EL PAíS › LEON ARSLANIAN HABLA DE SU CANDIDATURA A LA CORTE

“Tuve una conversación digamos exploratoria, como un proyecto”

Como adelantó Página/12, todo indica que el ministro bonaerense de Seguridad será un supremo antes de fin de año. Un balance de la reforma policial que quiere terminar y su punto de vista sobre cómo es la Justicia hoy y su relación con el Gobierno.

 Por Irina Hauser

Todas las condiciones están dadas para que León Arslanian se convierta en juez de la Corte Suprema. Con la reforma policial casi terminada y la decisión de no integrar la lista de Cristina Kirchner, el Presidente le ofreció ocupar alguna de las dos vacantes que quedarán pronto en el alto tribunal, según confirmó el propio ministro de Seguridad bonaerense a Página/12. “Es un halago integrar una Corte”, dijo. El ex camarista del Juicio a las Juntas tiene la posibilidad de reemplazar a Augusto Belluscio, que renunció para irse en septiembre, o a Antonio Boggiano, que sería destituido antes de las elecciones de octubre.
–Su designación tuvo el apoyo de Néstor Kirchner, Felipe Solá y Eduardo Duhalde. ¿Cómo evalúa ahora el enfrentamiento entre ellos?
–Implica una modificación del contexto político en el que yo llegué. En cuanto a mí, he tratado de ser prudente y proteger esta área tan sensible en la que estoy, con la idea de construir una suerte de paraguas, y sobre la base de lo que llamaría un acuerdo implícito de protección. Presumo que hay responsabilidad de parte de los dirigentes de peso.
–¿Por qué? ¿Cómo lo afecta a usted la interna?
–No creo que afecte mi continuidad. Pero puede perjudicar el trabajo tan duro de construcción de confianza y consensos con la comunidad, que es uno de los propósitos de mi gestión. Los temas de inseguridad van a subsistir durante bastante tiempo, aunque irá bajando su intensidad. La satisfacción social no es inmediata por más exitosa que sea una gestión. La interna me afecta si se usa la seguridad como eje de discusión.
–¿Teme ataques del duhaldismo?
–Bueno, sí. De sectores que tal vez encuentren allí algún cobijo. Esto es el temor por lo que puede implicar una interna, no digo que pase.
–¿Por todo esto rechazó la propuesta de ir como candidato a senador en la lista de Cristina Kirchner?
–No fue un rechazo. Hubo una consulta y quedó abierta. Quiero culminar lo que estoy haciendo en el ministerio, pero me sentí realmente halagado. Si tomaba parte en la interna me convertía en un pararrayos. Todas las objeciones para debilitar al candidato girarían en torno de la seguridad. Soy responsable. Protejo lo que hago.
–Su gestión anterior en la provincia quedó trunca por problemas en el PJ. ¿Otra vez puede peligrar la reforma policial?
–La reforma en sus líneas fundamentales está desarrollada. El proceso de descentralización policial, la ruptura del antiguo régimen de corte prusiano de aquella policía vertical son un hecho. La reforma está respaldada por un proceso legislativo, nadie se atreverá a modificarla.
–¿Cuando complete todo el proceso se va del ministerio?
–No vine para quedarme a vivir acá. Lo válido de esto es que el programa esté desarrollado, que se valide a sí mismo y que la comunidad sea garante a través de los foros vecinales.
–¿Va a ir a la Corte Suprema?
–Tal vez, es una posibilidad. Tampoco es un tema que dependa estrictamente de mí.
–Pero ¿a usted le interesa?
–Siempre lo digo: es un halago integrar una Corte Suprema.
–¿El Presidente le ofreció integrar la Corte? Se reunió con él a fin de junio y esta semana volvió a hacerlo.
–Tuve una conversación, digamos, exploratoria. Se habló como un proyecto posible.
–Un proyecto no a muy largo plazo...
–No podría ser en lo inmediato, me tengo que quedar un tiempito más.
–¿Fin de año?
–A lo mejor, no quiero decir porque tampoco estoy seguro y no quiero generar inestabilidad con el anuncio anticipado de un cambio mío. Seguramente habrá muchos que quieran venir para destruir lo hecho.
–En la Corte habrá más de una vacante. ¿Habló con Kirchner de otros candidatos para el tribunal?
–No, para nada.
–¿A usted también le ofrecieron el Ministerio de Justicia?
–Para nada.
–¿Preferiría el ministerio?
–Ya fui ministro. Las funciones que aprecio son las que me encuentro en condiciones de poder desempeñar. En el ministerio produje una reforma interesante, con la cual tuvimos un nuevo sistema de enjuiciamiento penal.

