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El ARI ya calienta motores pensando en las elecciones

Con la hipótesis de que se adelanten los comicios, quieren ser la oposición al PJ y calculan por primera vez las chances de Carrió. Los cuadros y la tarea de formar un partido.

 Por José Natanson

Con la hipótesis de adelantamiento electoral cada vez más cerca, el ARI se perfila como la verdadera oposición al PJ y, por primera vez, empieza a pensar seriamente en la posibilidad de que su estrella electoral, Elisa Carrió, llegue a la Presidencia. Una radiografía del partido formado en torno del carismático imán de la chaqueña revela una fuerza construida sin tiempo y sin recursos, integrada por un conjunto de dirigentes que parece difícil de articular: algunos referentes prestigiosos –Alfredo Bravo–, otros menos conocidos pero con experiencia de gestión y vocación de poder –Rafael Romá y Mario Cafiero–, un puñado de mujeres inteligentes -Graciela Ocaña y Marcela Rodríguez– y un ejército de ex radicales, ex peronistas y, sobre todo, frepasistas enojados con la Alianza y con la vida.
Como el Frente Grande al principio, el ARI todavía se parece más a un amontonamiento de figuras alrededor de Carrió que a un verdadero partido político. Por eso, para entender su dinámica interna conviene empezar por el entorno de la chaqueña.
Graciela Ocaña, una economista que trabajó como asesora de Darío Alessandro, fue una de las primeras en pegar el salto al ARI y ganarse la confianza de Carrió. Convertida en su virtual mano derecha, acompañó a la chaqueña en la Comisión Antilavado y fue clave para la redacción del informe. En el ARI, todos reconocen su destreza política y aseguran que, a diferencia de otros dirigentes, Ocaña no tiene una visión sectaria. Sin embargo, algunos legisladores sostienen que su personalidad es fuerte y difícil, por lo que a menudo choca con sus compañeros de bancada. Es -dicen– una de las pocas que se anima a disentir con Carrió.
Otro de los integrantes del entorno es Marcela Rodríguez, una joven ex asesora que se convirtió en su principal operadora legislativa. “Tiene mucha capacidad de trabajo y es muy buena para el armado de las leyes. Es imprescindible para el trabajo en la Cámara”, la definen en el ARI.
Y también está Alfredo Bravo. Frustrado candidato a senador porteño en las últimas elecciones, el veterano socialista fue uno de los primeros que protegió a Carrió en los comienzos de la gestión aliancista, cuando ella se alejaba del radicalismo y él presionaba para que su partido, el Socialismo Democrático, rompiera con el Frepaso. Juntos, Carrió y Bravo lanzaron el ARI a comienzos del 2001, acompañados por algunos dirigentes que habían quedado marginados de los dos partidos tradicionales –el ex gobernador radical de Río Negro, Osvaldo Alvarez Guerrero, y el ex embajador menemista Jorge Vázquez– y que luego quedaron afuera de la agrupación.
En paralelo al irresistible crecimiento del ARI, el círculo más cercano a Carrió –Ocaña, Rodríguez, Bravo– se fue ampliando con dirigentes de otros partidos. Hoy, el interbloque suma treinta diputados y cuenta con representación propia en un puñado de legislaturas. Básicamente, se enriqueció con la llegada de frepasistas desencantados, como los diputados José Vitar, Carlos Raimundi e Irma Parentella, o los dirigentes porteños Eduardo Jozami y Liliana Chiernajovsky. Pero, además, se acercaron algunos sindicalistas, como Ariel Basteiro y Francisco “Barba” Gutiérrez, y líderes de ONG del interior, como la pampeana Joaquina Moreno.
En agosto del año pasado, Rafael “Balito” Romá, ex vicegobernador de Eduardo Duhalde durante dos períodos, y Mario Cafiero, diputado nacional e hijo del senador, sorprendieron anunciando su pase al ARI: sin muchos esfuerzos, Carrió tenía la pata peronista que Chacho Alvarez nunca había logrado construir. Un diputado del ARI define a los peronistas disidentes como la faceta “institucionalmente responsable” del partido. La teoría es que, mientras la mayoría se concentra en las denuncias y el trabajo legislativo, ellos piensan seriamente en los costos, las estrategias, los equipos y las medidas que adoptarán si Carrió llega al poder. “Es lógico que se preocupen: ¿Cómo no van a saber lo que significa gobernar si vienen del PJ bonaerense?”, explica una fuente del ARI. Ellos, junto a otros dirigentes como Ocaña y otra ex frepasista, Elsa Quiroz, acompañan a Carrió en la complicadísima tarea de conformar el partido a nivel nacional. Aunque en octubre del año pasado el ARI se presentó en 17 distritos, lo hizo en base a estructuras prestadas por otros partidos. Ahora, el objetivo es oficializar el partido en cinco provincias, lo que habilitaría a su líder para presentarse como candidato a presidente. En esta estrategia –farragosa, complicada– tienen un rol clave algunos ex frepasistas cercanos a Chacho Alvarez, como el tucumano Vitar, que conocen las dificultades de construir una fuerza política a nivel nacional.
Desde luego, el crecimiento genera problemas. Por ejemplo, antes de las elecciones del año pasado, Bravo estuvo a punto de alejarse del partido ante la intención de Carrió de incluir a Liliana Chiernajovsky en las listas del ARI. Aunque la discusión fue saldada gracias al oficio de la chaqueña, la contradicción entre el purismo (o sectarismo) de los socialistas y la necesidad de ampliar el espacio quedó más clara que nunca.
¿Cómo compatibilizar la urgencia de construir una fuerza de proyección nacional con la preservación de la pureza ideológica? ¿Cómo articular a los sectores que vienen del peronismo, del radicalismo, de la izquierda? ¿Cómo evitar que se acerquen personajes con malos antecedentes que fueron dejados de lado por las fuerzas políticas tradicionales? ¿Cómo congeniar las ganas de acercarse a Luis Zamora con el espíritu capitalista de la mayoría de los dirigentes? ¿Cómo armar en pocos meses una fuerza política nacional, con candidatos en el interior, legisladores y fiscales, sin caer en los vicios de la política tradicional?
La mayoría de los interrogantes permanecen abiertos. Parece difícil resolverlos sin caer en todo tipo de tensiones. Y hay poco tiempo. Sin embargo, es una tarea imprescindible para Carrió, que con la respuesta a estas y otras preguntas irá marcando los límites y contradicciones de su proyecto político.

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