EL PAíS › OPINIóN

La felicidad, a...a...a...a

 Por Julio Maier *

La felicidad, a...a...a...a

Letra y música: Federico Sturzenegger

Frente al actual panorama político, económico y cultural argentino hay que tener el tupé de apreciarlo conforme al título, versión ridícula y ofensiva para algunos del presidente de nuestro Banco Central. En orden de seriedad según mi opinión: reunión de principales gerentes de empresas dominantes del mercado, ministros y altos funcionarios del gobierno descubiertos con sociedades constituidas en los llamados “paraísos fiscales”, incluido en la lista el Sr. Presidente de la Nación, que diarios extranjeros, conservadores quizás pero de seriedad certificada, comparan con Berlusconi, aquel jefe de gobierno italiano, monopolizador de medios y creador de orgías que nos provocó profunda tristeza a quienes amamos a su país; ello aunado al convencimiento tanto por izquierda como por derecha acerca de las fortunas copiosas de argentinos seguramente escondidas en el extranjero, “trabajando” financieramente en los llamados “paraísos fiscales” e ignoradas por el Estado recaudador; destino de grandes partes de la recaudación impositiva estatal a recomponer la ganancia de empresas dominantes e instituciones crediticias –por no decir a los dueños del capital–; enorme liberación y devaluación de nuestro signo monetario, decidido de un “saque” por el gobierno; inflación “galopante” que no cesa y consecuente caída abrupta del salario –retribución jubilatoria o ayuda genérica a quienes nada o poco tienen–; crecimiento colosal de la desocupación mediante despidos indecorosos de empleados estatales al voleo (sin causa expresa y sin sumario alguno, en ocasiones mediante la utilización de las fuerzas de seguridad) y en empresas privadas por recesión en puerta y en vías de desarrollo aún más grave, a veces también por el hecho de la paralización estatal de la inversión en obras y en políticas públicas de salud, culturales y/o científicas; aumento consecuente de la pobreza y de la indigencia; derechos laborales imposibilitados o, cuando menos, trabados en su realización o desmejorados por acción oficial; “puertas giratorias” (fenómeno político actual y universal que intenta definir los vínculos fluidos entre Estado y empresas) por doquier, en especial aquellas que colocan a gerentes de empresas dominantes al frente de organismos de decisión del Estado, al punto de que la sabiduría popular ya ha bautizado al gobierno nacional como “el de los gerentes”; imputaciones judiciales acerca de casos de “corrupción” del gobierno anterior como del actual; balance de pagos negativo (más importación que exportación), incluso por apertura oficial de la importación de mercancías, incluso suntuosas, y reducción drástica del mercado interno; por fin, emergencia económica, antes inexistente, que motivó un hecho casi desconocido en nuestra democracia moderna, la unión de todos los asalariados para quejarse por las políticas públicas en una ceremonia callejera multitudinaria y la sanción de una ley de emergencia, ya decidida por el Senado de la Nación y en espera de su confirmación por la Cámara baja, que intenta frenar el desempleo –al menos los llamados “despidos”–, como se observó, acicateados por el mismo Estado.

Todas éstas son realidades, y no meras palabras o promesas, que configuran el panorama que el Banco Central, mediante su presidente, estima con el sustantivo “felicidad”. La alocución, propia del desequilibrio, constituye, en cambio, una verdadera ofensa para todos aquellos que tienen a la igualdad, a la equidad, como valores principales y, en especial, para aquellos que no tienen cómo defenderse inmediatamente de tamaña agresión. Creo, Sr. Sturzenegger, que más valdría gritar ¡¡Basta!! de felicidad y obrar en consecuencia. Sr. presidente del BC, no le parece que es incorrecto mofarse, con una sonrisa en los labios, de quien para nada puede aprovechar el tipo de cambio –en ocasiones ni siquiera lo conoce– y, sin embargo, sufre cotidianamente todos los resultados negativos de esa política y esa relación. El autor de la canción homónima, al menos, procuraba provocar un momento de felicidad y alegría para quienes lo escuchábamos, cantábamos o bailábamos su canción. No parece ser ése el significado del uso del vocablo por Ud.

* Ex juez del Tribunal Superior de Justicia de la CABA.

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