Alma peronista:

–¿Qué diferencia hay entre Kirchner y Duhalde?
–Muchas, son estilos distintos. Hoy se ven sus lecturas distintas de la realidad. En sus posiciones sobre la revisión del pasado, del manejo de la conflictividad social y el problema piquetero, de política internacional.
–¿Con quién se queda?
–Insisto, debo proteger mi área. Lo que tengo es un encuadramiento institucional muy claro con el gobernador (Felipe) Solá y me muevo dentro de los esquemas políticos que él va generando.
–¿Qué futuro prevé para Duhalde?
–Es un tema complejo. El anunció su retiro de la política, que en cierto modo ha ido materializando, pero que no significa un abandono de su interés de conducción política del PJ de la provincia de Buenos Aires.
–¿Supone que habrá reconciliación después de las elecciones?
–Nunca se sabe. En la política siempre hay rupturas, reconciliaciones y reposicionamientos. La imagen de un peronismo unido siempre es grata.
–¿Qué pronóstico tiene para las elecciones?
–No manejo otra cosa que las encuestas que se publican por ahí.
–Esta semana mataron a un funcionario de Lomas de Zamora que se acababa de pasar al kirchnerismo. ¿La interna genera hechos de violencia?
–Lo descarto absolutamente.
–¿Tienen sustento las impugnaciones a las listas del PJ que denuncian que el peronismo se quiere quedar con todas las bancas de la mayoría?
–Procuran mejorar la situación de la oposición pero no tienen sustancia. Casi todas las nuevas agrupaciones políticas en Argentina se conformaron como desprendimiento de un tronco. No entiendo por qué en este caso no puede funcionar de la misma manera.

Gobierno y Justicia:

–¿Qué le parece la Corte actual?
–Es una Corte muy interesante. Como Corte nueva deberá ir produciendo ajustes y reacomodamientos de interacción entre sus integrantes. Las figuras consideradas individualmente son muy respetables.
–¿Podría conformarse una nueva mayoría automática?
–No lo creo. No se me ocurre otro modo de cubrir las vacantes que no sea a propuesta del Presidente. Aun así, lo que garantiza la independencia es la calidad y el prestigio personal. Ninguno de los miembros actuales es gente adicta, ni han sido kirchneristas, algunos son de larga carrera judicial como Elena Highton y Carmen Argibay, sin historia de militancia. Raúl Zaffaroni tampoco tiene antecedentes en el justicialismo. Tiene bajísima representatividad el partido del gobierno en la Corte Suprema.
–¿Habría que achicar la Corte?
–Es un debate estéril. La Corte de Estados Unidos tiene nueve miembros y a nadie se le ocurrió reducirla. Hay cortes con más de veinte jueces. Decir siete en lugar de nueve es un capricho o una acción política para enervar las chances de designaciones por parte del partido gobernante.
–Cuando el Gobierno salió a opinar sobre las excarcelaciones de Omar Chabán y María Julia Alsogaray, hubo jueces de la Corte que lo criticaron. ¿Está bien que Kirchner o sus ministros opinen sobre fallos?
–El Poder Ejecutivo tiene todo el derecho del mundo de emitir opiniones políticas respecto del funcionamiento de otro poder. Que opine no quiere decir que vaya a interferir. Puede comentar una decisión emitida.
–En el Gobierno se quejan de que hay poco diálogo con la Corte.
–No conozco esas quejas. Pero tengo claro que si algo debe caracterizar a un régimen republicano en un país democrático que aprecie la gobernabilidad es una relación fluida entre los poderes. Es un cogobierno. No me parece mal que conversen. Hay una carga de prejuicio sobre eso construida con los años. Me parecería mal que la Corte tomara decisiones sobre la base de los deseos o pedidos del Ejecutivo.

