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“Un gobierno de la UBA que salga del discurso y genere cambios”

Ex decano y candidato a rector, Aníbal Franco dice que buscará gestionar con una mayor participación de facultades y claustros. “La UBA necesita de todas las ideologías”, asegura a Página/12.

 Por Javier Lorca

“Los jóvenes tienen que encontrar en la universidad un espacio para desarrollar un proyecto de vida”, dice Aníbal Franco, ex decano y profesor de la Facultad de Ciencias Veterinarias, cuando explica por qué considera central “instalar una política institucional para formar a los jóvenes docentes e investigadores”. Peronista, miembro originario del Grupo Calafate, en esta entrevista asegura que su filiación política nada tiene que ver con su postulación al rectorado de la Universidad de Buenos Aires: “La UBA necesita de todas las ideologías”, precisa. De cara a la elección de consejeros superiores de marzo –la instancia anterior a la elección de rector–, el espacio docente que promueve su candidatura cerró un acuerdo amplio con varias facultades, políticamente emparentadas con el radicalismo y el reformismo.

–¿Cuál es su diagnóstico sobre la actual situación política de la UBA?

–Después de una gestión de 16 años (la de Oscar Shuberoff) y otra de cuatro (la actual, de Guillermo Jaim Etcheverry), no se consolidó un grupo de trabajo sólido, donde todos tiren para el mismo lado. Es el momento de construir un espacio lo más amplio y pluralista posible para llevar adelante un gobierno de la UBA que salga del discurso y genere cambios que perduren en el tiempo. La universidad necesita un catalizador que sostenga el compromiso de los actores universitarios, y ése es el rol que debe asumir el rectorado.

–Como candidato, ¿cuáles son sus proyectos principales?

–Lo principal es trabajar integrando a la pluralidad ideológica y académica que existe en la universidad. Puedo tener mis ideas personales, pero van a quedar supeditadas al trabajo conjunto de los consejeros superiores y los consejeros directivos de las facultades. En ese sentido, hay que desarrollar un mayor contacto entre la universidad y el gobierno de las facultades, involucrándolos en los proyectos de cambio, si no, sólo se abroquelan para reclamar más presupuesto y terminamos peleando por lo que no tenemos. Si algo va a caracterizar a mi gestión, va a ser el convocar a todos. Voy a garantizar una amplia participación de todos los claustros.

–¿Y en lo académico?

–Es central instalar una política institucional para formar a los jóvenes docentes e investigadores. Los jóvenes tienen que encontrar en la universidad un espacio para desarrollar un proyecto de vida. Hoy eso no pasa: muchos se van de la universidad, muchos se van del país y después no es nada fácil repatriarlos. Tenemos que revalorizar la docencia a partir de una discusión con las facultades. Hay mucho trabajo por hacer en la formación de los estudiantes y, en algunos casos, lo hemos descuidado. Hay unidades académicas con áreas muy importantes sin gente formada para hacer docencia e investigar. La UBA debe tener una clara política de apoyo hacia las áreas de vacancia. A largo plazo, las facultades podrían competir por recursos y esto sería un incentivo para que atiendan sus falencias. Con respecto a los planes de estudios, varias facultades han avanzado, pero hay que realizar una revisión constante. Lo que la universidad debe hacer es impulsar ese proceso en las unidades académicas. Algunos proponen acortar las carreras porque los estudiantes tardan mucho en graduarse. Si bien esto es cierto, mi temor es que el acortamiento signifique deteriorar la calidad del egresado o alimentar el negocio de los posgrados.

–¿Propondría una reforma en el ingreso y el Ciclo Básico Común?

–El CBC fue y es un instrumento importante. Hay que repensar algunos aspectos, adecuarlo en lo académico e institucionalizarlo en lo político y administrativo. Proyectos y documentos tenemos de sobra, lo que falta es voluntad política para llevar esos cambios a los hechos. Comparto la idea de que el CBC debe ser más básico y más común. También hay que definiracciones para retener a los numerosos alumnos que desertan. Más del 50 por ciento se va y sin encontrar un espacio que los oriente y ayude a seguir estudiando. Además de ser muy negativo para ellos, es una gran pérdida social. La universidad, alguna vez, deberá encarar el problema de la orientación vocacional y replantear una matrícula que se sigue concentrando en las mismas carreras tradicionales.

–¿Cuál es su postura frente a los problemas administrativos y presupuestarios de la UBA?

–La actual estructura de la universidad no alcanza para atender las demandas internas. Se intentó hacer una reforma, pero al reducir el personal de gestión se ha producido cierta ineficiencia. En lo presupuestario no hay demasiado margen: los fondos prácticamente no alcanzan. Hay que solicitar más recursos, pero con fundamentos, justificándolo. Pedir por pedir no sirve para nada en un país con tantas necesidades.

–Hace cuatro años, su lista de profesores proponía una reforma del estatuto de la UBA, nunca concretada. ¿Sigue siendo necesaria?

–Si bien hay que discutir una actualización, la reforma del estatuto no va a ser un talismán que resuelva todo. Pero convocar una asamblea universitaria sería un gesto importante, implicaría llamar a todos los sectores a debatir. Aunque alguno pueda ir a gritar, tiene mucho más valor lo que se logra con una asamblea que los posibles inconvenientes. Los grandes temas de la universidad los tiene que discutir la asamblea, sin temores. Por eso digo que la universidad y el rectorado deben acercarse a las facultades y a sus consejeros.

–Usted fue uno de los participantes originales del Grupo Calafate. ¿El vínculo con el peronismo incide en su candidatura?

–De ninguna manera. Trabajé un tiempo en el Grupo Calafate, muchos continuaron y yo no. Pero me parece interesante remarcar que no me postulo como un rector peronista, sino como un peronista que quiere ser rector. Las pertenencias partidarias no deberían tener ninguna incidencia en la universidad. La UBA necesita de todas las ideologías.

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“La universidad deberá encarar el problema de la orientación vocacional”, dice.
 
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