EL PAíS › REPORTAJE EXCLUSIVO CON EL EX PRESIDENTE EDUARDO DUHALDE

“Me estoy retirando, no quiero saber más nada de la política”

El segundo hombre más poderoso del país sostiene que las fricciones con Kirchner fueron producto de un malentendido, que su tarea es apoyarlo, que quiere que Solá haga las reformas necesarias y que va
a contar con él. La Bonaerense y la reivindicación de Arslanian.

 Por Sergio Moreno

Llegó a Buenos Aires en una mañana tórrida. Fue un viaje relámpago desde Montevideo, donde comenzó a residir y piensa quedarse largo rato. Vino preocupado por la salud de su madre, frágil. Por la tarde emprendió el regreso. En el interregno se hizo un momento para conversar con Página/12. Eduardo Duhalde luce descansado, algo bronceado, entusiasta con su flamante labor en el Mercosur. Quiere armar, de aquí a cuatro años, la Comunidad de Países Sudamericanos, dejar en pie la ingeniería de un bloque subcontinental, un todo más poderoso que cada parte para conversar –y tironear– con los poderosos del mundo. Duhalde no le esquiva a la política doméstica, de la cual, dice, se está retirando de a poco. Quiere ordenar el PJ bonaerense para dejarle las riendas a alguien. Habla, también, de sus roces con Néstor Kirchner, de su apoyo al Presidente, del rol de Felipe Solá y la reciente puja en la provincia, de su propio futuro, del de su mujer, y de los sobornos en el Senado. “Ahora puede saberse lo de las coimas porque hay una ejemplaridad que viene de arriba”, dice (ver aparte).
–Venimos de un episodio de cierta tensión con el Presidente a partir de sus declaraciones sobre los piqueteros. ¿Qué pasó?
–Mi crítica no fue al Gobierno, fue a la forma en que trataba el Gobierno a ciertos grupos y la respuesta de ellos, en cierta forma hay una incitación a la violencia, a tomar la Casa de Gobierno, se hablaba de eso. Yo quería ayudar con una posición positiva que fue mal interpretada. No quise seguir la discusión porque me parecía que no tenía sentido. La actitud que tiene ahora el Gobierno es con la que más acuerdo.
–Su declaración y la de su mujer, esa en la que pedía “poner orden”, parecieron una cruzada.
–En este mismo reportaje dije que entre el tiempo y la sangre siempre voy a optar por el tiempo. Mi intención fue marcar que hubo una respuesta incorrecta de esos sectores respecto de la actitud del Gobierno para con ellos. Además, a este gobierno no se le puede de ninguna manera achacar insensibilidad para los temas sociales. Tampoco se le puede exigir que en seis meses resuelva temas que van a llevar un tiempo largo.
–Felipe Solá, que acaba de ganar con 30 por ciento de diferencia a su inmediato seguidor, asume con un desgaste producido por fricciones con su propio partido. Usted tiene que ver con eso y es responsable también de ese desgaste.
–Tengo que ver. Por decisión mía él fue candidato a gobernador. ¿Por qué razón? Porque lo considero el más apto para gobernar. Es un hombre honesto, a carta cabal, joven, decidido a cambiar, que es lo que hay que hacer. ¿Qué pasa? El justicialismo de la provincia de Buenos Aires tiene una forma de actuar. ¿Cuál es? Al que se elige nadie tiene derecho a pedirle nada, sea Ruckauf, sea Duhalde. A mí nadie me podía decir este ministro lo pongo, este ministro lo saco. Es la esfera de su decisión, es su poder, los fierros los tiene el gobernador y él es el que manda. Manda en la administración. Ahora, en los temas partidarios, siempre fue el partido el que hizo respetar las cosas. ¿Cuál es ese respeto? Nosotros establecimos una base: cuando Solá fue vicegobernador, a nadie se le podía ocurrir que el ámbito de su competencia, que era el Senado, se lo manejara el gobernador Ruckauf o el partido. No. Lo manejaba Solá y lo manejaba antes Balito Romá, cuando fue mi vice. Respeto. Creo que eso, ahora, lo ha comprendido. Yo tengo conversaciones diarias con Solá. Alguien quiso soplarle... El respeto es la base de que funcionen bien los poderes del Estado. Hay que respetar al gobernador, pero también hay que respetar a la vicegobernadora. En este momento que tenemos mayorías absolutas en la Legislatura, hay hacer la más profunda transformación que la provincia está esperando.
