EL PAíS › LA RIOJA Y LA RESACA DE LA CAIDA DE MAZA

Escenas después de la tormenta

Las escenas fueron estupendas, pero la caída del gobernador y el triunfo de su vice no parecen haber conmovido demasiado a los riojanos. Diálogos y frases de una provincia donde parece que ya nada asombra, y las teorías conspirativas con Menem y Yoma.

Desde La Rioja

La provincia de Carlos Menem parece asomarse a un momento político distinto. La asonada en la Casa de Gobierno de la semana pasada, que terminó con la salida del gobernador Angel Maza, parece el síntoma de una profunda crisis del sistema. La revuelta no contó con adhesión popular. En ese contexto, el reemplazo de Maza por su vicegobernador Luis Beder Herrera no parece causar grandes expectativas. Hay lecturas variadas, en un universo donde la imagen de Carlos Menem aún es densamente pesada.

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Alfredo Olivera estuvo durante años en la APDH como referente de la corriente gremial de previsión social, APOS. Es una de las personas que conoce de cerca a varios de los nuevos funcionarios. Entre ellos, a Delfor “Pocho” Brizuela, uno de los referentes sociales más populares, ex sacerdote reconocido por su compromiso con la línea de trabajo en el campo popular. “Si me dijera que Pochito está con un gabinete donde todos tiran para el mismo lado... pero no creo que él pueda controlar el poder. ¿Qué soy yo? Independiente, póngame. Es decir, era un dirigente de la democracia cristiana pero cuando se unió a Carlos Menem, renuncié.”

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Verónica Sánchez, 28 años, atiende la caja del kiosco justo frente a la Casa de Gobierno. El martes de las conspiraciones políticas, la policía se llevó de abajo del mostrador de su negocio un cuchillo que alcanzaron a tirar los manifestantes de la plaza. “Lo que me enferma es que sean tan ambiciosos: ese día cerramos el local a las nueve de la noche. Yo creo que innecesariamente el Beder Herrera (BH) hizo esto siendo que dentro de poco va a ver elecciones. Usted va a ver que la gente que hizo lío no es gente de bien, ese día que asumió BH tenían que venir a la plaza a las seis menos cuarto los empleados públicos, yo se lo digo porque acá hubo muchos que viven lejos y esperaron acá.”

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Graciela Díscola es la presidente del ARI local y se prepara para las elecciones en alianza con el PC y el socialismo. Profesora de matemática, física y cosmografía, 61 años, cuatro hijos, doce nietos. “Acá estamos en la disyuntiva de que uno de los diablos quiere ser santo”, dice. “Precisamente a B. H. le dicen el diablo, pero el punto es que él y Maza estuvieron con Menem desde el principio. Todos tienen el mismo perfil: ahora, gracias a la pelea interna, dejan como resultado un hecho positivo: que por primera vez en veinte años no se hacen leyes a la medida del Ejecutivo. ¿El futuro? Yo espero que la gente se dé cuenta de que esto no es un cambio sino un barniz para adornar intereses personales.”

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La hermana Lucrecia es la única religiosa de la Casa de Retiro Tinkunaco, un espacio del Obispado que sirve como alojamiento para religiosos y extracomunitarios. El martes 13 observaba el único televisor del lugar entre la tensión de los petardos en la Casa de Gobierno y la de su comedor, repleto de una delegación de tenistas que justo ese día decidió alojarse.

“Llamé a una de mis hermanas enseguida”, explica la religiosa, parte de una de las familias más golpeadas por la última dictadura. “Mi hermana me decía: ‘¿No habrá alguien que lo quiera bien al Angel? Yo te juro que llamaría a su mamá, que la conozco, para que le diga que salga’.”

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Lucho Gómez es uno de los referentes de los menguados organismos de derechos humanos que lograron sobrevivir o rearmarse en los últimos años en tierras barridas por los unicatos. Es un ex preso político detenido en 1975 por su compromiso en el gremialismo. En este momento, interviene en el Espacio de Lucha contra la Impunidad (ELCI) y observa. “Tanto lo que estaba como el recambio es la continuidad del menemismo. Del estilo de los `90, del todo vale, donde no hay códigos. Yo creo que la crisis que se dio en 2001 a nivel nacional está empezando a aparecer acá de forma tardía. El problema es que estas personas del ultramenemismo pasaron al kirchnerismo a ultranza sin otros procesos en el medio.”

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A metros de la Casa de Gobierno, Marcelo Ballato, comerciante, 31 años, especialista en juegos de azar, discute acaloradamente con un colega.

“Yo te lo digo ¡acá se está hablando de vuelta de Carlos Menem, fiera!” Y enseguida explica. Es uno de los que no cree que Carlos Menem haya metido la cola. “¡No! ¡Ni hablar! El que metió la cola es Yoma, que operó con la Cristina Fernández que no quiere a Maza, para que gane Yoma. Yo le voy a decir, acá la gente sí tiene su corazoncito con Menem, pero no lo vota ni loca porque sabe que la Nación no le va a mandar un mango, y eso que se lo digo y soy antimenemista.”

