EL PAíS › DESPUES DE MAHDJOUBIAN, AHORA PERDERA
A MURATORIO, QUE ACABA DE RENUNCIAR

Moneta se va quedando sin jueces propios

Este diario pudo saber que el Poder Ejecutivo ya recibió la renuncia de uno de los jueces preferidos del banquero Raúl Moneta. Ahora debe decidir si se la rechaza y Muratorio sigue el camino de su colega Mahdjoubian, que será destituido en el Consejo de la Magistratura, o si directamente deja a Muratorio ya mismo fuera de la Justicia. El magistrado siempre defendió los intereses del empresario de bancos y medios.

 Por Susana Viau

Pese a que se mantuvo en estricta reserva, este diario pudo saber que hace una semana presentó su renuncia el juez de instrucción Ismael Muratorio, el hombre que prestó invalorables servicios al ex banquero Raúl Moneta, al punto de ofrendar su carrera en el intento. Dos hechos aconsejaron a Muratorio una retirada estratégica: la inminente destitución de su par, Juan José Mahdjoubian, su socio en un pedido de juicio político fundado en los cargos de prevaricato y “forum shopping” y el rechazo de la recusación que formuló contra los miembros de la Comisión de Acusación del Consejo de la Magistratura. Su dimisión se encuentra en la Casa Rosada, a la espera de la respuesta presidencial.
Conocido por sus estrechos vínculos con las conducciones de la Policía Federal –de la que, según se afirma, fue abogado–, sin carrera judicial previa a su llegada al Juzgado de Instrucción 22 y designado en la magistratura por el menemismo, Muratorio pagó el favor y obtuvo sus 15 minutos de discutible fama con una resolución altamente polémica: la que sobreseyó de la acusación de enriquecimiento ilícito a la totalidad de los jueces federales.
Sin embargo, quizá Muratorio pase a la pequeña historia por los grandes servicios prestados a Moneta. Uno de ellos fue el procesamiento de Jorge Macchi, un ex empleado del banquero, desarrollista del edificio emblemático del Grupo República, el que albergó la primera sede de Telefónica de Argentina en los momentos de esplendor del CEI. Macchi había reclamado el pago de sus honorarios, fijados de acuerdo a lo que declaró en un juzgado comercial, en tres millones de pesos-dólares. Moneta, o mejor su hombre de confianza, el abogado Alberto Petracchi, presentó contra él una descabellada denuncia por extorsión. Entre los elementos ofrecidos como prueba, el expediente contiene un curioso intercambio epistolar entre Moneta y Petracchi, inexplicable si se piensa que, desde Graham Bell, su contenido es más propio de los llamados telefónicos que del formato carta. La denuncia contra Macchi siguió el patrón que se haría habitual en la relación Moneta-Muratorio: fue presentada ante la Policía Federal. El día que ingresó la denuncia se encontraba de turno el Juzgado de Instrucción 22.
Ni lerdo ni perezoso, Muratorio procesó al desarrollista. Apelada la decisión, la cámara lo desprocesó. Ese ping pong se reiteró en cuatro oportunidades y en una de ellas el tribunal de alzada argumentó con sensatez que “no extorsiona quien quiere sino quien puede” y era obvia la diferencia de poder e influencias que separaba a ambos personajes. No obstante y gracias a un inusual recurso concedido por la Cámara de Casación, Macchi sigue cargando con la cruz que le ha endosado a repetición el persistente titular del juzgado 22, Ismael Muratorio.