–Solá creyó que le podían trabar esa transformación, por eso avanzó sobre las cámaras.
–Pero era al revés. Si respetara a cada uno, los va a tener a todos. Es lo mismo que cuando a Néstor le decía que va a tener en las cámaras nacionales... los va a tener a todos. Yo estoy hablando todos los días con Felipe. Hagamos una reunión con especialistas, que él decida y llevemos adelante una gran transformación en la política y en el funcionamiento del Estado en la provincia. Está en una posición inmejorable. Tiene toda nuestra confianza y todo nuestro apoyo.
–¿Va a apoyar a Solá en su proyecto de reforma de la Constitución, de reforma administrativa?
–No digo que se lo voy a exigir, pero que estoy todos los días luchando para que empecemos a trabajar. Porque una cosa es hablar y otra cosa es hacer las cosas.
–Hizo recién una comparación entre usted, Ruckauf y Solá. La diferencia, no menor por cierto, es que usted construyó un sistema de poder que aún hoy le pertenece.
–No lo hice en un momento, me llevó cuatro años. Que es lo que tiene que construir Solá. Y no se construye dividiendo sino hablando, convenciendo. Yo me voy de la política, se terminó para mí, no quiero saber más nada. Yo no me quiero retirar abruptamente. Renuncié a todos mis cargos como lo prometí. Ahora sólo quiero ayudar, ayudar a Solá y a Kirchner, que es donde yo puedo ayudar. Y si algún gobernador quiere que lo ayude.
–¿Cómo piensa retirarse de la conducción del aparato político más grande de la Argentina?
–Hay que ir preparándolo. Quiero que alguien tome las riendas. Le dije a Felipe el año pasado “¿querés ser presidente del partido? Empezá a trabajar”. Pero a él –yo lo entiendo– le tocó la peor etapa de gobierno de la provincia, que es la que más sufre cuando se rompe la economía, porque es la que tiene más producción. Yo creo que está en condiciones de tomar los hilos y tiene que ir haciéndolo como lo hice yo en su momento. Cuando asumí, todos los dirigentes eran de Cafiero. Tuve que hablar uno por uno, los atendía, los ayudaba y poco a poco fui ganándome su confianza. Y yo confío plenamente en que Felipe lo puede hacer. Ahora depende de él, de su voluntad, sobre todo de hacer las dos cosas, porque tiene que administrar. Nadie tiene derecho de decirle a Solá a quién tiene que poner en su gabinete. Ayudando, ayudarlo y ayudarlo. Eso es lo que me propongo y eso es lo que el justicialismo de la provincia va a hacer con Felipe y con el Presidente.
–Usted está hablando de actualizar al PJ bonaerense, una estructura arcaica que cruje.
–Por eso vengo diciendo que los partidos políticos son cáscaras vacías. Entre ellos el nuestro. No sirven así como están. Si me preguntan cuál es la reforma que tenemos que hacer digo: no inventar nada, veamos qué reforma han hecho en las democracias más avanzadas y progresistas y cuál se adecua más a nuestra circunstancia. Pero que tenemos que cambiar, es evidente.
–Elección tras elección el peronismo, a pesar de que gana, pierde muchos votos.
–Sí, pero es el único partido que quedó en pie y realmente es un enorme mérito del justicialismo.
–A usted la Policía Bonaerense estuvo a punto de tumbarlo dos veces: con José Luis Cabezas y en Villa Ramallo. ¿Qué mirada tiene sobre esta fuerza que casi fue su verdugo?
–Lo he conversado mucho con Kirchner: creo que la reforma que empezamos con Arslanian es la que hay que recomenzar y que es lo que está rehaciendo en este momento Felipe, sin la gente de Arslanian. Ese plan que ideó Arslanian es el que hoy tenemos que recomponer. Toda esta historia de los intendentes vinculados con la policía es pescado podrido, porque la verdad fue al revés: cuando se derrumba la economía los primeros que sienten el chicotazo son los que están tras la puerta que le golpea el vecino, el intendente.
–Todo lo que hizo Arslanian fue barrido por Ruckauf.