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Aplomado, el contador Nicolás hace los cobros en la misma casa de las hermanas del Tinkunaco. Tiene 54 años, y entre cobro y cobro levanta la vista: “¿Quiere que yo le diga cómo fueron las cosas? Acá es como que todos nosotros nos encontramos ligados a decisiones que toman otros y no podemos participar, como si estuviésemos prisioneros. Hay dos niveles de análisis, podríamos decir tres: la gente más humilde, que con tal de recibir la plata no le importa quién esté (sic); los que dependen de la administración pública, pongamos 90 por ciento, y ahí está el no te metás, y después hay una elite, los de buenos recursos que son los que están siempre acomodados: con unos o con otros no tienen ningún inconveniente”.

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Vanesa Gabino camina cargada con un cochecito, dos niños pequeños y sus 25 años. Es ama de casa, aunque “me las rebusco con un Jefe de Hogar que es la ayuda que nos dan”. Ella estuvo lejos de la plaza ese día.

“No sé mucho de política, pero sé que hubo un lío que se armó por el asunto de Maza que lo querían sacar porque se le cumplió los años que está.”

–¿De Beder Herrera?

–No me gusta. Cuando esté en un cierto lugar se va a olvidar de los pobres y va a pensar en los bolsillos de ellos nomás.

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El Negro no da el nombre porque dice que es muy conocido. Tiene 50 años y es el diariero histórico de la esquina donde se da la mano la avenida Juan Perón con Nicolás de Bari. “¿Que qué pasó acá? Que se han robado todo y sacado todo. Que se den la mano los dos ladrones y se vayan de acá. Yo soy de Carlos Menem, nada más.”

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Ofelia Romero está de vacaciones. Como es guía de turismo trabajó diciembre, enero, febrero y ahora descansa. Tiene 42 años, y un celular al que le habla. “¡Ay! La verdad es que a mí me alegró, yo que llevo veinte años en la administración pública siento que el cambio viene bien, aunque quisiera que haya elecciones ahora. El que quedó ya estaba.”

–¿La incorporación del ex sacerdote Delfor “Pocho” Brizuela cambia algo?

–No sé si es garantía de algo, porque no se sabe cómo va a hacer para manejarse. Como una mamá cuando les dice algo a sus hijos, ellos lo hacen porque se los dice la mamá.

–¿?

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David Córdoba anda con una bordeadora de césped en las manos, cortando pastos crecidos de las veredas del centro. Tiene 43 años y contrato de efectivo en la municipalidad de la capital. Se lleva unos 300 pesos de básico al mes con un plus por horas extras con los que redondea 700 pesos, y mantiene cinco hijos. Afortunadamente, dice, tiene además unos animales de campo, unas treinta vacas con las que puede ganar unos 500 pesos por cabeza unas cinco o seis veces al año. “Mire, yo no sé si lo han sacado al gobernador porque se ha mandado esas macanas. Ahora hay que esperar. Darse tiempo.”

–¿Para qué?

–Quizás hagan cosas mejores que los otros. Ponemos fe que puede cambiar.

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Mario Herrera tiene la barba al estilo Ginés, barba candado, larga y desgastada. 50 años, un hijo, bolsa de compras tipo Adidas en las manos, a metros de la peatonal, sábado por la mañana.

–Yo soy parte del gobierno.

–De cuál, el de Maza o el de Beder Herrera.

–No, de Beder.

–Si tuviera que contarle a un amigo de Buenos Aires qué pasó, ¿qué diría?

–Desapruebo totalmente el accionar, porque se ha apoyado en los fueros constitucionales. Es como decía Yoma, si no tiene nada por qué no vas y te presentas.

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Mirta conversa muy animada con su amiga Sonia en una mesita de los bares coloniales del centro. Ambas tienen 64 años, son abuelas y madres de hijos que están distribuidos entre La Rioja, Córdoba y Buenos Aires. Mirta trabajó hace tiempo en un negocio de artículos para el hogar de su marido. Sonia es maestra de escuela, se jubiló pero todavía tiene algún cargo. Están ahí, juntas, como desde el jardín de infantes. “Ay, vení, vení, que a mí me salen chispas –dice Sonia–: si no ponés los nombres te contamos porque estamos cerca del gobierno pero como verás. Es que Beder Herrera es un político de los viejos con todas las mañas de los políticos viejos y Maza es un joven inteligente, vemos lo que luchó, pero se arruinó totalmente por aferrarse a un período más. No es un político de raza. Eso sí, nosotras sabemos que en el camino algo se quedaba, pero era de los que hace”. Y su amiga: “¡Y los intendentes! ¿Cómo que lo apoyan a Maza y después se dan vuelta y lo apoyan al otro?”

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Juan Manuel Nievas tiene un puesto estratégico en la bicicletería que está pegada a la Casa del Justicialismo, donde se refugiaron las huestes del mazismo después de la salida del gobierno. Hace cinco años llegó de San Juan. Es dueño de la Casa de Rodados Metota y tiene 30 años. “El mayor miedo que tenemos los comerciantes, se lo digo porque hablo con ellos, es que se atrasen los pagos de la administración. Si es así mueren todos. Si mira la historia de La Rioja se va a dar cuenta que todos han bajado a todos: desde Menem en adelante. Con lo que pasó el otro día ya todos tenemos miedo, acá bajás las persianas, y te vas.”

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