EL PAíS › LOS AUTOS QUEDARON ENCERRADOS Y TUVIERON QUE SALIR DE CONTRAMANO

Día agitado en la autopista

“Nos están enjuiciando y no nos enteramos”, se quejan los vecinos. Les prometieron dialogar pero no los recibieron. En la autopista, hacia el centro, el embotellamiento superaba las seis cuadras. Crónica de un día en que las cámaras enfocaron la villa.

 Por Emilio Ruchansky

Sin prisa pero decididos, los vecinos dejaron sus tareas domésticas, faltaron a sus trabajos y aprovecharon el paro docente para llevar a sus niños al corte sobre la autopista Illia. Eran las 8 y media cuando se apostaron a 600 metros del primer peaje, viniendo desde la ciudad, con una enorme pancarta: “Villa 31, Setenta años de historia”. Media hora después, el informe de tránsito porteño pasaba de “intenso y fluido” a “cargado y lento”, los teléfonos de las radios estallaron y los propios manifestantes se encargaban de aclarar que era la única forma de que todos se enteraran de un nuevo intento por dejarlos sin viviendas, esta vez, por vía judicial.

“Pasa que nos están enjuiciando y no nos enteramos, y resulta que vamos a perder un juicio en el que no pudimos defendernos”, alertó Carlos Acosta, referente de la manzana 3. “Por lo menos queremos ser parte”, agregó, mientras le alcanzaba una fotocopia donde se informa “a la opinión pública el motivo del corte” dispuesto por la Mesa de Trabajo y Radicación. El texto menciona la causa que se tramita en el Juzgado 9 en lo Contencioso Administrativo Federal, a partir de una demanda del gobierno porteño contra el Onabe y el Estado nacional. Una causa que reafirma las intenciones que Mauricio Macri nunca ocultó: quedarse con todos los terrenos que este organismo tiene en la Capital Federal.

“El problema es que el Onabe está de acuerdo con Macri”, dijo Acosta. “Menos mal que supimos lo que estaba pasando por los diarios, porque si no me iba a enterar cuando entraran las topadoras”, dijo el hombre, en medio de los bocinazos. Una larga fila de autos, de ambos lados de la autopista, comenzaba a desarmarse porque muchos optaron por volverse en contramano. Otros se quedaron y una hora después fueron beneficiados con un levantamiento parcial del corte para que pasaran.

Ayer, los vecinos reclamaban participar de la audiencia que convocó la jueza Cecilia De Negri, en la que se pone en juego el futuro de sus viviendas ya que la causa derivó en una medida cautelar para que no se puedan edificar nuevas viviendas en altura (ver página 3) porque existiría en algunas “peligro de derrumbe”. Acosta admitió que esto podría ser cierto pero que en todo caso los habitantes de la villa eran víctimas y no culpables del desamparo. Sentados sobre el guard-rail de la autopista, dos albañiles paraguayos reían y gritaban mientras se limpiaban el sudor bajo el sol del mediodía. “Nos van a decir a nosotros cómo construir, que trabajamos haciendo edificios de 20 pisos”, dijo uno.

Otro de los argumentos del gobierno porteño es que no pueden entrar a la villa ni policías ni bomberos ni ambulancias. “¡Mentira!, acá vienen comisarios, inspectores, cualquiera entra y sale”, aseguró Acosta, que se despidió con una premonición: “Parece que la ciudad debe ser para los ricos que la quieren perimetrar, los pobres solo tienen que entrar para trabajar y si nos pueden pedir visa mejor todavía”, ironizó.

Pasado el mediodía comenzaron las negociaciones desde el gobierno porteño para que los vecinos se retiren de la autopista, custodiada por 6 camionetas de la Policía Federal y dos carros hidrantes. También estaban los bomberos, pero no había ambulancias. El acceso a la autopista desde el centro había sido cortado por personal de seguridad vial y en la avenida 9 de Julio el colapso incluía una cola de 6 cuadras. Los chicos, como en los dos cortes anteriores que hubo este año, jugaban al fútbol sobre el asfalto, sin arquero y con arcos de un metro y medio. Detrás, ardían las clásicas gomas de camiones.

Zulma Moretti, ex delegada de la manzana 13, arrastró todas las cámaras de televisión cuando se puso al frente de los cuatro jóvenes que sostenían unos carteles diseñados por los estudiantes de la Facultad de Diseño y Urbanismo de la UBA. “Este es el plan de urbanización que armó en 2002 un arquitecto que urbanizó favelas en Brasil. ¿Por qué nunca lo hicieron? Es todo lo que pedimos, que urbanicen”, dijo a través del megáfono.

Mientras los vecinos iban y venían haciendo el recambio para mantener el corte, algunos delegados y referentes regresaron de la supuesta negociación con las autoridades porteñas. “No los recibieron, los llevaron de paseo, los forrearon”, comunicó Moretti a la ronda armada con vecinos, estudiantes y periodistas. “Nos vamos a quedar a dormir acá si es necesario”, remató la ex delegada. En el entretiempo, Nilda, otra referente del barrio, le contó a PáginaI12 que otro de los problemas del barrio es el vacío de representación. “Macri negocia con delegados que ya no tienen mandato o con punteros, nosotros estamos pidiendo que haya elecciones como en la Villa 20, pero el gobierno no hace nada porque no le conviene”, afirmó, antes de que comenzara la asamblea, dispuesta para las 17.

Había buenas noticias. Por el momento no habría desalojos ni demoliciones porque el juez porteño Roberto Gallardo hizo lugar a un nuevo recurso de amparo. Entonces, los vecinos votaron por unanimidad desalojar la autopista a las 18 y cantar el Himno nacional, como cierre de una jornada que duró más de nueve horas. Hoy a las 19 volverán a reunirse en la guardería Bichito de Luz, en la manzana 22 para decidir los siguientes pasos. “¿No podemos levantar un rato antes?, es que juega Argentina”, se tiró el lance un adolescente, casi con vergüenza, una vez terminada la votación.

“No es una derrota, logramos que todo el país hable de nuestro problema, que sepan que lo único que reclamamos es nuestro derecho a la vivienda. La semana que viene la jueza nos va a responder si somos parte de la causa o no”, decía Nilda, cuando un estudiante la interrumpió para contar lo que Macri había dicho en conferencia de prensa. Todos comenzaron a silbar y a putear, pero la decisión estaba tomada, aunque se sugirió que el viernes habría otro corte de similar magnitud.

“No nos vamos nada, que nos echen a patadas”, fue el canto de despedida de los vecinos, mientras a un costado dos policías seguían la escena recostados sobre un patrullero, aprovechando los últimos rayos del sol.

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Los vecinos reclamaban participar de la audiencia en la que se pone en juego el futuro de sus casas.
Imagen: Pablo Piovano
 
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