EL PAíS › OPINION

Dos primeras damas diferentes

 Por Mariana Carbajal

Carismática, y gran comunicadora, Michelle Obama puede mirar con gracia las cámaras de una sitcom juvenil, como cantar y bailar en el jardín de la Casa Blanca al ritmo de un rap para promocionar alguna de sus campañas sociales. Y al mismo tiempo recorrer el mundo levantando banderas del feminismo para reclamar por “más mujeres líderes”, educación para las niñas y condenar la violencia machista. Lejos de ese discurso, Juliana Awada representa el estereotipo de la esposa tradicional, dedicada a los quehaceres domésticos. “Me encargo de las comidas, de la casa, de la obra en Olivos. Me gusta ocuparme de mi ropa, de llevar y traer a mis hijas”, describió sus días en diálogo con la revista Noticias. Michelle también muestra su dedicación por la crianza de sus hijas y le gusta definirse como “mamá en jefe” de Malia y Sasha, pero concilia trabajo y familia, como tantas otras mujeres profesionales en Estados Unidos y la Argentina. Si algo comparten ambas primeras damas es su elegancia y estilo, que marca tendencias en el mundo de la moda. Aunque Michelle incluye en su vestuario modelos de marcas low cost, como H&M, y logra que los diseños que elige se agoten en cuestión de minutos –incluso aquellos no tan baratos–, como sucedió con el vestido floreado con el que llegó a Cuba o el amarillo que lució en el último discurso sobre el estado de la Unión.

La esposa del presidente norteamericano tiene 52 años. Brillante abogada, llegó a estar entre las 10 mejores de los Estados Unidos, en mejor posición que su marido. Nació en el seno de una familia trabajadora del sur de Chicago, fue a escuelas públicas, y con el esfuerzo de sus padres, él empleado en una planta de agua, y ella, secretaria, pudo llegar a la universidad, su gran sueño: estudió Sociología y Estudios Afroamericanos en Princeton y se graduó en Derecho en la prestigiosa Harvard. Awada tiene 11 años menos. Tuvo una infancia sin privaciones: su familia, de clase media acomodada, la envió a un colegio privado del barrio de Belgrano y luego a realizar unos cursos sobre diseño de moda en Inglaterra.

Cuando asumió Barack Obama al frente del gobierno, Michelle se convirtió en la primera primera dama afrodescendiente en ocupar la Casa Blanca. En su árbol genealógico figura Jim Robinson, un esclavo nacido en Carolina del Sur, donde aún vive gran parte de su familia. En los últimos años, Awada y Cheeky, dos de las marcas de la familia de Juliana, fueron involucradas judicialmente en una megacausa de empresas textiles que “tercerizaban” la fabricación de sus prendas en talleres clandestinos, con trabajo esclavo. Los Awada alegaron que desconocían que compraban productos manchados por la explotación laboral, les creyeron, y así consiguieron el sobreseimiento.

En la Universidad de Harvard, Michelle reclamó la contratación de profesores miembros de minorías. Fue también funcionaria pública en la alcaldía de Chicago, donde trabajó como comisionada asistente de planificación y desarrollo y, según figura en su CV, poco después fundó el capítulo de Chicago de Public Allies (Aliados Públicos), un programa de AmeriCorps que prepara a los jóvenes para el servicio público, donde asumió el cargo de directora ejecutiva. A su paso por la Universidad de Chicago, como decana asociada de servicios estudiantiles, promovió el primer programa de servicio comunitario de esa casa de estudios.

Michelle ha mostrado a lo largo de su carrera una especial sensibilidad por temáticas que involucran a la niñez y juventud. Abanderada de las frutas y verduras, lidera la campaña “Let’s Move” (Movámonos), que ya cumplió seis años, para promover una alimentación saludable entre niños y niñas y la práctica de ejercicio físico para combatir la obesidad infantil, enorme problema de salud en los Estados Unidos, donde los índice de obesidad se han triplicado en las últimas tres décadas y al menos uno de cada tres niños tiene sobrepeso. Ha llegado a publicar un video en Vine cantando junto a un nabo, mostrando como en otras intervenciones públicas, tener un gran sentido del humor. Aunque algunas voces la critican por no tener pudor y por la sobreexposición en los medios y redes sociales. Más recientemente, en 2015, lanzó otra campaña para que las y los adolescentes, sigan estudios superiores en beneficio de su futuro profesional y su estándar de vida. En este caso grabó un videoclip junto con el cómico Jay Pharoah, conocido por formar parte del famoso programa Saturday Night Live, donde se la ve rapeando y bailando con movimientos característicos del ritmo y anteojos oscuros, por los jardines y salones de la Casa Blanca, alentando a jóvenes, chicas y varones, a llegar a la universidad. Incluso, recuerda su propia historia: de un hogar humilde a Harvard. “Cualquiera realmente puede cumplir su sueño”, los alienta. Pero les aclara que “las cosas no suceden mágicamente” y los empuja a llenar su cabeza de “conocimientos”, para progresar en la vida.

A nivel mundial, Michelle promueve la campaña #62MillionGirls”, desde la cual busca concientizar sobre las 62 millones de niñas en el planeta que no pueden ir a la escuela, porque en distintas culturas las mujeres todavía no gozan del derecho a estudiar en igualdad de condiciones que los varones. Gran comunicadora, se mueve en redes sociales con enorme impacto. En la última semana, publicó una emotiva carta, dando cuenta de esta situación, en el newsletter más popular del momento, el de Lena Dunham, la creadora y protagonista de la serie Girls de la cadena estadounidense HBO. “Tiene mucho que ver con las actitudes y creencias: la creencia de que las niñas deben ser valoradas como cuerpos y no como mentes o que simplemente no son dignas de una educación y su mejor oportunidad es casarse de adolescentes y empezar a tener hijos”, cuenta Michelle. Y confiesa el carácter personal que tiene el tema para ella después de haber viajado por todo el mundo y encontrarse con historias desgarradoras de muchas niñas inteligentes y trabajadoras que caminan kilómetros para poder llegar a la escuela o que pasan las noches estudiando después de trabajar y cuidar a su familia.

En el marco de su campaña por una alimentación saludable, es conocido que Michelle armó una huerta en los jardines de la Casa Blanca, cuya producción se destina a familias de bajos recursos. La esposa de Macri dejó trascender que imitaría a Michelle con esta iniciativa, pero no se informó a quién se destinarían las verduras cultivadas en Olivos.

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