–Yo no lo eché a Arslanian, todo lo contrario. Sigo conversando con él, está preparando un trabajo que quiero ver. ¿Qué me dijo en su momento? “Si el candidato de la oposición no está de acuerdo con lo que estoy haciendo, y tampoco el candidato oficial, ¿qué me queda por hacer? Irme.” Y se fue.
–Pero ¿a usted le hubiese gustado que siguiera Arslanian?
–Y me gustaría que estuviese ahora en la provincia o en la Nación. Es uno de los hombres que más entiende, me encanta escucharlo, porque habla con una convicción y un conocimiento muy grandes.
–¿Que opina de la eyección de Juanjo Alvarez del Ministerio de Seguridad de la provincia?
–Yo tengo respeto por Alvarez. Es uno de los hombres que más conoce del tema, que trabajó muy bien en el orden nacional. Va a la provincia no porque yo se lo pido a Felipe. Conversando con Felipe del tema, me dice que no tenía una muy buena relación por su actuación en la Nación, pero que entendía que era el mejor. Y me dice: “Mirá, yo no hablo porque no me llevo bien. ¿Por qué no le hablás?”. Yo lo hablé y... Fue ahí, después, hubo unas desinteligencias en el gobierno nacional, comentarios... Antes de que se fuera Alvarez le pregunté a Kirchner, porque yo entiendo que si el Presidente no está de acuerdo en un tema tan sensible hay que decirle correte al costado, y Kirchner me dice: “Mirá, yo no quiero para nada meterme en las decisiones de la provincia en ese sentido”. El a mí me dijo, y yo se lo dije a Juanjo, “no quiero tener problemas, necesitamos llevarnos muy bien y hay desconfianza”. Igual, es un hombre de reserva para el tema de seguridad.
–¿Su mujer, Chiche, que aspira suceder a Solá, formará parte del recambio del cual usted habla o ella es más Duhalde, a pesar de que usted dice que se retira?
–No puedo arrastrar en mis decisiones a mi esposa. Ella me ha ayudado toda la vida. Es muy raro que mi mujer actúe como política. Dice: “Mirá, si hay alguien mejor ubicado yo soy la primera en dar un paso al costado”.
–No parece que ello ocurra, por ahora.
–Estamos hablando de cuatro años. No se sabe, no se sabe. Pero yo no podría decir. Ella podría haber sido (gobernadora), todos le pedían que fuera, los intendentes, todos, y decidió no serlo. Yo en definitiva le dejé la última palabra a ella. No quiso.
–¿Usted cree que sus muchachos, que son duros, gente curtida, pueden cambiar?
–El que no esté dispuesto a hacerlo no entiende nada de política. Es un estúpido. Acá no hay que mirarse más el ombligo. El problema no es de los dirigentes, es de la gente. El que no esté dispuesto a cambiar, realmente no entiende la Argentina de hoy. Yo estoy por lo nuevo. Estoy por Kirchner y por la gente nueva, estoy convencido de ello. Así va a cambiar el país.
–Es medio fácil decirlo ahora, viendo cómo salió la lotería, pero supongo que está contento con haber elegido a Kirchner para sucederlo y no a Reutemann ni a De la Sota.
–Sí claro. Yo prefería esto. Conozco mucho a Kirchner, sus valores. Porque yo estuve con Kirchner en sus momentos difíciles, cuando Menem se le puso en contra y lo acompañé en la campaña electoral de Santa Cruz. Yo lo aprecio. Como todos tenemos aspectos negativos y positivos de nuestra personalidad, pero en él los positivos son muy superiores que las formas de su carácter. La alternativa a Kirchner después de la elección de neolemas era López Murphy. Era la condena a un tercer capítulo del mismo gobierno sumiso a los dictados de los organismos internacionales. La situación hubiese empeorado tremendamente. Ayer estaba escuchando lo de De la Rúa. Todavía hoy hay quienes creen que el tema de la devaluación es una decisión del Gobierno y no de la economía. Lo que pasa es que no tenían lo que había que tener para firmar el certificado de defunción.
–La sociedad tuvo que llegar hasta el abismo para entenderlo.
–Sí, pero así y todo había quienes creían que no había que firmar el certificado de defunción. Había que animarse a poner la firma. Yo creía que la firma me arrastraba, se llevó a dos ministros pero me salvé.

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