EL PAíS › COMO VEN LOS ANALISTAS EL TRASPASO DEL MANDO PRESIDENCIAL

Entre la grieta y la calma

Los expertos no se ponen de acuerdo. Unos subrayan la calma pública y el alto nivel de imagen positiva de la presidenta saliente. Otros ven que la división kirchnerismo-macrismo puede marcar la política por muchos años.

 Por Raúl Kollmann

Los consultores en campañas electorales no se ponen del todo de acuerdo en cuál es el rasgo dominante de cara a la asunción de Mauricio Macri. Algunos sostienen que lo que más resalta es cierta tranquilidad en el traspaso: es una de las transiciones con más calma de la historia democrática. Del otro lado están los que reafirman que lo más notorio es que sigue existiendo un país dividido en dos, con proporciones muy similares de adhesión al presidente electo y a la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner. Algún consultor habla de la grieta latente y otro menciona que el siglo veintiuno está y estará marcado por la antinomia macrismo-kirchnerismo. Estos son los diagnósticos de los seis consultores que dialogaron con Página/12.

Para Manuel Mora y Araujo, de Ipsos-Mora y Araujo, “la opinión pública parece tranquila, más bien expectante. Mira y espera. Viene algo distinto y no hay clima de fin del mundo. Algunos sectores de la sociedad seguramente acechan: ‘con nosotros no van a poder’, piensan”.

La mirada de Roberto Bacman, quien lidera el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), es distinta. “El jueves 10 de diciembre, cuando asuma la Presidencia de la Nación, Mauricio Macri se enfrentará a un país con un alto nivel de polarización, y mal que le pese a quien le pese, no queda duda alguna que la Argentina, tras el resultado de las recientes elecciones presidenciales, se ha convertido en un país polarizado, dividido en dos posiciones diferentes, incluso antagónicas. El resultado de tales elecciones fue más que evidente al respecto: mientras alrededor de un 51 por ciento optó por un cambio, el resto, casi el 49 por ciento, eligió –a su manera– la continuidad. Una balanza que se inclinó por muy poco hacia un cambio de gobierno. Sin lugar a dudas, en estos comicios no existió una consigna de referencia que haya representado el pensamiento de una clara mayoría, y que por ello se haya convertido en dominante. Por el contrario, la sociedad se dividió dejando al descubierto dos modelos en pugna, donde la interpretación del concepto de cambio se posicionó entre dos significantes. Si desde el año 1989, en cada elección presidencial la economía ocupó el centro de la escena, en esta última elección la interpretación de dicho concepto se dicotomizó: por un lado la propuesta entre el significante vacío de definiciones económicas con respecto al cambio; y por el otro, la conceptualización del concepto de ‘continuidad más cambios”, que suponía la necesidad de no tirar por la borda los doce años de gestión del kirchnerismo, y por consiguiente seguir construyendo sobre sus cimientos. Y esta fuerte polarización, se convertirá en el principal indicador que surcará la primera etapa de la gestión de Macri. Justamente allí radica su desafío de arranque: cualquier equivocación o desvío puede ser fatal”.

Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, concretó una encuesta en los últimos días y marca tanto una expectativas con el presidente electo como una buena imagen de la presidenta saliente. “El ambiente en la opinión pública es de expectativa neutra frente a la asunción de Macri –sostiene Rouvier–; es decir que la mayoría de la ciudadanía espera que la asunción ocurra con la mayor normalidad posible; sin que esto movilice a sus votantes a manifestarse en forma amplia. Hay otra línea de expectativa que rodea al nuevo presidente y tiene que ver con la economía, en relación directa con el consumo. La escalada inflacionaria de los últimos días, preocupa masivamente, y la inminencia del ajuste al tipo de cambio, también, aunque este impacto es más sectorial. Como todo gobierno que se inicia, va a tener un crédito de la opinión pública que durará un tiempo, favorecido además por el tiempo vacacional. Esto durará hasta que las políticas de la gestión y sus efectos correspondientes vayan incidiendo en el humor colectivo.”  

Para Artemio López, de Equis, “la grieta goza de buena salud. El país está sumamente dividido, polarizado, con la expectativa lógica de un nuevo mandato. Sin embargo, esa expectativa no borra la mirada distinta ni cambia las divisiones que vivimos todo este año. Insisto: la grieta está ahí latente”.

Ignacio Ramírez es el titular de Ibarómetro, la consultora que fundó Doris Capurro. Ramírez hace un análisis muy detallado. “La sociedad viene recorriendo la transición con mayor calma que la que se observa en el sistema político y periodístico. Pese a que la foto electoral del 22N haya alumbrado una suerte de empate ideológico en la sociedad, la política argentina está metabolizando la alternancia sin erupciones sociales o institucionales. El ánimo en la sociedad reúne dos rasgos que no convergieron en anteriores alternancias: una extendida ilusión asociada a la oportunidad del cambio y un amplio balance positivo del ciclo político que se cierra, cuyos avances en materia de inclusión y ampliación de derechos suscitan una generalizada adhesión. En este sentido, y si bien el Frente para la Victoria perdió la condición de mayoría en manos de Cambiemos, la mayoría de los argentinos se siente representado por alguna de las dos principales fuerzas políticas que interactúan en la escena política argentina: kirchnerismo y macrismo. Esto es, la ciudadanía argentina manifiesta signos muy distintos a los que distinguieron el ambiente del 2001, cuando el nihilismo político (la idea de que son todos iguales) teñía todas las esferas de lo social. No obstante, cierta fatiga sedimentada en el curso de un proceso político intenso y largo ha configurado las condiciones favorables al cambio, pero sin que ello implique un repudio masivo a la fuerza política que deja el poder. De allí que macrismo y kirchnerismo se consoliden como los dos lenguajes políticos de la Argentina del siglo XXI; constituyen las dos soluciones discursivas y políticas a la crisis de representación del 2001, son contemporáneos y mantienen entre si una simétrica rivalidad seguirá marcando el ritmo y los contenidos de la disputa política. El proyecto encabezado por Mauricio Macri ha logrado suavizar los temores que activaba al inicio del proceso electoral y también ha conseguido, en este último tramo, inspirar expectativas de signo más positivo. Sin embargo deberá atender un desafío fundamental: no ha ganado apalancado por una eufórica y masiva identificación con sus propuestas sino más bien por un sentimiento de cambio que pudo encolumnarse detrás de una única opción y que por poco desbordó el 50 por ciento de los votos. Es decir, deberá convertir votos en un umbral de adhesiones mas estable, proceso que seguramente intentará producir a través de un camino muy distinto al kirchnerista.” 

Para Analía Del Franco, de Analogías, “la opinión pública en líneas generales, ha adoptado una actitud de expectativa ante el nuevo gobierno, en un marco de tensión entre la dirigencia política entrante y saliente. Tensión obvia en un traspaso de gobierno y en este caso lo es más por ser un cambio de signo político después de doce años y con estilos y cultura política contrastantes. Un dato no menor es que los sectores de la población activos políticamente pero también los periféricos mantienen su inercia y ritmo de las campañas especialmente en la participación en las redes sociales. El resto como se dijo más arriba sigue actuando como lo hizo durante todo el año, votando y aceptando los resultados, con actitud democrática. Hay sólo unas pocas excepciones”.

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Imagen: DyN
 
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