EL PAíS › OPINION

Una Defensa Nacional

 Por Jorge Luis Bernetti *

¿La Argentina debe adoptar la política de defensa de Costa Rica o implementar el modelo militar de Venezuela? A veces, como pregunta implícita, este interrogante remueve algunas instancias de pensamiento político nacional, pero hoy, a pesar de estar a tres décadas de la culminación de la dictadura del proceso de reorganización nacional, todavía la Argentina no discute con comodidad estos temas. No es el caso de la política implementada por el gobierno kirchnerista. De manera imprevista, tal como la buena praxis que aplica para ejecutar con precisión acciones de trascendencia, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tomó dos decisiones importantes en el área: una, la designación de Agustín Rossi como nuevo ministro de Defensa, y la segunda, la designación simultánea de los nuevos titulares de los cuatro Estados Mayores (Conjunto, Ejército, Armada, Fuerza Aérea) que organizan las decisiones del Ejecutivo en la jurisdicción.

El perfil del nuevo titular constituye una ratificación del rumbo progresista que fuera iniciado por Néstor Kirchner en las primeras horas de su mandato, cuando pasó a retiro a decenas de generales, brigadieres y almirantes que constituían la cúpula de la resistencia al cambio en un impresionante ejercicio de poder que expresó que, por primera vez, un presidente civil fuera el real comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, como decía y dice la Constitución nacional que debe ser. Luego vino el “yo lo vi bajar los cuadros”, cuando en una ceremonia de simpleza arrasadora, el jefe del Estado Mayor del Ejército cumplió la orden de su Comandante en Jefe de bajar los fotos de los dictadores de la pared de la galería que ocupaban en el patio de honor del Colegio Militar.

La reforma emprendida luego por los sucesivos gobiernos de Néstor y Cristina puso a las Fuerzas Armadas en el sitio verdaderamente republicano, democrático y nacional que la inmensa mayoría del país pretendía explícita o silenciosamente. Derechos humanos en vigencia, Justicia federal civil para los uniformados, promoción de la presencia de la mujer en la oficialidad, suboficialidad y soldados voluntarios, recuperación de la industria para la defensa (astilleros Tandanor y Domecq García, Fábrica de Aviones Brigadier San Martín), impulso a la creación del Consejo de Defensa Suramericano dentro de la Unasur, como expresión de latinoamericanismo en el área, entre una enorme serie de decisiones construyeron este rumbo. Por cierto, la dirección y el control civil de la política es la más relevante. Pero no sería la madre del borrego si las decisiones civiles se hubieran rendido ante la política reaccionaria, conservadora o simplemente timorata de los que querían defender al sistema hegemónico también en esta zona. Sólo la lucidez de unificar el concepto del ciudadano-soldado con la doctrina de la defensa nacional ha podido impulsar este cambio decisivo. La reforma no es partidista, como los críticos oposicionistas descalifican, sino que coloca al estamento militar en un lugar que es reactivo a la autodeterminación corporativa y sitúa a las mujeres y hombres de armas, pueblo uniformado, como instrumento de un Estado que es la representación de la soberanía popular ungida en la Comandante en Jefe y en la representación ciudadana y provincial del Congreso nacional.

La Presidenta nombró a Rossi y al tiempo devolvió a Fabricaciones Militares (que fuera devastada por el neoliberalismo anti Estado-nación) a la compañía solidaria de las otras empresas de la Defensa ya mencionadas. Al tiempo, creó una secretaría en donde las capacidades operativas de las FF.AA. serán utilizadas con eficacia en las emergencias por catástrofes naturales.

Es un signo auspicioso de este nuevo tiempo de la patria que sea el nombre del nuevo ministro el que la gente conozca y que ignore el de los nuevos cuatro altos jefes, a la inversa del pasado, situación que a los propios militares no debe caerles mal. Sin embargo, está claro que la embestida de la prensa hegemónica contra el general de división César Milani, designado jefe del Estado Mayor General del Ejército, tiene un claro sentido reaccionario. Esta prensa pretende hacer creer a sus lectores que se enoja porque Milani es de la especialidad de Inteligencia, un argumento de izquierda para avanzar por la derecha. En realidad, el general Milani ha sido y es el responsable operativo de la transformación de la Inteligencia militar en lo que nunca debió dejar de ser: la que brinda la información a su comando acerca de las capacidades y la situación de un eventual ejército oponente. Y como la Argentina ha definido, en este gobierno, su estrategia militar como defensiva, esta doctrina ubica frente a sí como adversario presunto (la Providencia o la Historia no lo quieran) a una fuerza militar estatal externa. El pueblo ha dejado de ser el enemigo y no es reprimido por una inteligencia militar renovada en personas, doctrina, metodología y equipamiento. Esto es lo que perturba a los especialistas civiles apologistas de la dictadura. La Argentina necesita FF.AA., entre otras cosas porque el mundo sigue siendo un espacio de conflicto, porque tiene ocupado parte de su territorio nacional por una potencia de la OTAN, que es la principal aliada de la más grande fuerza militar del planeta, aunque ha prometido en su Constitución nacional recuperar las islas Malvinas por la vía pacífica. Y construye un modelo militar que, coincidiendo con las perspectivas independentistas de Venezuela, diseña una perspectiva extremadamente atenta a la civilización de sus instituciones militares. Los romanos esculpieron el apotegma vis pacem para bellum (si quieres la paz prepárate para la guerra), y el criollo Juan Bautista Alberdi, horrorizado por la Guerra de la Triple Alianza, redactó su impecable libro El crimen de la Guerra, donde se convirtió en el enemigo del combate un texto que debería estar en la biblioteca de todo soldado. Recordemos que hemos hecho realidad una norma jurídica: un solo integrante del sistema de Defensa es electo por el voto popular cada cuatro años: en este caso, la Presidenta de la República. Pese a los profetas del odio y los emisarios del pasado, la página del uso de las FF.AA. por los poderes concentrados se ha dado vuelta para siempre en la Nación argentina para “la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria”.

* Ex director de Comunicación Social del Ministerio de Defensa (2005-2010).

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