EL PAíS › HUGO BIOLCATI, LA VERSIóN EXTREMA DEL NEOLIBERALISMO

Los dueños de la tierra

Desde su discurso anti-Estado, el titular de la Sociedad Rural fue marcando los límites de los acuerdos internos de la Mesa de Enlace. Su apuesta política y el intento de acorralar al Gobierno.

 Por Raúl Dellatorre

Si algo tenía claro Julián Domínguez cuando se hizo cargo del Ministerio de Agricultura, con la misión de restablecer los puentes con las entidades agropecuarias, es a quién apuntarían esas conexiones. Y a quién no. Su experiencia en la provincia de Buenos Aires, como intendente de Chacabuco, lo acerca a las cuestiones rurales y le dio la convicción de que insistir en los intentos de desconocer a las entidades rurales o trabajar sobre armados alternativos para disputarles representación sería en vano. Habría que trabajar demostrando la voluntad de acercarse al productor mediano y pequeño con soluciones y reflejar la apuesta al modelo de agricultura con agricultores, opuesto al modelo agroexportador concentrador, extranjerizante y expulsor de la población rural. Sabía que Federación Agraria debía estar de su lado, y otros no.

En septiembre de 2008, el todavía futuro ministro se rodeó de gente de confianza que conociera perfectamente el sector y sus protagonistas. Se acercó a un hombre que ya estaba trabajando en el área de Agricultura, Jorge Neme, proveniente además de Federación Agraria. Un viejo conocido de Buzzi, con momentos de acercamiento y otros de distancia, pero con un diálogo que jamás se interrumpió por completo. También convocó al ex secretario de Agricultura y Ganadería durante en la transición de Eduardo Duhalde, Haroldo Lebed, quien tuvo a cargo la refinanciación de las deudas pesificadas de los productores con el sector bancario tras la devaluación de 2002, permitiendo evitar miles de remates. Ello le valió un reconocimiento de la Federación Agraria, a través de una plaqueta que le entregó al finalizar su gestión. Desde ese momento, Lebed permaneció retirado, en sus campos de Carmen de Patagones, hasta que a fines de 2009 Domínguez lo convenció de volver a la función pública. Su tarea iba a ser por demás significativa: ser el hombre que reiniciara el contacto, personal y político, con Eduardo Buzzi. Ninguno de sus futuros interlocutores era un desconocido para el titular de Federación Agraria. Tampoco Domínguez, proveniente de un espacio que Buzzi conoce de sobra: el duhaldismo bonaerense.

El panorama en el resto de las entidades era diferente. Desde las elecciones legislativas de junio de 2009 quedaba claro que Llambías y Biolcati apostaban a fortalecer políticamente un núcleo duro de derecha que apurara el fin del kirchnerismo y restableciera urgentemente un modelo neoliberal en toda su dimensión.

Pero fueron las primeras reacciones de Biolcati, apenas el flamante ministerio empezó a hacer presentes sus políticas de intervención, las que terminaron de dividir las aguas. La reacción destemplada del titular de Sociedad Rural ante la ayuda enviada por el gobierno nacional a los productores trigueros, como parte de la emergencia agropecuaria resultó indignante hasta para aquéllos. El desprecio de Biolcati por la aceptación de “una dádiva, una limosna”, según sus palabras, que lanzó contra productores de Laboulaye y de Coronel Pringles, provocó reacciones. “Una limosna es para él, que factura en un día lo que nosotros producimos en todo un año”, dijo un productor triguero de Coronel Pringles, comparando su situación con la del tambero que produce para abastecer a multinacionales lácteas.

Sin embargo, en el sector coinciden en que el corte tajante de intereses y miradas dentro de la Mesa de Enlace quedó expuesto el día del discurso de Biolcati en la última exposición rural, donde desplegó una diatriba arrogante, deformando el pasado y oponiéndose a cualquier tipo de accionar del Estado.

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Hugo Biolcati en la Rural. Sus discursos fueron marcando el diseño de país al que apuntaba.
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