EL PAíS › UNA ENCUESTA MUESTRA QUE UN ALUMNO EN CINCO SUPO DE UN COMPAÑERO QUE LLEVO UNA

Las armas no son raras en la escuela

Pocos dicen que llevaron una, pero un 23 por ciento dice que sabe de alguien que las llevó. Cuchillos, navajas o trinchetas son lo más común, pero el 37,3 por ciento son armas de fuego. Un estudio que muestra que el tema preocupaba antes de la tragedia de Patagones.

 Por Natalia Aruguete

La sangrienta locura de Junior en Carmen de Patagones llevó a niveles trágicos un problema existente antes de la masacre: la presencia de armas en las escuelas. Todos los especialistas coinciden en aclarar que el rapto brutal de Rafael no puede inscribirse en la llamada “violencia escolar”. Pero también es cierto que las autoridades educativas ya prendieron las luces rojas antes del episodio de la escuela Islas Malvinas. Una investigación realizada por el Ministerio de Justicia de la Nación arrojó que casi el 23 por ciento de los alumnos secundarios de la ciudad se enteró de que entraron armas a la escuela donde concurren. Además, uno de cada diez las llegó a ver. Y el 1,3 por ciento admitió haberlas portado en el ámbito escolar, la mayoría de los casos “para protegerse”.
La investigación, que Página/12 revela en forma exclusiva, avanzó más allá de las armas. Intentó profundizar en la percepción de los estudiantes respecto de la disciplina, la convivencia y los hechos de violencia en las aulas. El estudio fue elaborado el año pasado por el Departamento de Investigaciones de la Dirección Nacional de Política Criminal, a cargo de Daniel Fernández, y surge de una encuesta entre 600 alumnos de entre 14 y 20 años de escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires. El objetivo fue medir los niveles de violencia y victimización que vivenciaron los estudiantes en 2002.
Los resultados del estudio dirigido por el sociólogo Daniel Pedro son contundentes: el 45 por ciento de los consultados dijo que hubo casos de agresión dentro de la escuela en forma frecuente. El 17 por ciento participó en peleas. El 12 por ciento fue víctima de un hurto alguna vez en el ámbito escolar. Y el 1,5 por ciento relató haber sido golpeado físicamente. Además, un alto porcentaje mencionó que se atacó a la propia institución.
Estela Maldonado, secretaria de Educación de la Ctera y de Derechos Humanos del Suteba, estuvo en Carmen de Patagones acompañando a los docentes en nombre del sindicato. Apenas regresada a Buenos Aires, evaluó la investigación para este diario: “Vivimos en una sociedad violentada desde hace años, que se agravó por la situación socioeconómica. Quienes sufren las consecuencias son los adolescentes y ancianos, victimizados por años de cercenamiento de sus derechos. Pero no se puede establecer una relación directa entre la escuela y la violencia. Sucede que es la única institución que, aun con la crisis que sufre, quedó en pie”, expresó.
Si bien la vinculación entre escuela y generación de la violencia no es directa, se asiste en los últimos años a “una ausencia del Estado que no aporta los recursos necesarios para trabajar desde la educación en función de enfrentar esta problemática”, sostuvo Maldonado.
Por su parte, la investigadora del Conicet y ex diputada nacional Adriana Puiggrós acordó en que la violencia se da en las escuelas “porque los chicos están allí. No hay otros espacios que los contengan” (ver aparte).
Siempre sobre la base del documento oficial –que fue financiado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)–, los alumnos que dijeron haber escuchado sobre armas dentro de la escuela a lo largo de 2002 llegaron al 22,6 por ciento. En las públicas, el porcentaje llegó al 29,3, en tanto en las privadas fue de 14,9. Los estudiantes que vieron algún alumno que haya llevado un arma a la escuela fueron el 13,5 por ciento (el promedio entre el 17,6 de los colegios públicos y el 8,9 de los privados).
En término absolutos, el 13,5 por ciento que vio armas en su escuela significa que hubo 26.000 chicos en esa situación, de los 193.000 alumnos que tiene el sistema secundario en la ciudad, entre públicos y privados.
