EL PAíS › LA JUGADA REELECCIONISTA DEL GOBERNADOR

Felipe es Re-Felipe

Las razones de la decisión de Felipe Solá y los modos que la implementarán. Cuáles serán sus argumentos ante la Justicia, cuáles sus puntos débiles. La Constituyente de Duhalde, un precedente patético que dará tela para cortar. Las primeras lecturas del gobierno nacional. Y una disquisición sobre la agenda de una semana muy futbolera.

Opinion
Por Mario Wainfeld



El partido de la Selección Nacional del viernes condicionó la agenda informativa semanal, limitando severamente la oferta. Era de cajón que fuera así, porque todos los protagonistas de la política, aun los menos encumbrados, razonan cual gerentes de programación de las radios o editores de los medios impresos. Cualquiera de ellos registra que una pretensa noticia es tal cuando tiene presencia escrita, “rebota” en los magazines radiales y perdura días u horas en la tele y otra vez en los diarios. Sólo una invasión extraterrestre hubiera podido tener acogida importante en los diarios del viernes y repercutir en la mañana de la gesta de Gelsenkirchen. Así las cosas, la semana terminó el miércoles. En ese lapso inusualmente breve, Felipe Solá pudo introducir al ágora el tema de su eventual (¿re?) reelección, sin mayor estrépito lo que, acaso, también se avenga a sus deseos.

El, polémico, medio elegido por el gobernador bonaerense es una reinterpretación del artículo 123 de la Constitución provincial, que regula la reelección del gobernante y del vice. Hasta hace un puñado de días a nadie (ni siquiera a Solá o a sus aliados más fervorosos) se le había ocurrido que el texto legal habilitara la traducción que empujan ahora.

Allegados muy íntimos del gobernador aseguran que, antes de decidirse, requirió asesoramientos jurídicos. Que los hubo a favor y en contra, pero que un informe preparado por varios juristas, recabado y avalado por León Arslanian, le dio la razón y el sustento necesarios. El paso siguiente será llevar el planteo ante la Junta Electoral provincial, integrada por tres camaristas federales y un integrante de la Corte. “Hay que apurar los tiempos –dicen en La Plata– porque Felipe no puede interferir en el escenario del año que viene.”

Un precedente
que se las trae


La Constitución bonaerense rechazaba la reelección del gobernador y establecía un puente complejo para su reforma, un plebiscito previo. Antonio Cafiero no pudo saltear esa valla. Eduardo Duhalde lo logró años después, en 1994. Pero en la Constituyente la UCR, el ascendente Frepaso y el Modin de Aldo Rico complicaban la hegemonía del PJ, cuya mayoría no le bastaba para imponer todos sus objetivos. El punto más discutido, la clave de la reforma era la reelección. El duhaldismo zanjó las dificultades, venciendo la resistencia del riquismo merced a millones de razones contantes y sonantes. El escándalo ulterior no impidió que la Constitución se aprobase. Rige hasta hoy.

El artículo 123 de esa norma es un galimatías que hace juego con las circunstancias en que se plasmó (ver recuadro aparte).

Los argumentos que volcarán los abogados de Solá hacen pie en la imprecisión legal. “Lo que no está prohibido, está permitido”, dice un abogado que lo asesora y asegura que la Constitución no veta que quien fue vice con una fórmula y gobernador con otra, vaya por la tripleta.

Un eje del reclamo judicial del gobernador serán las actas de la Constituyente, lo que los juristas llaman “interpretación auténtica”. Esa evocación dará que hablar porque algunas espadas del duhaldismo en ese trance son ahora abanderados del kirchnerismo. Entre ellos, el ministro del Interior Aníbal Fernández. Los operadores felipistas se solazan desarchivando sus intervenciones pues coligen que, en carambola, le servirán para lijar a un competidor en la carrera por la gobernación.

“Todos los oradores, Aníbal incluido, centraron su discurso en que es imposible armar un proyecto de gobierno en menos de ocho años. Eso es lo que quiso el constituyente. Felipe no los tuvo. ¿Por qué privarlo de esa opción, si la ley no lo impone y la gente lo vota?”, rematan losoperadores del gobernador. “Después de Cristina, Felipe es el candidato con mejor intención de voto”, redondean.

La ratio legis

Las actas del debate legislativo son una referencia ineludible pero incompleta. Entonces, el núcleo de la discusión era si era admisible una reelección de Duhalde. Ni al mismísimo beneficiado se le hubiera pasado por la cabeza aspirar a más: a) porque su proyecto ulterior era ser candidato presidencial por el PJ en 1999 y, posiblemente, porque b) en tal caso la tarifa del riquismo podría haber llegado a ser exorbitante.

El debate parlamentario contuvo exposiciones que buscaban justificar ante la opinión pública la reelección (por una vez, no indefinida) que suscitaba fuertes rechazos a partir del Pacto de Olivos y sus secuelas. Los alegatos deben leerse a través del prisma de esa circunstancia histórica. Los discursos fueron encendidos, torpes, imprecisos.

