, debido a que la empresa decidió que no debían hablar con la prensa. Un perro blanco descansa a la sombra de la heladera gigante donde se guardan las bolsas de hielo. El encargado, con cara de pocos amigos, se guarda detrás de las vidrieras cubiertas de papeles para no hablar con la prensa.

La barricada de changuitos azules y rojos sigue bloqueando una de las entradas al supermercado. Enfrente, estratégicamente ubicados a la sombra de un árbol, media docena de gendarmes toman mate y miran con sorna a un grupo de efectivos de infantería que, del otro lado de las rejas, casco y escudo reglamentarios, hacen guardia. Pocos metros más allá, un camión de bomberos duerme la siesta contra el cordón. Los diversos accesos al predio permanecen cerrados con gruesas cadenas oxidadas, salvo una por la que entran y salen unos pocos jóvenes: son empleados del local que fueron a cumplir su horario y a realizar tareas de mantenimiento. Todavía no se sabe cuándo volverá a abrir al público. “Quizá mañana, quizá después de las fiestas”, es la única información que están autorizados a dar.

“La policía local no daba abasto y los que mandaron fueron todos a cuidar el supermercado”, se queja Daniel, el dueño del polirrubro. Según un informe publicado ayer por la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, más de 500 pequeños y medianos comercios como aquél “fueron destruidos y arrebatados por la ola de saqueos violentos” del jueves y el viernes, con pérdidas estimadas en más de 26 millones de pesos, sin contar el lucro cesante. El comunicado de la CAME hace énfasis en lo mismo: “Las fuerzas de seguridad se concentran mayormente en proteger los grandes negocios, que por sí cuentan con sistemas de protección propios”, mientras que dejan desprotegidos a los pequeños locales, como el polirrubro de Daniel o la estación de servicio más allá de la autopista.

Entre el jueves y el viernes, sólo en la provincia de Buenos Aires se detuvo a casi 500 personas, informó ayer el gobernador, que también se llama Daniel. “Ellos mismos han testimoniado que los habían convocado vía las redes sociales en algunos casos”, señaló Scioli, quien informó que los detenidos “están a disposición de la Justicia para que también se esclarezca sobre los motivos que llevaron, si esto está organizado o no, a cometer semejantes desmanes y robos a mano armada y todo lo que se ha podido ver tristemente en las últimas horas”. El gobernador opinó que el objetivo de los disturbios fue “desestabilizar y generar una sesación de caos”.

Los vecinos y comerciantes de la zona no entran en especulaciones sobre el origen de los incidentes pero no tienen dudas: “Estuvo todo digitado”, asegura el Daniel que es dueño del polirrubro, acodado en el mostrador. Habla de “motos que pasaban marcando comercios con sus handies” y de “camionetas último modelo” que pasaban a recoger la mercadería saqueada. Uno de sus empleados asegura haber visto un micro del que bajaron unos cincuenta, que encararon pronto hacia el Carrefour. Ante la consulta de Página/12 sobre si sospecha quién está detrás, Daniel asegura que no tiene idea. “Y si la tuviera –agrega, bajando la voz– no lo diría.”

Un día después de los saqueos, sin embargo, el negocio funciona casi con normalidad, de no ser por pequeños gestos y miradas de alerta que los trabajadores no pueden reprimir. “No podemos darnos el lujo de no trabajar –explica Daniel–. Y por suerte contamos con la ayuda de los vecinos.” Es que fueron los mismos clientes habituales quienes el viernes por la tarde ayudaron a poner todo en condiciones para volver a funcionar. “Cuando me quise dar cuenta tenía a las vecinas trapeando el suelo, acomodando la mercadería que quedaba. Agarraron los productos de limpieza de la góndola y se pusieron ahí mismo a limpiar”, relata asombrado mientras deja escapar una sonrisa. “Porque productos de limpieza no se llevaron nada, eh, qué raro –acota Amelia–. Pero no dejaron ni un fernet.”

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La localidad de San Fernando intenta retomar una rutina que se vio interrumpida el viernes a primera hora.
Imagen: Bernardino Avila
 
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