Las malas costumbres
Moneta no se dio por satisfecho y exigió a Muratorio todavía un esfuerzo más: tomar el relevo de Juan José Mahdjoubian, jaqueado por una cámara oculta de “Telenoche Investiga” e imposibilitado de llevar adelante las medidas que urgían al ex banquero. Es que Moneta a fines de 2002 había denunciado, ahora por estafa, a su antiguo socio de Cablevisión, el texano Tom Hicks, cabeza del fondo inversor HMT&F, es decir, Hicks, Muse, Tate & Furst. Hicks había sido receptor de las angustiadas llamadas del ex banquero durante los seis meses de clandestinidad en que Moneta se sumió luego de que el juez federal de Mendoza Luis Leiva librara contra él una orden de captura por la caída del Banco Mendoza. En ese tiempo Moneta había contraído deudas importantes con entidades extranjeras (J. P. Morgan). Hicks se cubrió las espaldas frente a un eventual reclamo de los acreedores caucionando las acciones que Moneta tenía en Cablevisión. Se trataba, en verdad, de una complicada maraña financiera. Pese a ello, Matías Bravo, integrante del estudio de Eduardo Pearson, yerno de Moneta, no denunció a Hicks en la Cámara del Crimen, como hubiera sido esperable,sino en la División Delitos Complejos de la Policía Federal. No era un despiste de los letrados. De haber ingresado en la Cámara del Crimen, el juez interviniente habría sido designado por sorteo; ingresando por Policía Federal, el juzgado era número puesto: estaba de turno Juan José Mahdjoubian.
Sin embargo, “Mahdjou”, como lo llamaban sus colegas, no pasaba por un buen momento. Una cámara oculta había mostrado la complicidad de su secretario y amigo Daniel Mauro con el abogado Alberto Seyahian. Seyahian presumía frente sus clientes de su buena llegada al juzgado 22 y de la permeabilidad del secretario Mauro y del juez Mahdjoubian. ¿Cómo se aseguraban de que sería el juzgado 22 el que zanjara en sus cuestiones? Denunciando en la policía en los períodos en que el 22 estaba de turno. A Moneta le importaron muy poco los apuros de “Mahdjou”. Su abogado, Alejandro Mitchell, le exigió que librara una orden para inmovilizar 80 millones de dólares que Hicks tenía en una cuenta en Estados Unidos. Mahdjoubian, sabiéndose en la mira, se negó. Muratorio se vio así obligado a entrar en acción. Reclamó la causa aduciendo que por su juzgado había pasado otro expediente con los mismos protagonistas y en menos de 24 horas otorgó la medida solicitada por Mitchell. Era el 26 de diciembre, fecha en la que sólo se tramitan los temas urgentes. El poder de que Moneta hacía gala asombró a Hicks, quien resolvió a partir de ese día celebrar las reuniones de directorio en Montevideo, temeroso de que Muratorio dictara contra él una orden de detención.

Cuarteles de Invierno
Cuando el expediente 78241/02 llegó a la Cámara de Apelaciones, Alredo Barbarosch y Gustavo Bruzzone no dudaron. Estaban en presencia de una típica maniobra de “forum shopping”, o sea la elección “a dedo” del juez interviniente. En una resolución considerada ejemplar decidieron anular lo actuado por Mahdjoubian y Muratorio, apartar a este último de la investigación y sacar copia del expediente y enviarla al Consejo de la Magistratura para el eventual juzgamiento de su conducta.
En el consejo se tramitaba ya un pedido de destitución de Mahdjoubian por el caso Seyahian. Si alguien alentó la esperanza de que los nubarrones que ennegrecen el cielo de “Mahdjou” se disiparan, se equivocó de medio a medio. La Cámara del Crimen convalidó el procesamiento por cohecho dictado por María Angélica Crotto y agregó otro cargo: omisión de denuncia. Su suerte está echada. Con semejantes antecedentes, únicamente un milagro puede salvarlo de la destitución. Para Muratorio, las tribulaciones de su colega son un prenuncio. Citado a indagatoria por el Consejo, se defendió recusando a los integrantes de la comisión acusadora. Denegada la petición, optó por pegar el faltazo a la cita fijada para el 7 de julio, con el argumento de que estaba “de turno de hábeas corpus”. La convocatoria quedó pospuesta para el próximo 26 de julio. En este lapso, Muratorio reflexionó. Tiene 65 años y está en edad de jubilarse. Si la causa avanza y es exonerado del Poder Judicial, pierde el beneficio. Y ese es un argumento fundamental.
Ayer, en los pasillos de tribunales circulaba una broma: “Si sos juez y lo ves venir a Moneta, cruzá de vereda”. La ironía aludía, por supuesto, a Mahdjoubian y a Muratorio. Pero también al juez federal Claudio Bonadío, apartado por la Cámara de la causa “Comfer”, donde también se dirimían las apetencias de Moneta sobre Cablevisión.

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Moneta aprovechaba los turnos de su juzgado preferido.
 
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