Por suerte, una norma que perdura en el tiempo no sólo debe ser interpretada en función de la incompetencia retórica de los que hablaron en el recinto. Una lectura armónica impone desentrañar cuál fue su razón de ser, su ratio legis dicen los juristas que comparten con el clero de derechas la afición a los latinazgos. Es ostensible que en ese momento nadie imaginó más de dos mandatos porque no estaba en el menú de la controversia.

Por lo demás, llevado un caso a tribunales éstos no deben pronunciarse de modo académico, general, sino aplicar la ley para la circunstancia concreta del reclamante. Los jueces no sentencian en abstracto, lo harán en relación a la situación específica del actual gobernador.

Solá fue electo vicegobernador y fue luego gobernador porque Carlos Ruckauf se profugó a Cancillería. Ejercitó ese mandato y, alegando haberse desempeñado bien en tiempos difíciles, fue en pos del voto popular para gobernar de 2003 a 2007. Sus mejores credenciales fueron, precisamente, su experiencia como funcionario electo. Cuando se vote a su sucesor, Solá habrá gobernado algo así como seis años. Si se admitiera su inminente reclamo, se le concedería la chance de prolongar su mandato a diez años. O sea, su virtualidad superaría el margen de ocho a que aspiró Duhalde, el único que se puso en tela de juicio en la Constituyente y se aprobó, removiendo la limitación previa. El ensayo del gobernador es inconstitucional a los ojos de este cronista, que no es constitucionalista pero sí abogado. Si no fuera legal, no es serio discutir su conveniencia política.

La polémica recién empieza, su dinámica agregará razonamientos en ambos sentidos. Vayan en el estadio actual algunas predicciones. La imprecisión legal y el carácter saneador del voto popular serán los puntales del reclamo del gobernador. La letra de la ley y la finalidad con que se la votó le jugarán en contra. La expresión “sucederse recíprocamente” del artículo en cuestión será nodo de su argumentación. La expresión “sino por intervalo de un período” su mayor escollo.

El gran elector

Duhalde no consiguió ser elegido presidente por la ciudadanía. Pero sí se apañó para mantener alambrado su distrito respecto de la expansiva influencia de Carlos Menem. Néstor Kirchner desbarató esa primacía duhaldista y ahora es gran elector en Buenos Aires, como jamás pudo serlo el riojano. Según Duhalde, para ser un candidato a gobernador con posibilidades es imprescindible ser una figura nacional. Kirchner no suelta prenda, pero da la impresión de pensar lo mismo. El elenco de aspirantes por el Frente para la Victoria es, si se aplica ese parámetro, más bien escueto. Solá, en estos días, y Fernández mucho antes extrovirtieron su voluntad de participar en la carrera. José Pampuro esmenos bullanguero pero conserva sus aspiraciones. El conductor decidirá, quién lo niega, pero en el ínterin todos arriman el bochín en pos de su bastón de mariscal.

En la Casa Rosada y en La Plata concuerdan en señalar que Solá arrancó su movida sin avisarle a Kirchner. A partir de ahí, las conclusiones son divergentes. En torno del gobernador asumen que el Presidente desaprueba que algo se urda sin su anuencia, pero que si la acción se va plasmando como exitosa, tal vez la bendiga. Así hizo, rememoran, con la ofensiva contra Duhalde. En corrillos más íntimos los allegados a Solá explican que el intento re eleccionista tiene una finalidad más inmediata e ineludible. Es conseguir gobernabilidad en la provincia, algo que le costaría mucho a Solá si aceptara su condena a ser un pato rengo. “Ahora lo van a atender a Felipe –supone uno de sus ministros– van a volver a tenerlo en cuenta.”

Si se pone la oreja sobre el piso de la Rosada se escuchan clásicas recriminaciones a la costumbre de Solá de mandarse solo. Una lectura extendida es que obra para posicionarse como candidato a vicepresidente de Kirchner, una especie que el gobernador niega con énfasis.

“Felipe ha mejorado las posibilidades de Aníbal, aunque todos saben que el que defina será el Presidente, que no quiere expedirse antes de fin de año”, explican a este diario dos locatarios de oficinas cercanas a la de Kirchner. El ministro del Interior comparte esa lectura y casi no disimula su buen humor por “el error de Felipe”.

El gobernador conoce los enojos del Presidente pero calcula que –como Juan Perón o como el jefe de los comandos de Misión Imposible– el hombre se reserva la potestad de renegar de cualquier fracaso y de hacerse dueño de cualquier éxito.

Los tribunales, ese lugar en el que jamás deberían decidirse las cuitas de la política, tendrán la primera palabra. La última, todos los aspirantes lo reconocen, la dirá Kirchner. En tanto, el tema dará para discutir, en los menguados espacios de atención que deje la campaña de los muchachos de Pekerman.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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