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Una carta documento de Camaño a Rodríguez Saá para que se retracte

Es por un reportaje en el que Rodríguez Saá dijo que en la crisis de 2001 Camaño abrió el Congreso para que se hicieran desmanes.

 Por Eduardo Tagliaferro

No fue mucho el camino que le tocó recorrer al correo que entregó la carta documento. Más allá de los pasos que separan el despacho del diputado Eduardo Camaño del que ocupa en el Senado el puntano Adolfo Rodríguez Saá, el impacto de la misiva todavía no puede medirse. Camaño calificó de “infame y burda mentira” declaraciones que El Adolfo realizó en un reportaje gráfico. Por ello lo intimó a rectificar o ratificar sus dichos y adelantó a este diario que no descarta iniciarle una querella por calumnias. Al hablar sobre el estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001, el puntano le había endilgado a Camaño –por entonces presidente de la Cámara de Diputados– abrir las puertas del Congreso para que la manifestación que repudiaba al gobierno de Fernando de la Rúa pudiera ingresar y quemar los sillones que estaban frente a la pesada puerta de hierro que está sobre las escalinatas de la calle Entre Ríos. Entre los peronistas disidentes no todo es sintonía.

En esa entrevista periodística, publicada el pasado domingo, Rodríguez Saá sostuvo que “Eduardo Duhalde hizo un golpe contra De la Rúa y conspiró contra mí porque con Clarín querían devaluación”. El puntano se explayó sobre la noche en que los manifestantes arrastraron hasta las escalinatas los sillones del salón ubicado a las puertas del Senado. “Esa puerta no se puede abrir si no la abren de adentro. Y la única persona que estaba dentro del Congreso era el señor Camaño”, dijo el senador.

Indignado, el bonaerense no tardó en contestarle. Además de intimarlo, le dijo que “debería saber que la puerta a la que alude pertenece al Honorable Senado de la Nación, no teniendo acceso a la misma el personal ni las autoridades de la Cámara de Diputados”.

El 19 de diciembre del 2001, luego que De la Rúa dictara el estado de sitio, los cacerolazos dominaron la ciudad de Buenos Aires. Al grito de “Argentina, Argentina”, un grupo de jóvenes se instaló frente a la entrada principal del Congreso. A la 0.30 de ese jueves, Jorge Cárdenas caía malherido por las escaleras principales del edificio. El cuerpo ensangrentado de Cárdenas fue una imagen que se repitió en todas las transmisiones televisivas. Al día siguiente, el viernes 20, las puertas fueron franqueadas por un grupo de manifestantes que prendieron fuego al cortinado de los salones del Congreso y arrastraron los antiguos sillones.

El fuego, los gases lacrimógenos y los balazos policiales era el denominador común de esas jornadas. Extraños días en los que la suerte de los legisladores y la de los trabajadores del Congreso viajaban en el mismo barco.

Camaño no duda en descalificar los dichos de Rodríguez Saá. “Sólo una mente perturbada concluye una participación como la que usted me adjudica”, le remarca en un pasaje de la carta documento. El ex titular de Diputados también dice: “Usted agrede y calumnia no sólo a quien por la presente lo intima, sino a numerosos trabajadores de la planta estable del Congreso Nacional que en esos momentos difíciles defendían las instituciones del país en sus puestos de trabajo, con sus cuerpos, sin abandonar el cargo, sin enfermarse, sin cruzar a ningún país limítrofe, ni usando aviones oficiales para huir a otras provincias”.

El bonaerense considera que las opiniones de Rodríguez Saá son una “calumnia”. Concluyó su misiva diciendo que sus dichos “no son más que excusas que pretenden justificar su ineptitud para conducir los destinos del país, tarea que le encomendara la Asamblea Legislativa en diciembre del 2001. Su falta de agallas y valor son comprensibles, pero ello no lo habilita a calumniar o injuriar a los que cumplimos con nuestro deber cívico”.

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Camaño y Rodríguez Saá coinciden en el peronismo antikirchnerista.
Imagen: DyN & Télam
 
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