EL PAíS › OPINIóN

La DAIA y Zaffaroni

 Por Jorge Elbaum *

La DAIA cuestionó recientemente al ex integrante de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni por comparar el Holocausto (Shoá) que sufrieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial con el “genocidio por goteo” que sufren los sectores populares en América latina desde hace siglos. La declaración de la organización hebrea, quien se autoinstituye como “representante político de la comunidad judía argentina” –prerrogativa como mínimo inconsulta– calificó de inaceptables las expresiones del jurista, al considerarlas una forma de “banalización” de la Shoá.

La acusación realizada por la DAIA merecería la indiferencia –sobre todo por el nivel de ignorancia que incluye– si no tuviera varias implicancias necesarias de esclarecer: por un lado, el hecho de que Zaffaroni es el más importante académico que ha trabajado aspectos ligados a la discriminación en nuestro país, y quien más ha aportado a la enseñanza y la difusión de la problemática de la Shoá. Sus escritos sobre los campos de exterminio no sólo son leídos en los claustros académicos argentinos y latinoamericanos, sino que han formado a miles de estudiantes de grado y posgrado con contenidos de criminología crítica, ligados a fenómenos de genocidio y crímenes contra la humanidad. Su cátedra de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires fue el primer lugar en la Argentina donde la temática tuvo un estatus de investigación sistemática y donde sus discípulos edificaron los seminarios donde únicamente se enseña historia de la Shoá.

En segundo término, el cuestionamiento de la DAIA aparece como asombroso cuando el propio Zaffaroni ha sido el prologuista de los anuarios que esa institución ha dedicado a relevar la judeofobia y otras formas de discriminación en la Argentina y ha sido, reiteradamente, orador central de los actos de rememoración del Holocausto por ser uno de los más importantes conocedores del tema. En la declaración del último fin de semana –amplificada morbosamente por el diario Clarín– se consigna: “Las expresiones de Zaffaroni son inaceptables. La Shoá no debe compararse con ninguna otra situación. Hay infinidad de calificativos para graficar situaciones como para usar uno tan caro a la sensibilidad de la comunidad judía toda”. Esta sola apreciación exigiría que los dirigentes de la DAIA realicen un seminario intensivo de capacitación sobre la temática: en su inducción deberían leer como bibliografía obligatoria los textos de quien es el máximo referente actual de la Shoá a nivel mundial, el investigador Yehuda Bauer: “Obviamente, el Holocausto fue un genocidio y, por lo tanto, no sólo puede, sino que debe ser comparado con otros eventos genocidas de similar naturaleza o calidad. El paralelo principal entre éste y otros genocidios es el hecho del asesinato en masa, que es bastante obvio. Otro, principal y paralelo se encuentra en el sufrimiento de las víctimas, que es siempre el mismo. No hay gradaciones de sufrimiento, y no hay mejores asesinatos o torturas o violaciones que otros. El sufrimiento de las víctimas es siempre el mismo, y desde ese punto de vista no hay diferencia entre judíos, polacos, roma (“gitanos”), rusos, darfurianos, tutsis o cualquier otra persona (1).

Mientras Zaffaroni advierte que en América latina la discriminación, el desprecio y la inferiorización siguen generando marginalización –y los medios la amplían al construir “enemigos peligrosos”–, la DAIA mira su desteñido ombligo haciendo oídos sordos a la vulnerabilidad que la discriminación produce. Mientras Zaffaroni nos señala el genocidio neocolonial que se expresa –también– en los 43 normalistas de Ayotzinapa, la “representación política” repudia a quien se alarma por esta sangría. Y al mismo tiempo enmudece frente a quienes se encargan día a día de instalar la idea de que “los pibes pobres son chorros”, cosificando a quienes tienen ya bastante con vivir en condiciones de vulnerabilidad.

El mapa de la discriminación en Argentina, publicado por el Inadi, nos muestra que los grupos más desvalorizados a nivel social son los bolivianos, paraguayos, pueblos originarios, las mujeres y los discapacitados. Quizá sería hora de que la DAIA pusiera atención en esos colectivos que son “los judíos de nuestra época”. La llamada de atención realizada por Zaffaroni debiera ser tomada en cuenta por la DAIA para indagar acerca de la difusión, reproducción, ampliación o indiferencia que producen los megáfonos virtuales en relación con una problemática que produce trescientos femicidios anuales, miles de pibes asesinados por su sola condición de “morochos” –como el caso Arruga– y múltiples formas del sufrimiento social por “portación de cara”, obesidad u orientación sexual no hegemónica.

Además de la ignorancia evidenciada por las declaraciones de la institución de la calle Pasteur, es indudable la presencia de una raigambre ideológica: la DAIA viene –velozmente, en caída casi libre– transformándose en vocera de los sectores opositores al gobierno nacional. Abandona, de esta manera, la misión por la que fue fundada en 1935, cuando el rol central estaba constituido en “la lucha contra el fascismo, la judeofobia y toda forma de discriminación”. Las declaraciones de sus actuales dirigentes debieran estar orientadas a condenar al racismo que todavía sufren los colectivos marginados, repudiar el desprecio que sufren los bolivianos cuando son considerados “bolitas” o enfrentar la habitual asociación entre musulmanes y terrorismo, con la que se humilla a mil trescientos millones de islámicos en los canales de TV, el cine o los juegos de PlayStation.

La tergiversación de la misión original de la DAIA es lo que le permite al vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolf, solicitar que Zaffaroni “recapacite y exprese a la brevedad la correspondiente retractación a estas desafortunadas e inoportunas declaraciones”. Quizá, frente al desaguisado –que mixtura ignorancia y embanderamiento opositor–, podrían invitar a Raúl Eugenio Zaffaroni para que ofreciera una conferencia acerca de qué es, qué fue la Shoá y cuáles son sus correlatos y herencias contemporáneas. En esa oportunidad tendrían la gran posibilidad de aprender algo acerca de la lógica de los campos de exterminio y –sobre todo– de pedirle disculpas.

* Sociólogo. Ex director ejecutivo de la DAIA.

1. Yehuda Bauer, Holocausto y Genocidio Hoy, Museo del Holocausto, Buenos Aires, 2009, página 20.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.