Desbordes:

–¿Cuántos menores quedaron en las comisarías bonaerenses después del fallo de la Corte que ordenó cesar con esas detenciones?
–Las comisarías ya no alojan más menores privados de su libertad. Sólo algunos pueden estar transitoriamente un tiempo mínimo para satisfacer los trámites del proceso.
–¿Cuántos presos en general hay en las comisarías?
–Cinco mil y pico.
–Entonces la situación de hacinamiento no se revirtió.
–Se va atenuando progresivamente a medida que se habilitan las nuevas cárceles en construcción. En pocos meses logramos alivianar las comisarías en 1400 presos por la habilitación de un nuevo penal en Urdapilleta, partido de Bolívar, y se abrirán otros. Se irá descomprimiendo, salvo que se vuelva a la reforma de (Carlos) Ruckauf, que tornó inexcarcelable una gran cantidad de delitos. Eso produjo superpoblación carcelaria.
–Usted viene sosteniendo que el delito bajó. Si es así, ¿por qué sigue creciendo el número de presos?
–Aumenta porque el sistema de excarcelación es más rígido y ciertos delitos que antes eran excarcelables ya no lo son. Pero además hay una mayor eficacia policial y mayor esclarecimiento de delitos. Esto se traduce en personas privadas de su libertad.
–¿Influyeron las “reformas Blumberg” con el agravamiento de penas?
–La peor no fue el endurecimiento de penas, que alcanzó a delitos que ya tenían penas duras. El problema es que el Código, a fuerza de reformas y parches, ha ido perdiendo peligrosamente su sistemática interna. Se apeló a instrumentos efectistas para contentar a una opinión pública ávida de mayor protección. Igual hay que buscar soluciones en cada ámbito. La conflictividad social extrema, criminalizada, con vastos sectores que no encuentran alternativas de inserción social y que derivan delito debe hallar salidas que no las da la ley penal.
–¿Qué propone usted para eso?
–A situaciones de grupos claramente en riesgo o menores en conflicto con la ley buscamos, acá en la provincia, darles alternativas distintas a esperarlos con una cárcel. Ocupaciones, por ejemplo.
–¿La prisión preventiva debería ser una excepción?
–El derecho a permanecer en libertad durante el proceso es un corolario de la garantía constitucional de inocencia. Pero admite restricciones: el riesgo de fuga o de que el imputado perturbe el proceso o altere pruebas.
–¿La Justicia abusa de la prisión preventiva? Esto lo señaló la Corte.
–A veces sí. Pero hay que ver cada caso. Tampoco puede haber interpretaciones libérrimas o aplicaciones licenciosas de las garantías. En la provincia acabamos de ver un disparate extraordinario: un tribunal le concedió la libertad, invocando el principio de inocencia, a un ex policía, Chaín, que estaba prófugo hace un año con una sentencia condenatoria a reclusión perpetua por el homicidio de su esposa. Cuando se desvirtúa una garantía, como en este caso, también se desatienden valiosos intereses en juego, como el de las víctimas o el de la sociedad.
–¿Para Chabán y María Julia estuvo bien otorgada la excarcelación? No era lo que la sociedad esperaba.
–Tal vez sí. Cada tribunal analizó en base a los hechos la presunción de que esas personas no iban a eludir la Justicia ni a obstruir la prueba. No sé si hubiera hecho lo mismo. La preventiva no puede disponerse en función de la alarma social o para satisfacer una idea general de demanda de justicia, para eso están el juicio y la pena.
–Juan Carlos Blumberg no para de criticarlo. ¿Es para usted lo que Norma Plá era para Domingo Cavallo?
–(Risas.) A ver, a ver. Yo siempre quise ser benévolo en mi juicio sobre Blumberg. Ya lo dije: no puedo dejar de reconocer su carácter de actor social importante, que representa cierta demanda de la sociedad. Pero eso dista de reconocerle autoridad para opinar sobre temas de naturaleza técnica para los que se necesitan conocimientos y formación. Me refiero a la formación que permite tener respeto por el derecho y las garantías.

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