Respecto del 1,3 por ciento (es decir, 2500 alumnos) de los que admitieron llevar un arma a la escuela durante 2002, el 0,8 dijo que lo había hecho”sólo una vez”; el 0,2, “más de una vez”; el 0,1, “muchas veces” y el 0,2, “la mayor parte de las veces”. Entre quienes reconocen haber llevado armas a la escuela, el 2,1 pertenece al sector público y el 0,4, al privado. Del total, el 77,9 admitió que llevó cuchillos o navajas y el 22,1, palos o garrotes. Curiosamente, en la encuesta nadie reconoció haber portado armas de fuego, aunque el dato sí se presenta entre los alumnos que vieron a otros. En ese caso, el 52 por ciento contó que vieron cuchillos o navajas; el 37,3, armas de fuego; el 3,5, palos o garrotes; el 2,9 vio trinchetas y el 1,4 se topó con un compañero que llevaba cachiporras.
Aquí también se observa una diferencia entre ambos sectores: mientras que en las escuelas públicas las armas de fuego fueron vistas en el 41 por ciento de los casos, en las privadas ocurrió en el 22,2 por ciento. Y se evidenció mayor presencia de cuchillos o navajas.
La violencia en el ámbito escolar puede ser considerada “una manifestación más del proceso de deterioro de las instituciones”, causada por “las políticas que derivaron en la pérdida de lazo social y exclusión”, afirma el estudio elaborado por el Ministerio.
En el informe, la especialista en violencia familiar Susana Abad afirma que se trata de “la reproducción en el espacio escolar de los modelos violentos de resolución de conflictos, con entrecruzamientos de agresiones que afectan a docentes, alumnos, familiares y aun a las instalaciones y equipamientos”.
Los estudios sobre victimización realizados anualmente por la Dirección Nacional de Política Criminal muestran que desde 1997 se registran altos porcentajes de victimización y una persistente sensación de inseguridad. La escuela no pudo escapar a esta situación. Sin embargo, delimitar la violencia al ámbito escolar significa ubicarla como la responsable exclusiva y negar que se trata de un fenómeno que la excede y la atraviesa, expresa el documento. Y agrega: “En un contexto de declive de las instituciones socializadoras, la sobrecarga y delegación de la sociedad sobre la responsabilidad de la escuela en la función de educar, indirectamente (la hace responsable) de manera exclusiva de situaciones de violencia”.
La psicoanalista e investigadora de la Universidad de Buenos Aires Gloria Autino coincidió con esta perspectiva: “La escuela es un elemento más. No es el lugar donde se genera la violencia. Es una institución atravesada por las características de una sociedad que eligió la violencia como modo de calificación de sus habitantes. Pero no es la escuela en sí misma, sino el propio Estado el que es arrasado por esta violencia”.
Si bien la mayor cantidad de estos hechos se concentra en las zonas más pobres de la ciudad –en el sur y sudoeste–, las agresiones físicas están presentes en todos los estratos sociales, tal como figura en la muestra. Algunos alumnos llegaron a modificar sus hábitos vinculados a la escuela por la preocupación latente de ser agredidos dentro de ella o en los alrededores. Por eso, el 7,2 por ciento dejó de usar los caminos más directos para llegar al colegio, el 1,9 no va los baños de la escuela, el 1,4 evita quedarse en la entrada y el 1,6, en los pasillos o escaleras.
Según la investigación, es probable que para los estudiantes entrevistados, “la violencia no sea experimentada sino como un acto normal y frecuente”. Sin embargo, se sienten paralizados y, en algunos casos, actúan en defensa propia. Las motivaciones para entrar armas a la escuela son diversas. La mayoría (46,6 por ciento) admitió que las llevó para “protegerse” o para “defensa”, el 28,5 fue “para joder” y un tercer grupo (24,8) lo hizo porque sabía que “iba a haber una pelea”.
El estudio también indagó en la regularidad con que se discuten ciertos temas en las aulas. Durante 2002, no fue habitual hablar de armas y los peligros que comprenden. Según expresaron los chicos en la encuesta, apenas en el 8,9 por ciento de los casos se habló de ese tema “habitualmente”. En el 19,4 por ciento fue “más de una vez”; en el 15,7 “una vez” y un preocupante 53,7 por ciento de las respuestas fue “nunca”.
“La violencia se expresa allí porque es el lugar esencial donde se define la calificación de cada uno como ciudadano y del lugar que va a ocupar en la sociedad. Antes, había cierta continuidad entre los valores que la escuela enseñaba y los proyectos colectivos que prometía. Eran elementos que se cumplían a futuro. Ahora, ese futuro está oscuro”, concluyó Autino.

Compartir: 

Twitter

 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.