EL PAíS › COMO SE GESTO EL NOMBRAMIENTO DE OCAÑA AL FRENTE DEL PAMI

Cuatro reuniones para convencerla

La diputada se rehusó tres veces y fue necesario que Kirchner en persona le asegurara total autonomía en una reunión secreta en Olivos. Ocaña dudaba por las resonancias políticas. El proyecto de que los hospitales públicos sean prestatarios. La influencia de Carrió y la lucha “en el barro”.

 Por Felipe Yapur

Cuando el presidente Néstor Kirchner le ofreció personalmente la conducción del PAMI, Graciela Ocaña –la diputada del ARI– recordó una frase que en una oportunidad Elisa Carrió le dijo: “Algunas veces la pelea hay que darla en el barro”. Esto fue lo que favoreció el sí de la ahora inminente interventora de la mayor obra social del país. Lo reconoció a Página/12 cuando por un descuido atendió el teléfono de su casa, desde donde aseguró que su tarea estará destinada a optimizar el servicio, transparentar su funcionamiento y, sobre todo, “terminar con el modelo de saqueo que institucionalizó (Víctor) Alderete a través de las gerenciadoras”.
La flamante titular del PAMI es consciente de que su designación tiene un alto voltaje político. La obra social de los jubilados y pensionados del país fue casi desde su fundación la mayor caja de financiamiento político de los partidos tradicionales, esto es, el justicialismo y el radicalismo, pero también de las dictaduras militares. Si como dicen en Gobierno que el nombramiento de Ocaña pretende dar cuenta de la decisión de Kirchner de sanear definitivamente la institución, el justicialismo –que gruñe en silencio algunas de las decisiones presidenciales– tendrá enfrente a una persona que forjó su capital político en base a las investigaciones y denuncias de casos de corrupción junto a Elisa Carrió.
Ocaña está al tanto de esta situación. Sus colaboradores sostienen que nadie en Gobierno le puso condiciones para investigar incluso a la gestión de Gaviola, aunque también aseguran que sobre el mendocino tienen poco que decir y es decisión de la legisladora profundizar las políticas.
En ese contexto, la novel funcionaria le aseguró a este diario que es su intención terminar con “el modelo de saqueo y los núcleos de corrupción que persisten” que le imprimió el menemismo durante la administración de Alderete, el impulsor de las famosas gerenciadoras que manejan la obra social y que ante la falta de control muchas de las prestaciones básicas han recaído en la salud pública: “En las próximas licitaciones el hospital público podrá competir con las privadas para que accedan a la cápita y se mejore así la prestación para que esté al servicio de los jubilados y no de los distintos grupos que se apoderaron del PAMI”.
Durante toda la jornada de ayer, la todavía legisladora recibió llamados de solidaridad y apoyo. A todos les dijo que su nombramiento no significaba su retorno al justicialismo –partido que abandonó para sumarse a las huestes de Carlos “Chacho” Alvarez–, que seguirá siendo del ARI y que si el resultado de su gestión resulta positiva será un éxito tanto del Gobierno como de su partido porque demostrará que el ARI puede gestionar. “No quiero pronunciar frases grandilocuentes, quiero hacer”, le repitió a cada uno de los que la llamó sin darse cuenta de que había reformulado un viejo apotegma de Juan Domingo Perón: “Mejor que decir es hacer. Mejor que prometer es realizar”. El subconsciente, que le dicen.
De todas formas, y más allá de su intención de mantener su condición de dirigente del partido que forjó Carrió, su designación provocó un cisma que no se aplacó a pesar de que Ocaña insistió en que su arribo a la gestión es fruto de una decisión personal (ver nota aparte). De hecho, le comentó su decisión a Carrió poco antes de que los noticieros dieran cuenta de la novedad. Una noticia que tardó en llegar a las redacciones, fruto de las dudas que tuvo Ocaña antes de aceptar el convite.
El sí de la niña
Hasta que Ocaña finalmente aceptó la oferta, los funcionarios de la Rosada habían escuchado en tres oportunidades un no rotundo. Según sus propios colaboradores, la idea de hacerse cargo del PAMI no le disgustaba, pero desconfiaba de la intencionalidad política que podía existir por detrás y si realmente el Gobierno estaba dispuesto a entregar el control de la bastardeada institución a una persona de la oposición que había dado cuenta de su intransigencia y de las críticas que viene realizando a la gestión de Kirchner.
Uno de los habitantes de la Rosada relató a este diario el proceso que llevó a la definición de quién reemplazará a Juan González Gaviola. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, fue quien tuvo a su cargo la tarea de realizar el ofrecimiento y, por ende, de recibir en persona las tres negativas. De todas formas no se amilanó. Recurrió a amigos comunes para convencer a la hasta ese momento dura legisladora. Ocaña no estaba convencida de la oferta a pesar de que Fernández le juraba que iba a tener todo el respaldo político y la más amplia libertad para trabajar en el PAMI. El primer encuentro fue el 22 de diciembre. La legisladora escuchó la proposición y lo primero que surgió de su boca fue no. El funcionario le pidió que aprovechara la Navidad para pensarlo. Días después volvieron a encontrarse en su despacho y Ocaña repitió su negativa. El lunes pasado fue la tercera reunión. Fernández, con el mejor buen humor y prácticamente en una actitud suplicante, le dijo: “Hormiguita, tenés todo el respaldo del Presidente”. No hubo caso. Así, al jefe de Gabinete no le quedó otra que recurrir a su última carta: una reunión cara a cara con Kirchner.
El Presidente la citó en Olivos. Un auto oficial la trasladó hasta la residencia oficial. Kirchner la recibió afectuosamente y antes de que la legisladora se pusiera a la defensiva le dijo que había pensado en ella porque la consideraba una persona “honesta e incorruptible”. Esto sorprendió a Ocaña, quien no había logrado recuperarse cuando Kirchner le disparó otra frase: “Uno ingresa a la política para hacer el bien y pocas son las oportunidades que se le dan a uno para hacerlo con total libertad”. Aquí comenzó a gestarse el sí. Para evitar cualquier duda, el Presidente le agregó un dato fundamental:
–Mire Graciela, quiero que le quede claro que cuando alguien venga a pedirme algo del PAMI yo les diré que hablen con Ocaña. Por lo tanto, usted tiene toda la libertad para rechazar y denunciar cualquier solicitud extraña –le dijo mirándola a los ojos.
Ocaña se retiró de la residencia presidencial dejando el sí detrás suyo. Sobre todo después de que el Presidente le garantizó todo el respaldo político e incluso la posibilidad de que el segundo del PAMI, José Graneros, dejara ese lugar para que ella designara a una persona de su confianza. La diminuta legisladora, cuentan en la Rosada, prefirió mantener al santacruceño en el puesto y partió rauda para comenzar a armar su equipo de trabajo. Por lo pronto, se comprometió a no nombrar a familiares suyos en el instituto, una de las denuncias que debió soportar su antecesor , sino a “colaboradores” de su “extrema confianza que conocen muy bien la problemática del PAMI”.

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Ocaña sabe que enfrenta el tradicional sistema de financiación partidario del país.
 
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